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El colapso en el significado de existir

A mi viejo y querido amigo Roberto Fragomeno Director Escuela de Filosofía UCR

A mi viejo y querido amigo Roberto Fragomeno Director Escuela de Filosofía UCR
Colapso del sistema capitalista provoca que nuestra existencia se desgaste entre objetividades agobiantes, la existencia se vuelve incómoda, se divorcia de la vida, pues es incapaz despertar la pasión suficiente para comprometer al espíritu humano en la creación de nuevos significados.
Existir es simplemente vivificar los significados de ser con los que  nuestra cotidianidad adquiere alguna coherencia, pues la vivencia de experiencias diversas, dispersadas en espacios y tiempos inter-subjetivos, sólo se relacionan entre sí por sujeto que las vive; vivir es mas complejo, es crear los significados de ser con los que organizar la cotidianidad experimentada en experiencia cotidiana de significados. La vida posibilita la existencia, pues los significados cercan la cotidianidad con fronteras de sentido, dentro de los que el transcurrir de las experiencias diversas se interpreta dentro de marcos valorativos sólidos y seguros, comprensibles por su contenido material: la identidad con la realidad histórica dentro la que se gestan. Una modificación en esta produce una distorsión en aquel, esto es justamente lo que está sucediendo el momento actual de colapso del sistema mundo capitalista.
Los significados que daban coherencia de la existencia dentro la sociedad capitalista, progresivamente se desarticulan como efecto de su colapso; la existencia se vuelve así una vivencia monótona  que no permite la irrupción de momentos de vida, pues la valoración de lo diverso sólo se da a través de la frágil reiteración de espacios acostumbrados y tiempos rutinarios. La existencia se ha vuelto tan gris como el futuro de la sociedad donde transcurre, pues no hay exigencia de creación de significados.
La identidad de un sujeto emerge de los sentidos de ser que vinculados, sintéticamente, por su inteligencia, constituyen una forma de ser  o existir reconocible, el sujeto es en tanto configure una identidad reconocible desde la incidencia heterárquica de sentidos en su conducta y valoración de la cotidianidad, la identidad entonces se constituye por relaciones sintéticas heterárquicas.
La estabilidad de esas relaciones sintéticas depende de la solides material en las condiciones sociales de experiencia intersubjetiva. Las rupturas y desarticulaciones en esas condiciones de la cotidianidad vacían de contenido los significados de ser, vaciando entonces su identidad, y desembocando en una vivencia incomprensible; el sujeto se dispersa entre situaciones,  volviéndose tan incomprensible para sí, como para nosotros. La existencia  cae en desasosiego y lo lleva al anonimato, la soledad le asalta el alma, la muerte se transforma en la única esperanza urgida de ser abrasada.
Las relaciones sintéticas identitarias se constituyen por exigencias de sociabilidad, por ello la persona ante la ausencia de identidad se transforma en un ermitaño que vive en ciudad,  no conoce  siquiera el aspecto de sus vecinos, y en el peor de los casos, se transforma en verdugo de quienes, amándolo, aun  lo rodean. El reconocimiento de la humanidad en el otro se torna borroso y esporádico, siendo un privilegio que se le asigna.
La crisis en las condiciones materiales de cotidianidad hacen irreconocibles los significados identitarios que se vivencian, la existencia se disocia de la posibilidad de visibilizar espacios y tiempos  de vida; en el colapso el sistema mundo capitalista la cotidianidad incomprensible destierra del alma humana la pasión por reformarla, el ser humano se criminaliza, judicializando a los otros con mas desprecio, represión  y anonimato.
Mientras que la existencia oscila entre el placer y el desprecio, la vida tan sólo gira en torno a la pasión intensa de crear y reorganizar el mundo, nada tan lejano a la vida como lo monótono, gris o desapasionado que nos encierra dentro los límites de la desesperanza, nada tan lejano a la vida como este momento de colapso donde las únicas  experiencias posibles son la frustración y el desasosiego. Por ello no debe extrañar que la cotidianidad del colapso nos golpee el rostro con continuos asesinatos y manifestaciones de deseos apocalípticos de muerte, ya que la  muerte es la única expectativa a la que se puede aferrar aquel cuya existencia se ha vaciado de vida.
El paradigma del realismo valorativo nos hizo perder el valor de la utopía, y  hoy solo es ella la que nos puede devolver la vida, con mayor pasión que nunca, comprometiéndonos con la construcción y consolidación en el Abya Yala (Latinoamérica) del humanismo absoluto de la historia: el socialismo, la utopía de un mundo pertinente para una vida decente.

  • Hermann Güendel (Sub director Escuela de Filosofía UNA)
  • Opinión
Socialism
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