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Para la nueva sensibilidad de la clase dominante local y política, el concepto de soberanía y dignidad no tiene ningún significado: basta que las transferencias de mercancías, tecnologías y servicios dejen ganancias, aunque el capital remozado y esplendoroso provenga del mismo narcotráfico: “a mí qué me importa que se subaste en pedazos el país o que el ejército de Estados Unidos se atrinchere en Costa Rica, dice, en un exabrupto, el devoto empresario y, a ratos, traficante de la fe”.
El vasallaje colonial que exhiben por todo el mundo los diputados de liberación, libertarios y un “panderetero” tiene una excusa inobjetable: la lucha de los paladines de la libertad contra el narcotráfico. Y ahí está el respaldo de la Presidenta, del flamante Ministro de Seguridad Pública, del Jerarca del Instituto Antidrogas y, la ¿DIS? (Tan oscura y tenebrosa como todas las agencias de seguridad nacional).
Mientras los analistas políticos y expertos en seguridad afirman que se trata de una estrategia militar, de intereses ideológicos, políticos y económicos, hay que preguntarse: ¿cuál es mi papel como ciudadano? ¿Qué puedo hacer frente a esa concepción simétrica y sumisa entre el poder Legislativo y del Ejecutivo? ¿Conlleva esta actitud una pérdida de mi identidad o simplemente son lugares comunes o discursos retóricos que en nada ofende mi dignidad? ¿Y la llevada y traída tradición pacifista de Costa Rica es un mito o hay que seguir las loas, reverencias y aplausos encendidos de los Góngoras o los Rodríguez que agitan el pañuelo y se ruborizan, no por vergüenza o dignidad, sino excitados por sus mismos gritos de alabanzas ante el paso marcial del ejército gringo?
También hay que cuestionarse, por qué se viola el artículo 12 de la Constitución Política: “…Solo por convenio continental o para la defensa nacional podrán organizarse fuerzas militares; unas y otras estarán siempre subordinadas al poder civil…” Se puede confiar en las sabias palabras de la Embajada de Estados Unidos que subrayan la buena fe de la cooperación desinteresada y humanista de su ejército ¿Cuál es el objeto de esta invasión democrática? ¿Qué relación tienen las bases militares en territorio colombiano y en Honduras con el narcotráfico? ¿Cuál es el verdadero plan de los estrategas del Pentágono? ¿Qué relación tiene esta “cooperación conjunta” con el Plan Colombia? ¿Cuál es el mensaje que se les pretende dar a los gobiernos de izquierda del Sur? ¿Un jaque mate a las FARC o mensaje para algún gobernante majadero que se debe alinear?
¿Los dieciocho mil soldados, helicópteros, aviones y demás instrumentos de guerra serán efectivos para controlar el narcotráfico, liquidar el lavado de dinero, ni más ni menos como lo hace la DEA y otros cuerpos de seguridad en Estados Unidos? Además, quién puede dudar de las palabras de la señora Presidenta que afirmó en Radio Reloj: “las fuerzas navales de Estados Unidos estarán bajo un estricto control de las autoridades del país”. ¿Complacencia o ficción, señora Presidenta?
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