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El mar llora en silencio y la tierra se desangra. El globo terráqueo agoniza y la vida marina del Atlántico entra en coma profundo. Aves, peces, corales, ballenas y delfines, cantan su canto triste y postrero…
Una de las peores catástrofes petroleras se ha desatado, la muerte enluta el océano y no hay eco; la humanidad está sorda y ciega para otro grito que no sea “goool”, muda para corear algo diferente al “olé” por la España de los arcaicos sanfermines, la reina ”jabulani” o el dios Fútbol…
Dos grandes sucesos han ocurrido este año: La XIX Edición del Mundial de Fútbol, realizada por vez primera en África, (11 de junio al 11 de julio) en donde 32 países (de 204 que compitieron) tuvieron oportunidad de estar en Sudáfrica y estrenar estadios multimillonarios construidos para dicho convite, que ganó España; cosa harto sabida por los ciudadanos del planeta Fútbol… Y, la explosión de la plataforma petrolera Deepwater Horizon, operada por la British Petroleum (BP) en el Golfo de México, el 20 de abril, que colapsó el 22, cobrando 11 vidas humanas.
Desde entonces emergen 24.000 barriles de crudo al día, (20 millones de litros), uno de los mayores ecocidios de la historia; cosa harto ignorada por los ciudadanos del planeta Tierra…
¡Vaya contraste!, una tragedia petrolera que podría ser apocalíptica y un campeonato de fútbol: dos acontecimientos simultáneos, pero divididos por una eternidad: desidia, dinero, menosprecio y desamor por la vida… Es como si se tratase de dos planetas diferentes; mientras el mar se envenena con el oro negro que a todos nos tocará pagar, el mundo se dedica al mundial: sus goles, pifias y yerros arbitrales, los fracasos y goces del planeta Fútbol, (escuela para ¿quién quiere ser millonario?).
Nadie sopla vuvuzelas de alerta por el desastre marino del planeta Tierra (que la BP procurará pagar, ¿a quién y para qué? con $75 millones). Nos desangramos bajo un escalofriante silencio mediático… ¿Por qué? Todos admiraron los pronósticos del pulpo Paúl, pero nadie escucha a los miles de animales que desde el Atlántico, pronostican una derrota nefasta para la vida, merced a la insaciable ambición humana.
¡Qué triste!, los ojos abiertos para el mundial están cerrados ante el velo negro que cubre 200 mil kms. 2 del Atlántico, cuyas mortales consecuencias son insospechadas e impredecibles. Quienes aplaudieron a Forlán, hoy no tienen manos, ni voz ni voluntad, para protestar por la catástrofe que arrasa la Vida, para el enriquecimiento sospechoso de quienes manejan las estrategias financieras del mundo. (¿Qué habrá en ese subsuelo oscuro, frío y resquebrajado?). Billones de dólares que habrían sacado a África y Latinoamérica de su prehistoria, se dedicaron al opio futbolero; para la herida de la Madre Tierra no hay plata, ni oídos para su llanto.
Ya terminó el carnaval de Sudáfrica Las estrellas no brillaron y las potencias se estrellaron… El desastre petrolero sigue, pero al mundo le falta amor y “magia”; no se vio en África, ni se ve en Costa Rica con el TLC, ni en USA con las manos salvadoras de un Obama maniatado con un Nóbel. El pulpo Paúl habló sobre fútbol y fue aplaudido por reyes, presidentes y grandes personalidades. Sobre el desastre pocos hablan, ni el zopilote criollo, ni sus acólitos, han graznado. Crucitas sigue lista para el holocausto. La armada de USA mancilla nuestra soberanía.
El futuro parece no importar… Y yo pregunto al “Homo Sapiens” de hoy, lo que hace mucho Pedro preguntó a Cristo en la Via AppVa Antica de Roma: -“¿Dominus quo vadis?”… In illo tempore el Maestro respondió: -“Voy a Roma a morir en tu lugar”, y Pedro se arrepintió. Pero, ¿quién pagará al mundo del futuro la vida que hoy le arrebatamos irreversiblemente?
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