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La ciudad de las tormentas

“La ciudad de las tormentas” es cine bélico de alto calibre, filmado con refinada destreza; una denuncia política valiente y esclarecedora; y una campaña de silenciamiento y virtual sabotaje, caracterizan este magnífico estreno.

“La ciudad de las tormentas” es cine bélico de alto calibre, filmado con refinada destreza; una denuncia política valiente y esclarecedora; y una campaña de silenciamiento y virtual sabotaje, caracterizan este magnífico estreno.
La serie de Bourne (tres filmes), con el aún joven mas ya experto Matt Damon (“El talentoso señor Ripley”, “Los infiltrados”, “Invictus”) como un hombre en crisis de identidad (una suerte de “El extranjero”), perseguido por fuerzas indeterminables pero letales, me convenció por su eficacia narrativa y me sorprendió por su firme sustrato.
Su sagaz realizador, Paul Greengrass es británico, y antes de aparecer en Hollywood había destacado con un cine de tonos documentales y crítica incisiva, como “Bloody Sunday” (el conflicto irlandés). En la modestia financiera de sus inicios desarrolló una notable habilidad para filmar cámara en mano acciones febriles ¡pues no podía pagar los trípodes!, dice.
Su bien logrado “Vuelo 93” expone, en el ambiente claustrofóbico de un avión secuestrado, el enfrentamiento de pasajeros y terroristas durante el ataque a las Torres Gemelas. Allí obvió considerar las dudas sobre las verdaderas causas y protagonistas del atentado que levantó el gobierno de Bush Jr.
 En “Green Zone”, título original del filme en cartelera y que alude a la zona protegida donde los invasores estadounidenses se aíslan de la violencia que asola Bagdad, Paul se atreve, desengañado, con el conflicto vigente de la Guerra de Irak. Y el guion del consagrado Brian Hegeland (“cuyo texto para Robin Hood” es buenísimo) va directo a morder la yugular. Su filme expone, mediante un relato en parte documentado, en parte ficticio, cómo se fabricaron las mentiras para justificar la Guerra de Irak. Principalmente, el cuentazo de las armas de destrucción masiva que, como bien sabemos, no existían, y claro, nunca aparecieron.
La película logra una magnífica ambientación que nos pone allí, donde se cuecen los intereses y se destruye un pueblo. Que es lo único que comparte con “The Hurt Locker” (incluido el fotógrafo), esa diz que apolítica patriotera gringada que bochornosamente ganó el Óscar.  
Actuaciones impecables de todo el elenco en “Green Zone”  llevan con fluidez un relato complejo mas no complicado, que combina hábilmente los lances militares con las intrigas políticas. Potenciado por la música estridente y el manejo preciso de las tensiones, como filme “de acción” es admirable. Pero, además, revela que tanto el ejército estadounidense, como la misma Agencia Central de Inteligencia fueron engañadas y arrastradas a una guerra cuyos responsables directos son los políticos republicanos que manejaron a Bush Jr. (y a Tony Blair y a José María Aznar).
Greg Kinnear hace un estupendo trabajo como el burócrata manipulador. Matt Damon (inspirado en el “verdadero” Monty González) es el héroe individual –tradición estadounidense- que se rebela contra el sistema corrupto y que si bien no puede detener la trama, logra denunciarla. Precisamente ese es el papel de un filme como éste, basado en la laboriosa investigación “Imperial Life In The Emerald City”, del corresponsal del  Washington Post Rajiv Chandrasekaran (el cual, como es de esperar, es mucho más denso y complejo), sobre una de las grandes y destructivas estafas de la historia, tan conocida como no reconocida, especialmente por el ignorante gran público estadounidense que ahora arrea el extremista “Tea Party” hacia nuevos delirios imperiales.    Éste no es solo un excelente filme, tremendamente atractivo. Es un documento político indispensable para que el gran público comprenda el mundo contemporáneo. Por eso la han combatido sin cuartel  los poderosos carteles y medios de la extrema derecha. Y aquí la sacrificaron entre las muy taquilleras “Toy Story III” “Schreck” y “Eclipse”, y hasta dos meritorios filmes nacionales. Mas no se dejen manipular; vayan a verla, es fundamental.

  • Gabriel González Vega 
  • Cultura
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