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Los últimos acontecimientos de la invasión de la fuerza pública a la Universidad de Costa Rica, me traen recuerdos funestos y nefastos: recuerdo a mis difuntos compañeros de la Universidad de El Salvador asesinados por el ejército (más de 250 muchachos; recuerdo a Lupita, una estudiante del profesorado en Matemáticas, que yo vi cómo una tanqueta le destrozaba las piernas, cuando íbamos en una marcha, y el “generalucho”, que luego fue presidente de El Salvador, fue el que dirigió la masacre.
Claro, un hombre que no sabía ni leer ni escribir, y yo no sé si todavía pasa sus días vendiendo gasolina en Texas (y otro montón de muchachos de cuyos nombres no me acuerdo, al igual que no me acuerdo del nombre de ese miserable ex presidente que asesinó a mis compañeros de la Universidad, solamente por ser universitarios). Recuerdo también cómo el cuerpo de bomberos salió a limpiar con agua la sangre de los estudiantes asesinados. (30 de julio de 1975).
Así comienzan las cosas. Los medios han tratado de justificar la actitud, por todos los medios, sin embargo para atrapar a un pillo no se requieren 40 o más hombres; basta con que dos o tres policías vestidos de civil entren al campus, y aprendan al pillo, si es que existe. Es inconcebible que entren 40 o más “soldados del ejército costarricense”, con armas pesadas, chalecos antibalas, y manifestando una prepotencia incomprensible para el legado que nuestros próceres de la patria nos dejaron, con el objeto de atrapar a una sola persona (¿será que habrá sido Batman, Superman, o cualquier otro súper héroe?).
Así comienzan las cosas. Estando en la Universidad de San Carlos de Borromeo, en Guatemala, algunos colegas me contaron como habían sido asesinados profesores y estudiantes de la Universidad. Estando en Kyoto un ex Director del Instituto Politécnico Nacional de México, me contó la tragedia de Tlatelolco, y de la UNAM.
Cuando yo era “hippie”, asistí a ver una película que se llamaba “Las fresas de la amargura”, película que relata como el ejército norteamericano, invadió la Universidad de Kent, asesinando a un montón de muchachos que solamente protestaban por la guerra de Vietnam. Así comienzan las cosas, y luego terminan como lo que antes escribí.
¿Qué queremos para Costa Rica?
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