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El derrame de petróleo en el Golfo de México se ha transformado en la mayor catástrofe ambiental del planeta y pone en duda el modelo de desarrollo basado en el uso de combustibles fósiles.
Una sed insaciable de energía, aunada a la voracidad sin límites de las empresas productoras de petróleo han puesto a la humanidad frente a la mayor catástrofe ecológica de la historia, un fenómeno que, según los expertos podría ser apenas el antecedente de lo que nos espera si se sigue con el mismo modelo.
La dimensión del desastre ecológico provocado por la explosión de una plataforma petrolera en el Golfo de México, el 20 de abril pasado, apenas comienza a vislumbrarse. Al derrame del petróleo, que contamina las aguas, se suma el efecto de millones de litros de Codexit, un químico utilizado para dispersarlo y evitar que el crudo llegue a la superficie.
De todos modos, peces, aves marítimas y un vasto ecosistema costero de cuatro estados en los Estados Unidos sufrirán las consecuencias del derrame por años.
Solo la conjunción de esos dos elementos –la necesidad creciente de energía y la voracidad de las empresas– explican la actual tendencia de las exploraciones, que British Petroleum (BP), la compañía británica dueña del pozo siniestrado, analizó en su informe anual del 2009, con el título «Operar en las fronteras de la Energía».
Se trata de ir cada vez más hondo en el lecho marino, y más allá de las áreas ya explotadas. En el caso de Estados Unidos, eso significa ampliar las fronteras de operación de las transnacionales a Alaska; una aspiración que fue avalada recientemente por la administración Obama.
Lo grave, según muestran las cifras, es que la sed insaciable de petróleo no se saciará con esas medidas, mientras los riesgos ambientales crecen de forma exponencial.
En el litoral estadounidense del Golfo de México, señalaba un artículo reciente publicado por el especialista Alejandro Nadal en el diario mexicano La Jornada, “operan 3.858 plataformas de perforación submarina. Pero todas esas plataformas petroleras apenas contribuyen con 1,6 millones de barriles diarios al consumo de Estados Unidos que rebasa los 19,5 millones de barriles diarios. La autonomía energética de Estados Unidos no va a venir de abrir nuevos campos al desastre ambiental”.
Para Michael T. Klare, profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College, la cuestión está clara: “el drenaje masivo de petróleo del fondo del Golfo México podría consumar uno de los mayores desastres ecológicos de la historia de la humanidad. Lo peor es que es sólo un anticipo de lo que será la era del petróleo degradado, una época caracterizada por la creciente dependencia de fuentes de energía problemáticas y difíciles de conseguir. La partida se desarrolla en terreno peligroso, y lo que está en juego es el destino del planeta”.
MILLONES EN JUEGO
¿Cómo evitar los riesgos si, además de las necesidades de las economías modernas, están en juego las ganancias multimillonarias de empresas hasta ahora todopoderosas?
BP anunció que, solo en el primer trimestre de esta año, sus ganancias superaron los seis mil millones de dólares, duplicando las obtenidas en el mismo período el año anterior. Los ingresos de la empresa, en el 2009, alcanzaron los $327 mil millones, lo que la clasifica como la tercera mayor empresa del país.
Con cifras de esas magnitudes en juego, no es extraño que las pérdidas de la empresa sean también gigantescas. Los costos del trabajos para taponar el pozo y contener la marea de crudo andan ya por los mil millones de dólares. Es costo final para la empresa es imposible de calcular, incluyendo las tareas de limpieza y las indemnizaciones de multimillonarias demandas.
En Inglaterra, en las casas de apuesta se juega a favor o en contra de la supervivencia de la empresa. Las acciones de BP cayeron en un solo día 13%, lo que representa unos 12 mil millones de libras, casi $16 mil millones.
Según otras estimaciones, desde el inicio del derrame el valor de la empresa cayó en un tercio, lo que representa cerca de $67 mil millones.Una analista de la industria petrolera destacó que BP “gasta mucho dinero en influir en la política de Estados Unidos y en la supervisión del cumplimiento de las normas”.
La toxicóloga marina y expescadora de Alaska, Riki Ott, una de las primeras personas en responder al desastre del buque petrolero Exxon Valdez en 1989 estimó que BP hará todo lo que pueda para limitar su responsabilidad. “Estas grandes empresas ayudan a redactar nuestras leyes y ayudan a elegir a nuestros congresistas que aprueban esas leyes. Entonces, estamos como en un juego donde nos hacen trampa”, dijo en una entrevista reciente.¿CÓMO SE DESATÓ TODA ESTA CRISIS?
Todo indica que se debió a las urgencias de la empresa por avanzar en el trabajo de exploración. “Existen indicios de que la compañía estaba inmersa en una frenética operación de consolidación del pozo de Mississippi Canyon 252, un paso previo al eventual traslado de la plataforma alquilada a Transocean a unos $500 mil diarios a algún otro sitio de perforación rentable”, afirmó Michael Klare.
Esa plataforma es uno de los equipos más sofisticados del mundo para la exploración petrolera.“La plataforma Deepwater Horizon fue construida en los astilleros de Hyundai en Ulsan, Corea, en 2001”, explicó el especialista mexicano, Alejandro Nadal. “Esta estructura flotante, con pontones y tanques de balasto en sus gigantescas columnas –añadió– fue diseñada para perforar en aguas ultraprofundas. Estaba dotada de un sistema de geoposicionamiento dinámico que le permitía permanecer fija con respecto a un punto en el fondo del mar. Esta tecnología utiliza sensores de corrientes y vientos para activar los motores que permiten a la plataforma permanecer fija en el mar.
La georeferencia es proporcionada por uno o más giroscopios y todo el sistema es coordinado por computadora. En septiembre de 2009, la Deepwater Horizon perforó el pozo submarino más profundo del mundo, con unos 10.700 metros (de los cuales 1.260 corresponden a la columna de agua). En pocas palabras ésta es la tecnología más avanzada en materia de perforaciones en aguas ultraprofundas”.
Naturalmente, las empresas aseguran que las posibilidades de accidentes con estas máquinas muy sofisticadas son mínimos, hasta que sucede alguno, como este, ocurrido a unos 80 km del delta de Mississipi.
En este incidente están involucrados también las empresas Transocean, dueña y operadora de la plataforma (por cuenta de BP) y Halliburton, responsable de la cimentación del pozo, un paso previo al inicio de su explotación.
Testimonios de trabajadores que consiguieron escapar de la explosión y pruebas recolectadas por grupos de especialistas y científicos contratados por bufetes de abogados, revelan que British Petroleum y Transocean “tomaron la decisión de seguir perforando a pesar de que sus técnicos les habían advertido, cuatro semanas antes de la explosión, de que el equipo de perforación había resultado dañado y que los sistemas para mantener la presión del gas y el petróleo habían quedado parcialmente inhabilitados”.
Como consecuencia, no solo se están provocando daños ambientales incalculables, sino que once trabajadores de la plataforma perdieron la vida en la explosión, y otros muchos salieron heridos.
¿Qué sigue ahora?
“Acometer perforaciones en Alaska y en el Ártico entraña peligros aún mayores, dadas las condiciones climáticas y ambientales extremas con las que es menester lidiar”, dice el profesor Klare. Por ahora, el gobierno norteamericano ha suspendido nuevas exploraciones en Alaska y en el Golfo de México.
Pero lo cierto es que el hambre de petróleo y de ganancias es insaciable.
Como lo señaló el analista inglés John Vidal, en el diario británico The Guardian, el horror no ha sido provocado por el derrame, sino por el hecho de que haya ocurrido en las costas de Estados Unidos.
“Si este accidente hubiese ocurrido en un país en desarrollo, en la costa occidental de África o en Indonesia, BP probablemente hubiese evitado la publicidad y evitado durante meses el inicio de la limpieza”.
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