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No es lo mismo leer en la computadora o sacarlo de la biblioteca, incluso pedirlo prestado deja una sensación de pérdida, más cuando pende sobre la cabeza la espada de la devolución.
La posesión del libro pasa por sentir el olor a papel, comprobar el peso en la palma de la mano, apreciar los colores de la portada, acariciar el lomo mientras se lee la contratapa, revisar el índice, pasar las hojas y escoger un párrafo…
Si tenemos suerte, de una vez y sin más búsqueda leeremos: “los seres humanos son universalmente conocidos como los únicos animales capaces de mentir, siendo cierto que si a veces lo hacen por miedo, y a veces por interés, también a veces lo hacen porque comprenden a tiempo que ésa es la única manera a su alcance de defender la verdad.”
El impulso inmediato es doblar un ladito de la página, apenas un triangulito, pero solo se puede hacer después de pagarlo. Entonces sí: el libro se deja con gusto no solo leer sino adornar con marquitas de colores, delinear con marcador una frase que no queremos olvidar y nos acompaña aquí y allá: en el bus y la mesa para terminar rodando al lado de la cama.
La Editorial de la UCR nuevamente se lució con su feria bajo el toldo blanco, en medio del pretil. Lleno completo todos los días, la mayoría estudiantes que revisaban las ofertas como buscando un tesoro. Y así era, como se lo escuché a una muchacha de pelo corto cuando le decía a su compañera muy resuelta: -Este libro lo compro, aunque me tenga que quedar sin almuerzo por tres días. Vívido ejemplo de la frase: No solo de pan vive la mujer. Otros, menos apasionados, decían: – Consigo la plata y vuelvo mañana. La mesa de 500 y 1000 colones, no por económicas carecían de interés. -Entre las ofertas, siempre encuentro alguna joya, comentó un muchacho con experiencia. Desde el punto de vista de la academia se logró lo que parece imposible: de la ingeniería a la poesía, del derecho a las orquídeas tropicales, porque, desde luego, hay que tener la mente demasiado cerrada para solo ver la propia disciplina y no caer en la tentación de probar otros manjares.
Este enjambre de mentes lúcidas y abiertas alrededor de los libros nos recuerda que la producción editorial es otro de los orgullos de nuestra universidad, más aun cuando vemos a su equipo, dirigido por doña Rosario, de 7 de la mañana a las 9 de la noche, sacando de las bodegas como pan caliente libros a precios más cómodos, libros que los y las estudiantes tienen derecho a comprar porque somos una universidad pública en la cual el interés por la lectura no debe ser un lujo sino un derecho.
Y ya que hablamos de libros terminamos con una frase de Saramago: “Prefiero… que el libro sea poblado por sombras de sombras, que el lector no sepa nunca de quién se trata, que cuando alguien se le aparezca en la narrativa se pregunte si es la primera vez que esto sucede, si el ciego de la página cien será o no el mismo de la página cincuenta, en fin, que entre, de facto, en el mundo de los demás, esos a quienes no conocemos, todos nosotros.”
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