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En el Semanario UNIVERSIDAD, con la publicación: “Sectores sociales temen que se acreciente intolerancia: Externan preocupación por acercamiento de Laura Chinchilla a grupos conservadores” leí, con asombro, una información parcializada que merece una aclaración de quien suscribe.
En concreto, esa amalgama entre reportaje y opinión, me llevó a preguntarme si, realmente, tiene sentido responder a una entrevista que ya, de por sí, asume el prejuicio como argumento de base. En primer término, el artículo señala que varios grupos sociales manifestaron que “el acercamiento de la presidenta electa Laura Chinchilla con sectores conservadores puede ser contraproducente para el avance de proyectos que han suscitado debate entre la ciudadanía.”
Toda la exposición se hizo eco de las tesis de los dirigentes de la Nueva Liga Feminista, del Movimiento Diversidad y de las Colectivas por el Derecho a Decidir; instancias, abiertamente confrontadas con la visión del ser humano, el matrimonio y la familia que, como Iglesia, defendemos.
Al calificarnos de “conservadores” la periodista, antes que destacar nuestra concepción antropológica, nuestra postura en defensa del derecho natural y la posibilidad misma de que la Iglesia, como innegable actor social, pueda, en el sano dinamismo democrático, servir a la causa del bien común; induce a que seamos descalificados en cuanto, nuestro actuar: “puede ser contraproducente” al “debate ciudadano” que no es aquí sino, otra forma de denominar la agenda de estos grupos que propician iniciativas como el Estado Laico, las sociedades de convivencia y la despenalización del aborto.
Al ser consultado por el Semanario UNIVERSIDAD, como la nota en mención reconoce, la periodista puso énfasis, exclusivamente, en la preocupación de esos grupos sociales con respecto a su agenda y no en el fondo de la reunión misma. Dicho sea de paso, para más abono a la arbitrariedad periodística, en el reportaje no se consulta a la Presidenta electa, como contraparte, sobre las causas y las consecuencias de dicho encuentro.Aun así, expresé, con detalle, los contenidos de la reunión sostenida con doña Laura Chinchilla, a saber, los grandes temas de la agenda nacional, poniendo énfasis en las áreas de pobreza, desempleo e inseguridad, todo en el marco de un diálogo razonable y respetuoso, en consonancia con el tono sostenido en las visitas de la Presidenta Electa a otros actores sociales.
He sostenido siempre que la innegable autonomía del Estado no excluye una íntima armonía con las exigencias superiores y complejas que se derivan de una visión integral del hombre y de su eterno destino, cosa que, difícilmente, entenderán quienes no comparten nuestra visión de mundo.
Avalando una serie de colaboraciones que la Iglesia, de suyo, realiza a la sociedad costarricense y en virtud de garantizar el respeto de esa sana autonomía Iglesia- Estado, se designó por parte de la Presidenta electa a la señora Viviana Martín para que fuese ella quien, en coordinación con algunos miembros de la Conferencia Episcopal, puedan dar seguimiento a esos temas. Al identificarse en el artículo esta convergencia como “alianza del gobierno con los conservadores” se delatan quienes, paradójicamente, apelan al respeto y la tolerancia pero acusan, sin fundamento, a la Iglesia de fomentar “mitos y estereotipos”, buscar el poder y pedir privilegios o posiciones de ventaja social.
Finalmente, no es cierto que se me consultara, sin más, si estaríamos dispuestos a dialogar con los sectores que promueven proyectos como las sociedades de convivencia y el Estado Laico. La pregunta, literalmente, fue: “Las personas a favor de proyectos como el de las sociedades de convivencia y el Estado Laico aseguran que las posiciones de la cúpula de la Iglesia Católica causan discriminación, violentan derechos y desinforman, entonces, ¿a quién o qué es lo que están defendiendo ustedes? ¿Llegarían los miembros de la Conferencia Episcopal a un acuerdo con esa ciudadanía que se siente amedrentada y amenazada, por medio del diálogo? El tema aquí no es si estamos dispuestos a dialogar, sino de qué sirve a estos sectores sociales dialogar con quienes, a priori, acusan de discriminar, amedrentar y amenazar.
No es con desprestigio o con afirmaciones sesgadas como se forma a la opinión pública y menos aún, como se consolida la democracia…
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