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Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, existen diversos potenciadores del desarrollo humano: educación; salud y nutrición; medio ambiente; empleo y libertad económica y política.
Estos potenciadores son interdependientes, pero la educación actúa como pilar de todos ellos, en tanto que es factor esencial en el mejoramiento de la salud y la nutrición, la preservación del medio ambiente, la expansión y el mejoramiento de las capacidades laborales, a la vez que es base de la responsabilidad política y económica.
Muchos países priorizan sus políticas en educación cuando se proponen fomentar el desarrollo nacional o bien, como en la actualidad, cuando buscan opciones viables para acelerar la salida de situaciones críticas.
La educación es tal vez la única variable de las políticas sociales que tiene la virtud de impactar simultáneamente en la competitividad económica, la equidad social, la conducta política de la ciudadanía y la productividad y la creatividad de las personas y de las empresas, sin importar su tamaño ni su naturaleza.
Las universidades públicas son instituciones complejas, al igual que lo es su relación con el entorno. No sorprende entonces que con frecuencia se viertan opiniones sobre ellas que denotan desconocimiento de sus realidades y procesos. Un caso de pertinaz reiteración es cuando se afirma, en contra de toda evidencia empírica, que la mayoría del estudiantado de las universidades públicas proviene de hogares económicamente privilegiados. En la UCR, el 64% de quienes ingresaron en el 2010 proceden de colegios públicos. CONARE ya se ha referido a este tema, pero es de esperar que la opinión mencionada se repita cual delirante obsesión.
Otro tema es la sugerencia de que las universidades vendan servicios a la comunidad, como lo recomienda Thelmo Vargas en La Nación del 18 de junio, para lo cual – dice – tampoco existe impedimento. Eso es correcto, pero la sugerencia es tardía toda vez que, desde hace mucho tiempo, la UCR mantiene relaciones remuneradas con el sector privado y el público, organizaciones de la sociedad civil, instancias internacionales y otras instituciones académicas. Esta vinculación se da en forma de investigación y desarrollo (investigación con financiamiento complementario, investigación contratada, producción y venta de bienes de base tecnológica); transferencia de conocimientos (licenciamiento, educación continua y capacitación); servicios científicos y tecnológicos (asesorías y consultorías, servicios de laboratorio y servicios técnicos).
La UCR ha creado instancias de investigación “mixtas” (universidad/Estado), cátedras sobre la relación entre la universidad y la empresa (organizadas por ambas instancias), fondos concursables para estimular la vinculación con sectores sociales y empresariales, reconocimientos a la responsabilidad social empresarial y una instancia adscrita a la Vicerrectoría de Investigación dedicada a la gestión de la innovación. Si a esto se suman una alta inversión en equipo de laboratorio de punta, bases de datos de texto completo comparables a las de las mejores universidades del mundo, la digitalización de la producción académica institucional y una política sostenida de evaluación y aseguramiento de la calidad, no resulta extraño que el Foro Económico Mundial indique que las instancias de investigación de Costa rica se cuenten entre las mejores de América Latina.
Más de 2.000 actividades de vinculación remunerada con el sector externo son llevadas a cabo por la UCR. De todas las que se realizan con empresas del sector privado, alrededor del 43% corresponden a investigación o desarrollo tecnológico; con el sector público, las actividades mayoritarias (55%) son asesorías y consultorías, capacitaciones, educación continua, talleres y cursos.
Una preocupación es que la vinculación remunerada pueda desvirtuarse en una fuente de beneficios personales. Los datos sin embargo no apoyan esta visión, ya que, en la UCR, el gasto en servicios personales de los fondos del vínculo externo no supera el 11%, mientras que el monto mayor se dedica a servicios no personales, adquisición de materiales y equipos tecnológicos.
Las actividades de la UCR con el sector externo son amplias y diversas, y no se agotan con el vínculo remunerado, sino que abarcan múltiples programas de acción social de gran importancia para el país, puesto que somos una institución generosa que hace del logro del bien común uno de sus más preciados valores y propósitos. Pero no todo es ciencia y tecnología; por el contrario, dedicamos muchos esfuerzos a la creación artística, a la producción intelectual desinteresada y al disfrute estético. En suma, consagramos muchos de nuestros esfuerzos a la creación de valores culturales.
La UCR es una institución que contribuye efectivamente al desarrollo de una cultura epistémica como no lo hace ninguna otra institución en nuestro país. Esa es una de las funciones que la sociedad costarricense nos ha encargado cumplir y lo hacemos. Como es sabido, este encargo social puede realizarse mejor en condiciones de autonomía, la cual no ha implicado aislamiento del entorno, sino una oportunidad de desarrollo de conocimientos con capacidad de aprovechamiento general.
En la UCR cultivamos los valores de la relevancia científica, la pertinencia social y la rentabilidad académica, acorde con un modelo de comunidad abierta y solidaria, cuyos resultados y productos apoyan la inserción en la sociedad global. Promovemos el desarrollo de capacidades de absorción de conocimiento y tecnología de alta intensidad, y estimulamos políticas nacionales que aprovechen, de manera socialmente responsable y solidaria, el potencial del conocimiento sistemático.
La cultura universitaria es un valioso legado de la evolución social y bien haría el Estado en fortalecerla, al igual que a la educación en todos sus niveles, pues ella será uno de sus más poderosos aliados en la superación de la actual crisis económica, cuyas soluciones – eso es seguro – no vendrán solo del mercado. Más allá de la coyuntura actual, la educación pública es factor decisivo de un modelo de sociedad que se compromete con una lucha siempre inacabada a favor de la equidad y la justicia. Eso es lo que ahora está en juego: una sociedad que reafirma la educación pública como derecho cultural y logro social o aquella otra que privatiza el conocimiento y su transmisión y, de paso, renuncia a conocerse a sí misma mediante la reflexión crítica.
Mucho habla el gobierno de sociedad del conocimiento, de ciencia, tecnología e innovación. Pero la verdad es que, en estas materias, el Estado costarricense ha creado, por omisión y falta de decisión, una creciente deuda con nuestra sociedad; sus inversiones son exiguas y sus esfuerzos, que no son irrelevantes, están todavía por demostrar mayor pertinencia para el desarrollo nacional. Es hora de cambiar y de cumplir con la promesa de la modernización. Nosotros en la UCR sí estamos preparados para el futuro.
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