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La metáfora que utiliza el señor Hernando Gómez Buendía, consultor del PNUD, en la entrevista que publica el Semanario UNIVERSIDAD el pasado 14 de julio es completamente desacertada, porque constituye una reducción analítica y una descomplejizacón del fenómeno de la inseguridad ciudadana (justo lo que el estudioso dice criticar).
Ninguna sociedad humana se “enferma”, tampoco ninguna se “cura”. Las sociedades humanas se constituyen de una interacción compleja de relaciones sociales que posee un devenir histórico.
Por ello, el principio de conformación de toda sociedad es la complejidad. El señor Gómez Buendía, utiliza una metáfora que proviene del modelo de medicina occidental alopático, cuyo principio analítico es ver el cuerpo humano como suma de partes y no en su integralidad compleja.
Ese médico occidental es una figura social legitimada, que gobierna sobre los cuerpos de los pacientes, decide sobre ellos, ordena sus vidas y los controla. Es un médico que sabe más de los pacientes que los propios pacientes, como cuando dice Gómez Buendía: “… es importante hacer un buen diagnóstico y para ello hay que acudir al profesional, al que sabe porque las medicinas existen”, también utiliza la metáfora cuando afirma que la sociedad “…va enferma donde el especialista”. Así las cosas, fuera del que sabe, nadie podría decirnos de qué padecemos, cuál es nuestra enfermedad ni qué medicina usar para curarnos. Eso me recuerda a un médico que atendió un día a mi mamá y cuando ella trataba de interpretar su padecimiento él le dijo: señora cállese y escuche, yo sé mejor que usted lo que tiene.
Cuando ahonda en se metáfora, Gómez Buendía diagnostica entre “buenos” y “malos”. En sus palabras:
“Las inseguridades tienen algunas causas comunes, igual que las enfermedades. Si usted lleva una vida desordenada, pues tiene tendencia a sufrir determinadas cosas. Lo mismo pasa con la inseguridad, hay sociedades que llevan una mala vida y entonces tienden a tener formas distintas de inseguridad” (énfasis míos).
Entendamos la gravedad de la afirmación: el médico califica al paciente más allá del padecimiento, le califica moralmente, es como si le dijera: usted se ha enfermado porque se ha portado mal. Traigamos a colación en primer lugar, que las enfermedades no ocurren porque la gente sea “mala” a los ojos del médico, son complejos procesos de transformación del organismo, muchos de ellos que evolucionan lentamente durante años, sin que en ello tenga que ver la calificación moral del “especialista”.
Pero agreguemos a ello, un segundo argumento: si la afirmación de que las sociedades se “enferman” porque llevan una “mala vida” es correcta ¿por qué no sencillamente las sociedades toman una pastilla de “bien” para “curarse”? Si el problema es de planteamiento tan simple, cómo es que a estas alturas la humanidad no ha tomado el “remedio” contra “el mal” y se ha “curado”.
Esta perspectiva médica aplicada desde las ciencias sociales parte de que la idea de que el científico puede recetar como receta el médico (mire señora, tómese esta pastilla de planificación social, no salga a bailar, pórtese bien y vera que se cura).
Pero lo cierto es que las sociedades insisten en seguir “enfermas” de inseguridad, de hambre, de violencia doméstica, de tristeza, de tantas cosas. En buena medida porque las sociedades humanas no son cuerpos humanos. Equiparar un resfrío con un robo, o un cáncer con la corrupción; es un error analítico con consecuencias prácticas, porque partiendo de ese punto de vista se pueden comenzar a buscar pastillas contra los delincuentes, o intervenciones quirúrgicas contra la corrupción. Estas reducciones conducen fácilmente a las respuestas penalizantes interpretadas como “inmediatas”. Las sociedades humanas no son cuerpos humanos, por tanto las soluciones a las sociedades humanas no son “remedios”, ni “diagnósticos”, ni “curaciones” de especialistas.
El problema de la inseguridad ciudadana está inmerso en una compleja maraña de interacciones sociales. Tampoco los científicos sociales con complejo de médicos se salvan de eso. Ellos son parte del problema, en buena medida porque creen que las sociedades no son capaces de “diagnosticarse” por sí mismas. No es justo moralizar el problema de la inseguridad ciudadana, e interpretarlo como un castigo diciendo que eso le pasa a las sociedades que llevan una “mala vida”. La inseguridad ciudadana no es un castigo, es un resultado histórico de una serie de situaciones de exclusión que podríamos rastrear hasta la época colonial y están presentes hoy en nuestra región en fenómenos como la desigualdad extrema, el racismo institucionalizado y la impunidad de las elites gobernantes.
Justo por ser una unidad compleja, las sociedades humanas podrían luchar en conjunto contra la inseguridad ciudadana.
Podríamos comenzar por interpretar los problemas en el conjunto de los actores, así, seríamos capaces de arrebatar a los médicos su posición de poder y decirles: doctor el que siente dolor soy yo, quien no come, quien no duerme, quien está enfermo soy yo; por lo tanto el que sabe de mi enfermedad soy yo. La seguridad ciudadana debe ser debatida en un foro amplio en el conjunto de los actores sociales.
No en un claustro de “médicos”. La solución de los problemas sociales no está en manos de especialistas, sino en manos de las personas que hacen las sociedades, es decir, en las manos de todas las personas. Las sociedades no se “curan”, las transformamos en el devenir histórico.
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