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Fotos antiguas revelan crudeza del sismo que sufrieron los habitantes de Cartago.
A un siglo del desastre que arrasó gran parte de la ciudad de Cartago, las creencias sobre las causas del sismo siguen predominando. De aquella tragedia quedan pocos rastros, y algunas edificaciones resistieron el terremoto de 1910 y otras fueron reconstruidas.
Pero, aún en el centro de esta ciudad se mantienen como recordatorio de la fuerza de la naturaleza las llamadas ruinas de Cartago, que con el tiempo se convirtieron en uno de los puntos más reconocidos de la provincia.
La zona en referencia ha sido golpeada con insistencia por terremotos de gran intensidad. En 1822 ocurrió el llamado terremoto de San Estanislao, luego en 1841 el de San Antolín y al de 1910 se le llamó el de Santa Mónica. Pero otros acontecimientos naturales hicieron que el gran sismo de principios del siglo XX tuviera connotaciones míticas que perduraron en las generaciones siguientes.A un siglo del terremoto de Santa Mónica, el historiador y profesor universitario, Jorge Arturo Montoya facilitó a este semanario fotos que nunca han sido difundidas por ningún medio de comunicación. Estas demuestran como gran parte del legado arquitectónico de la primera capital de Costa Rica, fue destruido por la serie de temblores que concluyeron en el terremoto de Santa Mónica. Según Montoya, las imágenes estaban resguardadas por un familiar político que se las entregó, sabiendo que desde su labor como historiador le serviría como insumo para investigaciones. Hace año y medio el historiador, quien imparte Seminarios de Realidad Nacional en el área de patrimonio cultural en la Escuela de Estudios Generales, aprovechó dicho material para motivar a los estudiantes Gabriela Fernández, Manfred García, María Mercedes Vindas y Miguel Cabrera, a estudiar el terremoto de Santa Mónica y sus consecuencias en el desarrollo de la zona y el país.A una centuria de la devastadora sacudida de 1910, las fotografías aquí publicadas muestran sitios afectados, y pese a que no han sido exhibidas, las pocas imágenes que se pueden incluir en esta plana de periódico, transportará al lector en el tiempo.
UN COMETA MALDITO
Previo al terremoto de Santa Mónica, Cartago empezó a vivir un enjambre sísmico desde el 13 de abril, con un fuerte temblor que afectó a muchas estructuras desde el sur de Paraíso hasta la cordillera de Dota. Según los registros, los cartagineses sentían más de 40 fuertes réplicas diariamente y muchos microsismos. En las semanas siguientes, numerosos habitantes de las ciudades más afectadas fueron traslados a San José, a campamentos en distintos puntos de la capital, y parte del Edificio Metálico fue convertido en hospital para atender a los heridos. Sin embargo, la desgracia se vendría el 4 de mayo, cuando a las 12:12 p.m. un terremoto de apenas 16 segundos provocó que los edificios coloniales que todavía quedaban cedieran. En los días siguientes, muchos antiguos edificios y viviendas fueron dinamitados ante el peligro de derrumbes. Uno de los que colapsó fue la sede del Palacio de la Corte Centroamericana. Se desconoce el número exacto de víctimas, pero se cree que superó los 400, y la mayoría fueron enterrados pocas horas después del gran terremoto por orden gubernamental. La población atribuyó la tragedia al paso de cometa Halley, que era entendido como un mal presagio, e incluso, un castigo divino. Los temblores de abril coincidieron con ese fenómeno astronómico, y se divulgó que el 8 de mayo la Tierra y la cola del cometa chocarían, y que eso provocaría una desgracia. No faltaron quienes aseguraron que la furia divina fue provocada por la elección de Ricardo Jiménez Oreamuno, el llamado “brujo del Irazú”, al que consideraban hereje y anticlerical. Incluso, otros dijeron que el terremoto estaba relacionado con un meteorito que atravesó el cielo de este a oeste, lo que fue confirmado por los tripulantes de un barco de vapor alemán, anclado en el Golfo de Nicoya. No hay certeza del lugar del epicentro ni la intensidad, pero se presume que fue en el cantón central de la provincia y que su intensidad fue de entre 7 y 8 grados en la escala de Richter.Tras el terremoto, las normas de construcción cambiaron y se prohibieron las edificaciones en adobe o calicanto. El desastre fue tan grande, que el aspecto urbano de las ciudades cambió con la introducción de nuevas tendencias arquitectónicas neoclásicas, a raíz del intenso intercambio comercial a raíz de las exportaciones de café hacia otras naciones europeas.
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