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Con una recomendación del ya anciano Alexander von Humboldt al Presidente costarricense Juanito Mora Porras, los jóvenes médicos y científicos, Carl Hoffmann y A. von Frantzius, graduados de la recién establecida Universidad de Berlín, tocaron suelo costarricense acompañados de sus esposas a mediados del siglo XIX.
Su intención era establecerse en suelo nacional y ejercer la medicina pero también, inspirados por los hermanos von Humboldt, aprovechar esa singular oportunidad para estudiar la riqueza natural de Costa Rica.
Poco tiempo después durante 1856 y 1857 el doctor Hoffmann acompañó como médico de campaña a las tropas costarricenses luchando para eliminar por siempre del suelo patrio al filibusterismo walkeriano. Terminada la gesta, continuó con su labor humanitaria y por algunos pocos años antes de su muerte, tuvo más tiempo para dedicar a su verdadera pasión: el estudio y la investigación del mundo natural costarricense. No obstante su prematura muerte acaecida en Puntarenas, muchas especies de fauna y flora costarricense llevan su nombre, la más emblemática el perezoso de dos dedos Choloepus hoffmanni. Asimismo, en sus preciados escritos describiendo su ascenso al macizo del Irazú en 1857, incluye la primera mención de la migración de los grandes felinos americanos, los jaguares, Felis onca y pumas, Felis concolor, desde la cordillera volcánica central a las llanuras del Atlántico para participar del festín de las también trashumantes tortugas marinas. Cien años más tarde, dos amigos otean el horizonte marino desde las arenas negras de Tortuguero, sus empapados pantalones arremangados hasta las rodillas. Eran el zoólogo floridiano Archie Fairly Carr Junior y el empresario costarricense Guillermo Cruz Bolaños, mejor conocido como don Billy. Archie de mediana estatura y denotando extrema delgadez con ojos inquisitivos y penetrantes como dardos azul marino, y el otro un gran señor costarricense, heredero de una estirpe de caballeros creativos y dedicados al servicio de la patria y las causas nobles. Fue la servidora doméstica en su residencia quien le contó a don Billy de un sitio en la costa Atlántica llamado Tortuguero donde llegaban miles y miles de tortugas marinas a anidar. Y entonces Archie y don Billy emprendieron juntos el viaje más importante de sus vidas que empezó en la década de los años 1950 para no terminar jamás. A partir de esa primera visita hace ya más de 50 años, Archie pudo documentar la inmensa riqueza natural de Tortuguero abarcando sistemas de bosques, lacustres y marinos. Asimismo, la tala indiscriminada de sus bosques para la exportación de madera y la captura de las tortugas marinas verde o blanca (Chelonia mydas), también para la exportación. Concluyó entonces que la magnitud de la extracción de los recursos maderables y faunísticos de Tortuguero era insostenible y no duraría más allá de algunas décadas. Fue también durante estos primeros años que presenció con asombro como hordas de cientos de perros arribaban a Tortuguero respondiendo a pistas ancestrales, para departir del banquete ofrecido por la naturaleza en las playas de anidación. Ciertamente, los grandes felinos, jaguares y pumas, también migraban cientos de kilómetros desde la cordillera volcánica central y muchos otros sitios, como lo relata Carl Hoffmann en 1857, para compartir el festín. Durante la década de los años 70 Costa Rica ya contaba con un novedoso sistema de parques nacionales dependiente entonces de la Dirección General Forestal del Ministerio de Agricultura y Ganadería. Este sistema pionero fue favorecido desde sus inicios con la dedicación y honestidad del biólogo Mario Boza Loría y su asistente el también biólogo Alvaro Ugalde Víquez. Las preocupaciones de Archie y don Gullermo respecto al futuro de Tortuguero y las tortugas marinas encontraron eco en estos notables caballeros, pero también, en la Primera Dama de entonces, Karen Olsen de Figueres. Diligente y visionaria, doña Karen confirió toda su no pequeña influencia en el gobierno de don Pepe Figueres al establecimiento de los parques nacionales y muy pronto los primeros parques naciones se establecieron en Costa Rica, incluyendo el hoy famoso mundialmente Parque Nacional Tortuguero. El 23 de mayo se celebró el Día Mundial de las Tortugas Marinas. Roxana Silman, directora residente de la Caribbean Conservation Corporation (CCC), la organización fundada por Archie Carr y don Billy Cruz, conjuntamente con la comunidad de Tortuguero, nos invitaron a participar del evento. Asistimos un grupo de admiradores de las tortugas marinas, entre éstos Juan Figuerola y su esposa Milagro. Juan estrenando orgullosamente su reciente nombramiento como coordinador nacional de la Red Nacional de Conservación de las Tortugas Marinas. Atravesando las lujuriosas montañas de la cordillera volcánica central, para después navegar por interminables plantaciones de banano, piña, y plantas ornamentales además de granjas caseras destacándose los racimos emplasticados de plátano y los sangrantes ramilletes del achiote, llegamos finalmente a las llanuras de Tortuguero. Se acababa de cerrar oficialmente la temporada de anidación de las tortugas baula (Dermochelys coriacea). Conocí que para esta temporada 8 baulas habían sido depredadas por jaguares y sus crías; y también que durante la temporada de las tortugas verde o blanca es común documentar decenas de tortugas consumidas por los grandes felinos. Ello, como ya conocemos por los escritos de Carl Hoffman en 1857, es parte del quehacer natural. No obstante, en el presente, seguramente debido a una mayor carestía de presas tradicionales como chanchos de monte y monos, entre otros, víctimas de la cacería ilegal, los grandes felinos optan por atrapar a las indefensas pero abundantes tortugas. Ello ha resultado en un aumento anecdótico de las poblaciones de jaguares y pumas en Tortuguero y en una atracción turística de gran magnitud, cuando la suerte acompaña y se logra ser testigo de ese acto singular. El aumento anecdótico de las poblaciones de jaguares y pumas en Tortuguero debido al consumo de tortugas marinas encuentra eco en los parques nacionales Corcovado y Santa Rosa sobre el litoral Pacífico costarricense, poseedores, asimismo, de poblaciones reproductoras de tortugas marinas. Lo anterior es vivo ejemplo de las grandes contribuciones de las tortugas marinas al mundo natural. No obstante, en lo que respecta al quehacer humano, después de más de 50 años de trabajar en Tortuguero y ser el proyecto conservacionista de su índole más antiguo del mundo, la CCC puede sentirse muy satisfecha de haber contribuido paradigmáticamente a lograr la sostenibilidad de los sistemas boscosos, lacustre y marinos en ese parque nacional. En el presente la comunidad de escasamente 2.500 personas aprecia ese mundo natural casi intacto que constituye su élan vital y trabaja con ahínco para mantenerlo sin basura y reciclar un volumen considerable de sus desechos. Lo mismo sucede con el ahorro del agua potable. Por todo ello, muy pronto Tortuguero será merecedor del galardón ecologista Bandera Azul. Pero como no hay dicha perfecta, me entristeció detectar una fina capa de aceite iridiscente sobre las hermosas aguas negras de la laguna de Tortuguero, donde nadaban cardúmenes de lisas, guabinas, guapotes, mojarras y otros cíclidos que se aglutinan en el género de los Alfaroides (en honor a Anastasio Alfaro quien describió primeramente a estos últimos en los albores del siglo XX). Ciertamente, al situarse la laguna justamente en la desembocadura al mar Caribe, recibe todo el impacto de la magnitud del desarrollo agrícola inter alia aguas arriba. Aunque aún no son muchos los hoteles de lujo invadiendo sus riberas, los pocos que allí se ubican cuentan con marinas particulares que albergan hasta 20 lanchones cada uno: pequeñas marinas privadas cuya suma totalizada fácilmente alcanza los cientos de metros de construcción. Y, según fui informada, existen muchos otros planes para construir más y mayores hoteles en Tortuguero. ¿Estaremos, entonces, ignorando la moderación, y abrumando a este casi prístino ecosistema con demandas desarrolladoras insostenibles?
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