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A partir del triunfo arrollador de Laura Chinchilla se ha dicho mucho en estas semanas. Se ha comentado sobre por qué ganó la continuidad del gobierno actual, y por qué las opciones ofrecidas por parte de la oposición, contrarias al famoso eslogan “Adelante”, no calaron en la mayoría del electorado.
Para empezar, uno de los factores que más pesó en los éxitos logrados por parte del PLN fue que éste supo restarle importancia a sus yerros de los últimos 4 años ante los ojos de la ciudadanía.
Logró vender la idea del continuismo a través de una frase publicitaria muy pegajosa, semánticamente relativa (y por lo tanto conveniente), que alejó a la agrupación de cualquier posición maniquea en la balanza entre izquierda y derecha; y le sacó ventaja al posicionar discursivamente a la contra en esos extremos. Los incontables hechos de corrupción de la actual administración fueron y son evidentes (imposibles de ocultar), pero no fueron relevantes para una gran mayoría de la población. Ahí ganó Liberación Nacional. Y por lo tanto perdió Acción Ciudadana, estructura partidaria que tuvo y tiene la esperanza de que la corrupción, el despilfarro, la negligencia en la función pública, entre otros hechos relacionados, sean importantes dentro del imaginario colectivo costarricense.Caló entonces la idea de una prolongación del poder que apela a mantener las becas de Avancemos –máxime aumentándoles su contribución en días previos a las elecciones- con la promesa de que el clientelismo que hubo en éste y otros ámbitos no se repetirá a partir del 8 de mayo. También pesó más una concesión tan cuestionada como la de Caldera por encima de la desprotección sistemática del ambiente. Igualmente una mera condición de género tuvo mayor envergadura que el debate necesario en cuanto a las virtudes deseables en la persona que ocuparía la silla presidencial.Por ende, ante una maquinaria electoral -bien engrasada y financiada- como la de Liberación Nacional, que movilizó a miles de votantes durante el 7 de febrero -y además con las ventajas de hacer campaña desde la administración pública-, la oposición se terminó fracturando. Por un lado, un grupo ideológicamente oportunista, con derroches millonarios de fuentes misteriosas, abogó por un “cambio ya” mediáticamente llamativo pero generando escepticismo con su populismo programático. Y por el otro lado estuvo una agrupación, sin una ideología única ni definida de por medio -preparada con un vasto programa para gobernar-, pero con insuficiente visión estratégica para ganar el apoyo necesario en las urnas. Ambos, con la complicidad de los resultados en las encuestas, se repartieron la mayoría del caudal electoral perteneciente al anti-arismo y/o anti-liberacionismo para cumplir con un divide y vencerás que le dejó el camino libre a los verdiblancos por 4 años más.Queda la esperanza de que el gobierno entrante cumpla sus promesas, o por lo menos en mayor cantidad que su antecesor. Varios poseedores de Hyundai todavía esperan aquella promoción masiva de BMW en épocas del TLC. Laura se ha reunido con los diputados electos para posicionar la buena noticia de su oposición a Crucitas (ojalá a prueba de balas frente a cualquier resolución de la Sala IV), y para ofrecerle socorro a la Iglesia en sus cruzadas contra la unión civil entre homosexuales y el establecimiento del Estado Laico. Mala noticia para los sectores progresistas de Costa Rica; buena para la gran mayoría de votantes. Entonces el otrora socialdemócrata Liberación Nacional supo ofrecer lo que casi un millón de ticos querían: la prolongación del mando de un presidente aparentemente muy popular, un programa de becas que le dé una ayudita principalmente al creciente millón aproximado de pobres que habitan nuestra nación e infraestructura a través de concesiones que estaremos criticando en meses posteriores. Se cumple algo básico: Una cosa es ganar elecciones y otra es gobernar. En lo primero el Partido Liberación Nacional les lleva mucha ventaja a sus adversarios.
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