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Dice el refrán popular que “el que no quiere caldo dos tasas”. Así parece ser la triste historia de la sociedad costarricense en los inicios del 2010.
Cuando más necesitamos personas honestas y defensores de la ética, la moral, la honestidad, los valores y los principios, nos abandonan dos grandes e insignes costarricenses. Don José Joaquín Trejos Fernández y don Rodrigo Carazo Odio, considero, fueron los dos últimos gobernantes de este país de los cuales no tenemos nada de qué avergonzarnos. Es más, de ellos nos quedan grandes ejemplos para trasmitirlos a las futuras generaciones.
Por un lado podemos hablar “del hombre de las manos limpias” y, por el otro, nos queda el gran recuerdo de que hay que abrirle las puertas al “progreso” pero “con dignidad”. Y no fueron palabras vacías en el espectro político tradicional. Sus acciones son fácilmente comprobables. Don José Joaquín Trejos Fernández gobernó este país entre 1966 y 1970. En esa época mi presencia en esta sociedad aún no era capaz de racionalizar hechos políticos. Sin embargo, mis padres me hablaban de él como uno de los gobernantes más honestos que país alguno haya tenido. ¿Creen ustedes que a alguno de los gobernantes que ha tenido Costa Rica de hace unas décadas para acá le podríamos llamar “el hombre de las manos limpias” sin que se nos “llene” la cara de vergüenza? Seguramente, al igual que yo, ustedes pensarán lo mismo. Pues bien, en mis años de infancia nos decían que don José Joaquín Trejos salió del gobierno con menos bienes materiales de los que tenía cuando asumió la presidencia de la República. Seguramente era una forma de decir de nuestra gente para afirmar que fue un gobernante honesto. Lo que sí sabemos es que nunca nadie lo acusó de mal manejo de fondos públicos ni de que gobernara para enriquecer a los grandes empresarios. Algo muy parecido sucedió con don Rodrigo Carazo Odio (1978-1982). Los y las costarricenses sabemos muy bien cuáles son las “acusaciones” que le han hecho sus enemigos y detractores. Sus grandes dotes de visionario, patriota y revolucionario lo llevaron a asumir posiciones contrarias a quienes siempre quisieron vender y entregar nuestras riquezas a los mercaderes internacionales. Enfrentó con valentía y firmeza, a él sí que se le puede llamar firme y honesto, a los oligarcas costarricenses que buscaban, desde esa época, la entrega de los bienes públicos a las grandes transnacionales. Sin temor alguno declaró non gratos a altos dirigentes de los organismos financieros internacionales. Sobre a todo a los nefastos representantes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Asumiendo con valor y gallardía las consecuencias, expulsó del país a los miembros de esos organismos. No tuvo también, don Rodrigo Carazo Odio, el más mínimo temor en apoyar los movimientos de liberación que para esos tiempos luchaban en América Latina contra las satrapías represoras de la época. A diferencia de la época de don José Joaquín Trejos, para la campaña de don Rodrigo Carazo ya yo tenía dominio de mi razón. Mientras “cogía” café en una hacienda en San Gerónimo de Naranjo, allá por 1976 ó 77, escuchaba, junto a mi compañero “sotillo”, a quien tengo años de no ver, la precampaña entre “Carazo y Barzuna”. Precampaña que ganó don Rodrigo. En enero del 78, cuando el Ingenio Quebrada azul iniciaba la zafra (cosecha de la caña de azúcar) regresé a mi pueblo, San Juan de Florencia de San Carlos, y ahí decidí hacerme “caracista”. Como todo costarricense, por desgracia en esa época, había nacido y crecido en un ambiente político tradicional. Receloso de traicionar mi herencia política, opté por lo que consideré la mejor opción. Por dicha no me equivoqué. Mis progenitores y mis hermanos y hermanas y demás familiares resultaron también caracistas. Pues bien, al filo de las elecciones de febrero de 1978 los seguidores de don Rodrigo cortábamos el apellido Carazo a la mitad y elaborábamos la frase “azocar” Carazo. Lo digo con todo orgullo pues don Rodrigo ha sido el único presidente que asumió con valentía y sin temor la defensa de este país y de los más pobres. No sólo demostró coraje, dignidad e hidalguía para enfrentar a los sinvergüenzas organismos financieros internacionales, sino que, tal y como lo dije más arriba, dio el apoyo sin restricciones a los movimientos guerrilleros revolucionarios, defensores de los derechos humanos, que para esa época luchaban contra la dictadura somocista, satrapía asesina y brutal que reprimía y desaparecía al pueblo nicaragüense. Hoy en día muchos enemigos de la verdad acusan falsamente a don Rodrigo Carazo de hacer un mal gobierno. Lo que pasa es que quienes así hablan son los herederos del gran capital. Los que sin el menor pudor ni dignidad, “se le abren de piernas” a las compañías transnacionales. Han dado en concesión carreteras, aeropuertos, puertos e instituciones públicas. Son los que han vendido al ICE, el espectro radiofónico, la telefonía celular, el agua y todos los demás recursos naturales. Lástima que no hay mucho espacio para decir tantas cosas. Pero me conformo con lo siguiente. Si don José Joaquín Trejos Fernández nos enseñó a tener “las manos limpias”, don Rodrigo Carazo Odio nos enseñó que, además de eso, es muy importante gobernar con “dignidad”. Honradez y dignidad, dos conceptos que difícilmente lograremos encontrar en el resto de gobernantes de este subdesarrollado país. Antes y después de ellos, exceptuando a don Mario Echandi, lo único que ha llegado a la casa presidencial lo podemos definir como “Alí Babá y los Cuarenta Ladrones”. Y si usted cree que me equivoco con gusto me retractaré.
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