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Manifestaciones son criminalizadas al igual que en la UCR: Estudiantes de colegio sufren represión por discurso autoritario adulto

El malestar por la prohibición de determinada prenda en el uniforme esconde la necesidad de que se dé la palabra a los estudiantes de colegio. 

El malestar por la prohibición de determinada prenda en el uniforme esconde la necesidad de que se dé la palabra a los estudiantes de colegio. 
La manifestación de estudiantes del Liceo José Joaquín Vargas Calvo, en San Pedro, el pasado 13 de mayo, que provocó varios altercados y la intervención de la policía, revela el malestar de los y las adolescentes frente a un sistema dominante que descalifica y reprime sus criterios, coincidieron especialistas.
El descontento por la prohibición de pantalones tipo “tubo” en las alumnas fue el desencadenante del plantón de cerca de 150 estudiantes en las afueras del colegio. Sin embargo, dichos comportamientos van más allá del uso del uniforme, puesto que la falta de diálogo y respeto a las opiniones de la juventud en general, lleva a situaciones de ese tipo.
La intervención policial, en la que hubo lanzamiento de piedras al colegio y vehículos y la detención de doce estudiantes, se presentó un mes después de la penetración de agentes del Organismo de Investigación Judicial a la Universidad de Costa Rica (UCR), que generó gran polémica al querer desprestigiar a ese centro de estudios superior (Ver nota edición 1850: “Sectores de poder intentan alinear posición crítica de la UCR”).
En días pasados también hubo conductas similares por parte de estudiantes del Liceo de Costa Rica, Luis Dobles Segreda, el Instituto de Guanacaste y el Técnico Profesional de Liberia.
DISCURSO DE PODER
La psicoanalista e investigadora del Instituto de Investigaciones Psicológicas de la UCR Mónica Vul, explicó que los estudiantes de colegio tienen una necesidad de expresarse, que no siempre es escuchada por las autoridades de las instituciones.
Comentó que es esencial que haya una autoridad simbólica que les dé la palabra y con la que puedan tener confianza de acercarse y manifestarle cómo se sienten, y que así no se tenga que acudir luego a la represión y criminalización, como sucedió en la UCR.
“Los y las jóvenes son objetos de represión en lugar de sujetos de derecho. No son tomados en cuenta ni escuchados”.
La profesional señaló que uno de los problemas principales es que se hace una asociación entre violencia y jóvenes, como si fueran agresivos solo por el hecho de ser adolescentes. Los colegiales encarnan una forma de malestar contemporáneo en una lógica donde son expulsados no solo del sistema educativo, sino también del social, y son dejados caer por las personas adultas.
“Detrás del pantalón tubo hay una queja, un malestar que ellos denuncian a través de esa protesta, y se necesita darle prioridad a su voz”.
El discurso autoritario que ha sido protagonista en las últimas semanas, se caracteriza por ser dominante y ubicarse desde un lugar de poder, desconociendo lo que los adolescentes sienten.
Vul, quien ha efectuado investigaciones con jóvenes de colegio, aseguró que en efectivo requieren de una autoridad, pero no del autoritarismo. La primera implica una ley que le puede decir que no, que le pone un límite, pero que evita reprimirlos o castigarlos.
Afirmó que es distinto que se hagan responsables de los actos cometidos a que por una protesta sean encasillados en estereotipos como “delincuentes”, “drogadictos”, “chancletudos” o “subversivos”, que provoca que les sea imposible sostener su lugar con un nombre propio, y son etiquetados, homogeneizados y uniformados bajo los mismos  términos.
Agregó que el discurso mediático criminaliza a las personas  jóvenes, reproduciendo el discurso dominante y mostrando una necesidad de que se castiguen y de acudir a la Ley Penal Juvenil como una alternativa, en lugar de escuchar las causas de su malestar y alojar su palabra. ¿BÚSQUEDA DE DISCIPLINA?
Marisol Fournier, psicóloga social, indicó que en lugar de promover el pensamiento crítico, el sistema educativo muchas veces lo reprime, como en el caso de los estudiantes que protestaron por la prohibición de determinado tipo de prenda en el uniforme.
Refutó que se ha querido deslegitimar esta lucha específica al calificarla de superflua y banal, a la vez que encasilla a la juventud como revoltosa y se acusa a sus padres y madres de no disciplinarlos de forma adecuada.
“Desde el discurso oficial esas medidas se justifican dentro de la importancia de inculcar disciplina. Sin embargo, esta justificación no se sostiene, es mucho más efectiva cuando es comprendida, sus causas son claras y justifican el respeto a determinadas normas, pero cuando se impone de forma autoritaria genera resistencia en la población”.
Subrayó que al exigir a la persona adolescente cumplir un reglamento sin cuestionarlo, se obstruye su pensamiento crítico y se ejerce un autoritarismo simbólico que se esconde debajo de esa búsqueda de disciplina.
La situación se da en un contexto en el que se ha presentado un incremento del uso de la fuerza para reprimir la protesta social y una tendencia de los medios de comunicación tradicionales a deslegitimar estos movimientos.
Asimismo, parte de la ciudadanía apoya la intervención de la policía y pide que se castigue a las personas involucradas en las manifestaciones, sean o no mayores de edad. Esta reacción evidencia un nivel peligroso de agresividad en la población y un desprecio total a quienes protestan. Se critica el uso de la violencia, pero se exige más violencia para aplacarla.
Fournier consideró que hay un vacío en las redes de apoyo para la juventud y que es necesario desarrollar espacios para propiciar su confianza dentro de las instituciones educativas.
“Lo ocurrido es un claro ejemplo de que estos espacios no existen, por el contrario, se reproduce la exclusión, se exacerba la diferencia adultos-juventud, se fomenta la desconfianza y se incrementa su soledad”.  
Concluyó que los colegios tienen como finalidad educar a los estudiantes, no “amansarlos” ni controlarlos, por lo que debe contemplarse su participación en la toma de decisiones que les afectan de manera directa, por ejemplo la discusión del reglamento, permitiendo su verdadera injerencia en estos procesos.

Director Liceo Vargas Calvo:

“La juventud se nos está desbocando”
Abraham Barboza, director del Liceo José Joaquín Vargas Calvo, uno de los colegios donde se presentaron conflictos con los estudiantes, aseguró a UNIVERSIDAD que los y las jóvenes tienen derechos, pero que deben ser formados para que sean personas íntegras “para el bienestar de la patria”.
“La juventud se nos está desbocando, se nos está yendo al barranco. Existe la Ley Penal Juvenil, el diálogo y otras instancias donde resolver problemas. Nunca voy a apoyar la violencia, ni de la policía a los estudiantes ni viceversa. La agresión física no es para gente inteligente ni civilizada, desafortunadamente existen cabezas calientes en todos los sectores que les gusta ese tipo de cosas”.
El director comentó que en ese colegio son unos 25 estudiantes los que no quieren aceptar bajo ninguna manera el uso correcto del uniforme, y que no entiende por qué se dio un acto “tan bochornoso y lamentable”.
“Esto no es una universidad ni una institución privada, es un centro de estudios secundarios público, nos regimos por un reglamento que desde hace muchos años publicó el Consejo Superior de Educación. En las universidades es diferente, se supone que llegan bien formados mentalmente y en el plano de los valores”, resaltó.
Barboza manifestó que es en los hogares donde debe iniciar su formación, y que de ahí es donde pueden surgir los problemas. Relató que algunos padres y madres les han dicho que no saben qué hacer con el comportamiento de sus hijos e hijas.
Las orientadoras de esa institución, Elibeth Gómez y Yazmín Santiago, explicaron que muchos adolescentes llegan a sus casas y están solos, educados por la televisión, en hogares donde sus padres laboran largas jornadas, por lo que crecen sin límites ni hábitos.
Coincidieron en que la familia está fallando en la fijación de estos límites, y cuando llegan al colegio empiezan las discrepancias.  Sin embargo, señalaron que casi el total del estudiantado “no quiere seguir el camino de la UCR”.
Sobre la intervención policial, aseguraron que los funcionarios se portaron “demasiado bien” y que no llegaron a agredir, y que más bien la reacción desmesurada fue por parte de algunos estudiantes.

 

  • Nathalia Rojas Zúñiga 
  • País
SubversiveViolence
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