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Libro muestra que los cambios ambientales atentan contra la herencia ancestral.
Los habitantes de Mesoamérica tomaban de la naturaleza elementos que fueron usados como ofrendas funerarias o símbolos de distinción social.
Uno de los más representados en las figuras precolombinas halladas en el territorio costarricense son las aves, cuya importancia trascendió hasta finales del siglo XX, cuando los cambios ambientales alteraron significativamente la transmisión del mundo simbólico de las aves.
Las anteriores son algunas de las conclusiones del estudio publicado por los Museos del Banco Central de Costa Rica, titulado Aves de piedra, barro y oro en la Costa Rica precolombina. El libro es una edición de lujo y es una obra de colección que se suma a otras anteriores publicadas por la institución sobre la herencia precolombina y la numismática.La obra plantea el análisis desde dos puntos de partida: desde la arqueología y la ornitología. En el primero, la arqueóloga y curadora de dichos museos, Patricia Fernández, analiza la presencia de las aves en un grupo de 100 piezas escogidas, e interpreta los posibles significados. Por su parte, el ornitólogo Julio Sánchez identificó científicamente los géneros más comunes en las cinco zonas avifaunísticas y su diversidad. Esta publicación es el resultado final de una exposición denominada con el mismo nombre, que se exhibió en el 2008.
LO MÍTICO Y LO NATURAL
Según Julio Sánchez, “las aves siempre han sido motivo de inspiración para el hombre y, en muchas culturas el cielo representaba un espacio sagrado, vedado para los humanos, pero del dominio de las aves. Quizás por esta razón, en diversas culturas las aves simbolizan el vínculo entre los mundos físico y metafísico”.Agregó que los pueblos precolombinos disfrutaron de una avifauna numerosa, producto de la formación geológica del territorio costarricense que favoreció diversos hábitat. En el país se han reconocido 880 especies, de las cuales 652 son endémicas y el resto son migratorias. La ciencia clasifica a las aves de acuerdo a una categorización filogénica, es decir, según el ancestro común del cual descendieron. Pero en el pasado, nuestros antepasados utilizaron una compleja nomenclatura etnobiológica del mundo natural que los rodeaba, basada en la morfología y utilidad simbólica o cotidiana. Y esta forma de agruparlos es la posible explicación a la escasa representación de la diversidad avifaunística en sus obras.
LAS AVES EN LA ARQUEOLOGÍA
De acuerdo con Patricia Fernández, la representación de ave más antigua data del año 500 a.C., y fue hallada en un área funeraria en Guanacaste. La pieza es un colgante en forma de hacha y cabeza de ave, que según Sánchez es una forma estilizada de una lechuza. Se presume que su representación estaba vinculada con personajes de linaje o algunos oficios específicos.La lechuza, el zopilote y el Rey de los zopilotes fueron motivos recurrentes entre el periodo 500 a.C hasta el 800 d.C. en la fabricación de ornamentos para los ritos funerarios de personajes distinguidos. Estas aves aparecen en colgantes, vasijas, ocarinas y metates funerarios. Se presume que el uso simbólico de ciertas aves se relacionaba con sus hábitos como la lechuza y el búho en los cantos rituales nocturnos de los chamanes y curanderos. Otras como los los zopilotes comunes y el Rey de los zopilotes eran sagrados y los artistas precolombinos los representaron con picos exagerados para evidenciar que ellos estaban en contacto con la muerte. Pero el significado del zopilote también se vincula con Sibö, personaje mítico talamanqueño, que según una leyenda se transformó en esa ave adornada con un collar (rey de los zopilotes) para enseñar a su pueblo a danzar. Después del 300 d.C. el águila arpía apareció en objetos funerarios, sobre todo cerca del 800 d.C. en la zona pacífica sur. Pese a la presencia de los españoles, aseguró Fernández, “el valor simbólico de los objetos con forma de ave, en actividades de carácter ritual, se mantuvo durante la Colonia, integrado a los rituales dela religión católica. Esto se comprobó con un relato fechado en 1570 que registró a un grupo de indígenas que participaron en una procesión portando una cruz adornada con dos águilas de oro, lo que provocó la furia de los invasores”.Además, resaltaron las crónicas de los conquistadores, los caciques y personajes importantes usaron las plumas de las aves para adornar las coronas que los distinguían del resto del pueblo.
El papel de las aves
La arqueóloga Patricia Fernández aseguró que los pueblos indígenas conservan el conocimiento relacionado con las aves. Algunas anuncian enfermedades, muertes, embarazo, la llegada de visitantes o la presencia de animales peligrosos. Por ejemplo, según los bribri, el canto de las lapas de frente roja y los tucanes presagia la llegada de las lluvias. En ese pueblo todavía se usan las plumas en los rituales de curación. Ello muestra que el valor simbólico y de consumo de ciertas aves trascendió a las generaciones posteriores a la colonización. En el último tercio del siglo XX especies como el tucán, gallina de monte, loras, pavas, perdices y palomas servían como alimentos porque según ellos no tenían relación con sus creencias. Y aun se mantiene la prohibición de consumir ciertas aves como los zopilotes, las garzas y el yigüirro. Este último, además de estar en contacto con el mundo bajo en su acción de atrapar gusanos, en el pasado tuvo la función de jtsököl o cantor funerario.“Las aves no solo son un elemento clave en la salud de los ecosistemas, sino que para los pueblos indígenas es un referente del conocimiento, el cual implica que la pérdida de aves conlleva a un deterioro en la transmisión de los conocimientos tradicionales”. Para las nuevas generaciones todo ese saber ha sido reducido a textos, fotografías y algunos ejemplares en zoológicos, advirtió la arqueóloga.
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