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¿Qué duda cabe de que el FIA ha llegado a ser uno de los eventos culturales más importantes que existen en el país? ¿Qué duda cabe de que ha sido concebido como un espacio de participación popular y democrático?
He de confesar que hasta el día en que se realizó el concierto de inauguración del Festival en el Parque Metropolitano de La Sabana, estaba bastante seguro de que si me formulaban estas dos preguntas mi respuesta sería, para ambas, que no cabe ninguna duda.
Sin embargo, ese día fui testigo de un hecho que me parece importante rescatar, ya que si bien no pone en riesgo la vigencia del Festival, da para pensar acerca de su condición como espacio democrático de participación.
Como decía, me hice presente a la explanada de La Sabana para disfrutar del concierto en el que se presentaban Luis Eduardo Aute, Ismael Serrano y Rosario Flores. Al llegar al sitio me llamó la atención que los organizadores habían decidido instalar, debidamente diferenciados, tres espacios destinados a albergar cómodamente sentados a una serie de invitados. A alguien escuché decir que esas zonas habían sido segregadas como espacios VIP, es decir, espacios para “Gente Muy Importante”.
Este hecho, a mi juicio, pone al descubierto inconsistencias a las que es preciso prestar atención. Más aún: da para cuestionarse si los organizadores tienen claro los principios que dan origen a este Festival. Hasta donde tengo entendido está concebido esencialmente como un evento sin distinción de clase, no va dirigido a un sector reducido de la población sino que, dada la diversidad de propuestas que en él tiene cabida, está llamado a convocar personas de toda condición y ofrecerles un espacio de disfrute y de aprendizaje. En esencia, un espacio que, gravitando en torno del arte, genere dinámicas que estimulen la participación masiva y que posibiliten que la gente se encuentre, se vincule, intercambie experiencias.Por esto es que me resultó extraño y chocante encontrarme con estos “reservados”, especialmente si se tiene en cuenta que se trataba de un espectáculo gratuito, organizado en un espacio público y a cielo abierto. Bueno, no tan abierto, ya que a los organizadores también se les ocurrió colocar vallas que encerraban el espacio adulterando con ello la naturaleza de la actividad. Supongo que algunos dirán que esto se hizo así por seguridad. No obstante, este argumento me parece débil ya que las mismas vallas constituían barreras peligrosas para la movilización de las personas y, además, para refrescar la memoria, en el FIA de hace un par de años atrás se hizo un concierto similar en este mismo escenario y no pasó ningún percance a pesar de que no había ninguna “barrera protectora”.Así las cosas, mientras un agudo Aute y el bueno de Ismael Serrano cantaban sus historias de amor y de libertad, en mi cabeza estas contradicciones tenían su propio concierto: gente VIP, instalada en un espacio bien delimitado y vigilado, escuchando a artistas que denuncian con su arte la práctica odiosa de crear muros que separan a las personas según clase; de muros que impiden el acercamiento y el contacto espontáneo y sencillo cuerpo a cuerpo. Y, por otro lado, gente No VIP cantando a coro con los artistas sus canciones, sin prestar atención a la contradicción que tenía lugar allí mismo.Entre la gente VIP pude distinguir la presencia de connotados dirigentes políticos (el presidente de la República, la presidenta electa, el alcalde de San José, ministros, etc.) quienes, supongo, veían probablemente con naturalidad el hecho de que fueran colocados en un espacio exclusivo para ellos. Y supongo que la gente No VIP también veía con naturalidad el hecho de que estas personas estuvieran allí. Y este aspecto es quizá el más preocupante de todos: que nos hayamos acostumbrado a naturalizar prácticas sociales que fomentan el clasismo, al punto de llegar a verlas como normales y deseables. Realmente espero que no solo yo me haya fijado en esto. Y también espero, de todo corazón, que al menos uno de los políticos afincados en la zona VIP también lo haya pensado. Sobre todo teniendo en cuenta que hace apenas unos días atrás, les veíamos mezclarse alegremente con la gente, tratando de invisibilizar temporalmente los muros que, como el de marras, normalmente les separa de sus queridos votantes.Ah, por cierto, varias veces me di una vuelta por La Sabana y comprobé que las zonas VIP permanecieron instaladas de principio a fin, con lo cual perdí la esperanza de que los organizadores se hubieran percatado de esta contradicción y hubieran enmendado el FIAsco.
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