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Neuromoda y educación

Sin duda alguna, uno de los grandes temas de interés de la ciencia desde mediados del siglo pasado hasta la fecha, es el del estudio del cerebro y del sistema nervioso en general.

Sin duda alguna, uno de los grandes temas de interés de la ciencia desde mediados del siglo pasado hasta la fecha, es el del estudio del cerebro y del sistema nervioso en general.
Las ciencias abocadas a explorar estos misterios se han llamado neurociencias, entre ellas: neuroanatomía, neuropsicología, neurolingüística, neurociencia computacional, neurotecnología, neurología, psicofarmacología.
El éxito del proyecto de las neurociencias, y lo interesante del tema, ha causado que la gente vuelque su mirada hacia él. Parece ser, que este siglo recién pasado ha creado cinco grandes sectores de mucho interés para la gente en general y para el financiamiento en investigación, me refiero a: 1) la computación y las disciplinas asociadas, 2) la psicología y ciencias cognitivas, 3) la genética, 4) la evolución y 5) las neurociencias.
Las neurociencias nos han mostrado cosas, tales como que nuestros comportamientos, emociones y pensamientos se asocian al comportamiento cerebral,  y más recientemente, la neurociencia cognitiva se ha esforzado en entender la actividad del sistema nervioso y las funciones cognitivas básicas y superiores.  Pese al gran avance de las neurociencias, su tarea es inmensa y es joven su presencia entre las ciencias. Constantemente, se encuentra pequeños avances, y algunos que han cambiado concepciones viejas, tal es el caso de la neuroplasticidad que tanto ha atraído a psicólogos y educadores. Este juvenil desarrollo de las neurociencias, se puede ver en situaciones como que aún gran parte de sus desarrollos sigue secuestrada por la “metáfora de la computación” o por la fantasía de que todo se puede explicar con entender al cerebro, asunto por dicha no compartida por todos(as) hoy. Por otro lado, las neurociencias no han logrado salir de la idea de que somos individuos con procesos internos primordialmente y se sigue dejando de lado lo social y las interaccionas complejas; sin embargo, esto ha venido poco a poco cambiando en especial cuando las neurociencias, aún con pasos tímidos, se adentra a estudiar las relaciones del cerebro o el sistema nervioso con el ser humano real que porta el cerebro y habita con otros humanos. Confiamos, que las neurociencias con el tiempo no sólo nos brinden nuevos descubrimientos, sino que, estos cada vez tengan más relación con el ser humano en su contexto de vida, y a la vez, puedan explicar de forma sistémica la relación del sistema nervioso con muchas esferas de la cultura o de la existencia humana; hay tiempo para eso. Dicho lo anterior, quiero tocar el asunto de la llamada “neuromoda”, es decir,  el uso y abuso que los consumidores y vendedores de la ciencia o la tecnología hacen, y en especial, me referiré brevemente a la educación como consumidora y más reciente fan de la neurociencia. Ciertamente, el mercado de consumo responde a la oferta y a la demanda de conocimiento o información; responde a las modas y a las promesas. En algún tiempo estuvo muy de moda el psicoanálisis y sus conceptos, que aún son de uso común entre la gente, tal el caso del inconsciente, de la idea de neurosis, etc. También, tuvimos en la colección de ofertas a la frenología y su idea de que era posible determinar el carácter y los rasgos de la personalidad, así como las tendencias criminales, basándose en la forma del cráneo, cabeza y facciones de una persona -aún la gente dice “pero que cabeza tiene ese niño o niña, va a ser o es muy inteligente”-. Más recientemente, tenemos la débil propuesta de la inteligencia emocional,  o el lamentable, bum y venta de las famosas “inteligencias múltiples” sin un robusto asidero científico, pero de gran venta y poder de convencimiento.  Al parecer, somos vulnerables a todo aquello que parezca bonito, aplicable e intuitivo, pero lamentablemente, esta inocente actitud nuestra a confiar, nos puede llevar a cometer errores que incluso se ven en las maneras que formamos a nuestros estudiantes en las universidades, sobre esto ya me refería en un anterior ensayito (Semanario  del 10 de febrero del 2010) que titulé “Mentes humanas o mentes computiles”. El éxito de las neurociencias ha llevado a creer, a no pocos pedagogos y educadores, que estas ciencias tienen aplicaciones directas a la educación y han convertido los resultados científicos en leyes para la formación. Ahora casi se puede decir en algunos círculos que si no se sabe del cerebro no se es buen formador; y se han abierto muchos espacios para tratar el tema de las neurociencias y la educación, con la lamentable idea de que con conocer sobre  el sistema nervioso ya se es mejor formador. Lo cierto es que no es tan sencillo ni tan milagroso, y no basta con saber de neuroanatomía para hacer una traducción responsable de los posibles aportes de estas ciencias a la educación. En el 2003 Bennett y Hacker publican “Philosophical Foundations of Neuroscience” en donde se hace una crítica muy fuerte a la  “falacia mereológica”  o sea a atribuir características del todo (la persona) a una de las partes del cerebro, tales como “el cerebro que piensa”, “el cerebro que siente”, “el cerebro que aprende” etc. Esto sin duda es parte de la neuromoda que crea libros para consumo popular en donde los docentes se han venido apuntando sin mayores criterios ni críticas.  Para  Bennett y Hacker, el cerebro no es una entidad a la que se le puedan aplicar predicados psicológicos. Además de lo anterior, se ha reflexionado poco sobre el sujeto o la idea del ser humano que manejan las neurociencias y la educación; este sería un punto de partida interesante para una aproximación responsable y serena de ambos sectores en busca de traer recursos a la educación. También, hay que tomar en cuenta que como toda ciencia, las ciencias en mención están contantemente creciendo y derrumbando ideas; lo peor que nos puede pasar a los formadores es consumir cosas ya desechadas por los estudiosos del sistema nervioso y darlas por verdaderas.El desarrollo en nuestra especie y los procesos de aprendizaje implicados, sólo pueden ser estudiados de forma amplia y plausible, si consideramos al menos los tres macro-niveles de análisis, esto es el biológico, el cognitivo-emocional y el comportamental; teniendo presente que cada uno de estos niveles tienen además subniveles.  Las neurociencia nos pueden ayudar a comprender parte del nivel biológico, pero es un error creer que en ausencia de los otros niveles nos podrán dar el marco completo de los procesos de aprendizaje, formación o desarrollo humano.  Las modas en ciencia, y en especial, en los consumidores de ciencia pueden inducirnos a reduccionismos explicativos nada fáciles de resolver.
 

  • Luis Ángel Piedra García. M.Sc. (Psicólogo- Departamento de Docencia Universitaria)
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