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Con consternación hemos leído el reciente campo pagado en La Nación del 13 de junio de 2010) por un grupo autodenominado «Comunidades Judías de América Latina» dando un acrítico apoyo a Israel, con relación al acto de terrorismo de estado que realizó en contra de la flotilla de ayuda humanitaria a Gaza, efectuado en aguas internacionales.
El título de este campo pagado es la frase oximorónica “Por Israel y Por la Paz”. Los observadores informados saben que por años, un gobierno Israelí tras el otro, ha hablado de la paz cuando en realidad no tiene ninguna intención de hacer lo necesario para lograrla. ¿Es creíble proyectar a Israel como el valiente y amenazado David bíblico en contra de un gigantesco Goliat árabe, cuando la proporción entre víctimas palestinas e israelíes es de 100 a 1, o cuando el proyecto de colonización sionista se ha mantenido y fortalecido a sí mismo durante seis décadas de ocupación militar?
¿Cuán vulnerable es el autodenominado estado judío? ¿Con su producción y acumulación colosal de armas nucleares y otras armas de destrucción masiva? ¿Con el acceso ilimitado al financiamiento, tecnología militar de punta y apoyo de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU que le brindan los Estados Unidos de América? Independientemente de cuan deplorable sean los cohetes artesanales lanzados desde Gaza en respuesta a las acciones de Israel, su impacto no se compara con el bombardeo indiscriminado, los asesinatos selectivos e invasiones completas periódicas efectuadas por el bando israelí.
El bloqueo y el confinamiento de la población de Gaza, convertida en la prisión a cielo abierto más grande del mundo, se justifica como una medida necesaria y como un “castigo colectivo” por la victoria de Hamas en las elecciones del 2006 sobre la antes dominante fracción de Fatah en la política Palestina. Siendo que esta elección fue evaluada como justa por respetados observadores internacionales de Europa y Estados Unidos. Pero los candidatos exitosos de Hamas en Cisjordania fueron rápidamente encarcelados por los israelíes. Este enfoque, incluidos los asesinatos de otros líderes de Hamas, no es un diseño racional para reducir la hostilidad de Hamas hacia la fuerza de ocupación sionista. El mantenimiento en Gaza del rehén soldado israelí, Gilad Shalit, podría terminar si Israel liberara a miles de palestinos que mantiene como presos políticos.
¿No es acaso un ejercicio de cinismo vergonzoso el que los responsables del campo pagado invoquen «una visión de dos estados-uno judío y otro palestino-viviendo en paz y seguridad» cuando lo que sucede día a día con la ocupación hace de un estado Palestino una posibilidad remota? La red de carreteras para uso exclusivo de colonos israelíes, la expansión de construcciones de asentamientos de colonos, la expropiación de fuentes de agua, electricidad y la destrucción de la agricultura Palestina, sus instituciones educativas y culturales, y otras políticas de dominación, nos hacen concluir que la administración Palestina que tienen en mente los sionistas no es más que un bantustán al estilo surafricano de Apartheid. El diseño israelí del territorio palestino asemeja un queso suizo, donde a los palestinos se les deja únicamente los huecos. No hemos olvidado la alianza militar y política de Israel con el desacreditado régimen racista depuesto por el liderazgo de Nelson Mandela, el arzobispo Desmond Tutu y otros quienes hoy ven a Israel como el estado sucesor de la práctica del apartheid. No hemos olvidado a la valiente minoría de judíos israelíes que han denunciado el aumento de prácticas y políticas militaristas y poco democráticas de ese gobierno; o al liderazgo de la minoría cristiana de Israel y Palestina que se ha unido a la protesta y llamado a la solidaridad internacional.
¿Dónde quedan los adalides de la visión de los profetas hebreos de la antigüedad, quienes en el Libro de Amos nos dicen “permitid que la justicia fluya como un río y el hacer bien como un arrollo desbordante”. La fe de las comunidades traiciona su propia herencia al reducirse a promotores de un tribalismo autocomplaciente. Al hacer esto se disminuye el entendimiento de escrituras sobre el Dios único, verdadero y universal.
Lo divino, en los cielos y dentro de nosotros, supervisa a todas las personas y naciones, ya sea como cristianos, judíos, musulmanes o cualquier otro credo y nos comanda a hacer paz justa con nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo. El bloquear, humillar en puestos de control, cercar en separaciones crueles, y discriminar religiosa o étnicamente es echar por la borda la visión profética.
El legendario sabio hebreo Hilel, nos dice hoy, “Si no soy para mí mismo, ¿quién va a ser para mí? Pero si solo soy para mí mismo, ¿quien soy yo?
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