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La campana como medio y objeto de construcción acústica, es un instrumento de metal, también artefacto musical, semejante a una copa, recipiente o florero invertido con un tipo de martillo colgante llamado badajo que la golpea por dentro, o por algún objeto exterior, también contundente, según sea su diseño y materialización; su introducción y posterior difusión en nuestra cultura costarricense se debe particularmente a la religión católica y a su tradición simbólica de llamado al anuncio y a la celebración.
En sí misma, es imagen y representación audiovisual de ciclos históricos y naturaleza dura de vida – muerte. Para nuestra presentación política, la campana es una herramienta social que da cuenta del imaginario y hechos reales de nuestro país, así como del anuncio de un magno triunfo, como es la nueva del mensaje de liberación – independencia, victoria colectiva sobre la opresión que acaba y prepara destinos, es decir, tañidos de alegría y rugir de independencia que arranca banderas de dominación y explotación, para crear y construir la propia con carta republicana, democrática y constitucional.
El 29 de octubre de 1821, los costarricenses de entonces, reunidos en Cabildo Extraordinario y Abierto en la Ciudad de Cartago – antigua capital colonial – decretaron la independencia absoluta de Costa Rica del gobierno español. Establecieron una Junta de Gobierno mientras creaban el cuerpo de leyes constitucional que ordenaría y daría ley a los habitantes de la nueva patria. Lo que podría llamarse el último gobernador de España en Costa Rica firmó el Acta de Independencia como matasello simbólico de aquella decisión irreversible, y como aceptación de la inexorable realidad. Ya nunca más obedecería a España, ni a Guatemala ni a Nicaragua en su relación de dominio y facto, sino a las Autoridades nacionales y a su ordenamiento político, jurídico y administrativo. A partir del 1º de diciembre de 1821, nuestro país puso a funcionar su primera Constitución Política, conocida como Pacto de Concordia. En otras palabras, ni Méjico, ni Guatemala ni Nicaragua, ni mucho menos España, Inglaterra o Simón Bolívar, ni los Estados Unidos ni Francia, tomaron ninguna decisión al respecto. Fue Costa Rica por sí misma. De ahí nacen nuestros Padres de la Patria, los que firmaron el Acta de Independencia, luego Juan Mora Fernández, Primer Jefe de Estado, Gregorio José Ramírez, republicano vencedor de la primera guerra civil costarricense en 1823, así como Braulio Carrillo Colina, el Arquitecto del Estado Costarricense, José Mª Castro Madriz y Juan Rafael Mora Porras. HE AHÍ LOS PADRES DE LA PATRIA. El Acta de Independencia y el Pacto de Concordia, nos dan registro de país constitucional desde la raíz misma del ser nacional costarricense. No somos pues un imaginario ni nos han regalado nada, como pretenden algunos historiadores nacionales y extranjeros que nos quieren ver como plato de babas y personas no pensantes ni capaces de hacer historia y darle un giro al destino político, social, económico, cultural y espiritual de nuestro país. Eso sí, sueñan con ser otros en la figuración de uniones ficticias y federaciones antojadizas y corruptas; somos una realidad que se come todos los días, que se vive todos los días, que se proyecta todos los días como unidad nacional, haciéndose y reinventándose a partir de nuestras decisiones. La lección de nuestra historia patria es: NI JUNTOS NI REVUELTOS CON NADIE. Tenemos que aprenderla bien, aplicarla mejor y proyectarla sin “güevos tibios” en la modernidad del mundo contemporáneo y futurista. Hacer negocios, tener buenas relaciones, enriquecer nuestra cultura con intercambios y sincretismos, con amigos y naturalizaciones sinceras y verdaderas, pero Costa Rica está primero y no debe comprometer nunca su identidad bio-diversa de honda raíz nacional. La historia nos ha pasado factura muy cara por el yerro brutal de no creer en nosotros y aplicar nuestra inteligencia al mismo nivel que las otras naciones de vanguardia. Si del pasado se aprende, el presente nos guía con ese faro de luz hacia el futuro, doscientos años después de habernos quitado el yugo genocida y explotador español. La educación es la clave que articula nuestra formación; la cultura popular, las tradiciones, costarricenses con orgullo en todos los niveles de nuestra experiencia y vivencia individual y comunitaria, de ser nosotros y no ser otros, irrumpe con campanas de optimismo nuestro futuro en la depredadora, pirata, deshumanizada y agresiva globalización con la que inició el año y milenio 2000 después de Cristo. Nuestro arraigo, himno y bandera dictan puntualmente que el bicentenario de nuestra independencia, la nuestra y no la de otros, tiene que celebrarse a todo meter, con fiesta nacional por todo el país, mostrando nuestra rica identidad y nunca en el servilismo de los políticos, comerciantes y vende patrias de turno que quieren vendernos por unas monedas a quien sea, llámense como se llamen, hombre o mujer.Está en nuestro retumbo de patria el bicentenario de nuestra independencia de España; Levantémonos con conciencia lúcida; todos los días tenemos que luchar por mantener nuestra independencia, en una guerra sin fin.
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