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En los últimos años, el Centro de Investigaciones Históricas de América Central (CIHAC) y la Escuela de Historia, ambos de la Universidad de Costa Rica, han patrocinado algunas importantes publicaciones sobre áreas como Guanacaste y el Pacífico central y sur del país.
Indudablemente, esta es una iniciativa muy valiosa, ya que, hasta la década de 1990, tales espacios geográficos, así como el Caribe costarricense, fueron de limitado interés para los historiadores costarricenses, por lo que las principales investigaciones fueron llevadas a cabo por académicos extranjeros, como Marc Edelman, Philippe Bourgois, Ronald Harpelle y Aviva Chomsky, entre otros. Lamentablemente, la valiosa iniciativa de los colegas del CIHAC y de la Escuela de Historia parte de una crítica historiográfica que es tan imprecisa como cuestionable. En la introducción del último libro publicado por ambas instancias, De puerto a región: el Pacífico central y sur de Costa Rica, se destaca la labor del historiador José Daniel Gil Zúñiga por promover “…por medio de su trabajo de campo, una nueva forma de hacer historia con la gente y una gran audacia al dejar atrás tanto la mitología historiográfica liberal como la de la autodenominada nueva historia”. ¿En qué consiste la mitología de esa nueva historia y, ante todo, a cuál nueva historia es a la que se refiere ese comentario? La única referencia que sustenta ese comentario es un artículo del historiador Juan José Marín Hernández, en el cual se consideran diversas experiencias de difusión histórica, pero el tema de la mitología de la nueva historia está ausente. Más grave aún, es que en la introducción ya indicada, la iniciativa de estudiar regiones como el Pacífico central y sur se justifica con el criterio de superar “…la sesgada historia vallecentralina y oficialista…” En este caso, no sólo se evade de nuevo la responsabilidad de especificar cuál es la historiografía que se critica, sino que, tácitamente, se convierte en un valor académico el estudio de áreas geográficas distintas del Valle Central. Esta perspectiva es doblemente problemática porque, para empezar, el valor científico de una investigación no depende del área geográfica escogida, sino de los problemas planteados y de cómo se resuelven en términos teóricos, metodológicos y documentales. Por si fuera poco, tal perspectiva, de manera completamente irresponsable, tiende a descalificar la investigación cuyo escenario geográfico es el Valle Central, el área más poblada del país y eje de su experiencia histórica desde la época colonial. La ligereza y el descuido con que estos asuntos fueron tratados en el libro indicado, se manifiestan también en la publicación de algunos artículos recientes de la Revista de Historia, publicada por el CIHAC y la Escuela de Historia de la Universidad Nacional. Sin duda, el caso más evidente es un artículo precisamente de Gil Zúñiga, incluido en los números 53-54 (2006) de esa revista, donde el autor, considera los primeros años de vida independiente de Costa Rica sin molestarse en consultar la producción historiográfica publicada en el país en los últimos 30 años que se relaciona con ese período. De hecho, Gil Zúñiga reproduce la información acerca del número de habitantes que había en Costa Rica en 1820 sin atender, siquiera, a la crítica de Héctor Pérez a los datos demográficos de esa época. Avanzar en el conocimiento del pasado costarricense supone, entre otros aspectos, diversificar la cobertura espacial de las investigaciones; pero igual de importante es evitar los cuestionamientos imprecisos, sesgados e irresponsables, y garantizar la debida revisión de los materiales que se presentan para ser publicados.
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