Interpreto la innovación básicamente de dos maneras. Por una parte pienso que es realizar las mismas “tareas” de una manera completamente diferente, o sea innovar en sentido metodológico. Por otra parte, imagino la construcción de nuevas “tareas”.
En otras palabras, innovar es un acto creativo que surge como respuesta a las demandas o desafíos que el contexto presenta. Desde esta perspectiva, y ante las demandas del mundo actual cambiante, todos los seres humanos estamos desafiados. En muchos casos optamos por la innovación, otras veces por la repetición, recordándonos la frase de José de Souza Silva, al plantear que es mejor “aprender inventando desde lo local que  perecer imitando desde lo global”.
Ahora bien, la innovación, así como la educación, no son procesos neutrales, sino que están marcados por la posición personal ética, filosófica, ontológica y epistemológica, es decir por la VISIÓN DE MUNDO, con que se vive.
Actualmente, experimentando al menos tres revoluciones en conflicto (económica, tecnológica y sociocultural), cada persona – posicionada en su propia visión de mundo – construye sus actos – creativos o no – en en marco de alguna de ellas.
Desde una visión económica de mundo, inspirada en la metáfora “el mundo es un mercado”, la innovación nace inspirada en la transformación para el beneficio y lucro. Los valores por excelencia son la competitividad y la eficacia (mayor ganancia económica al menor costo económico) aprovechando al máximo el “capital humano”.
Así mismo innovar desde una visión mecánica de mundo, inspirada en la metáfora “el mundo es una máquina”, implica concentrarse en mejorar las tareas a realizar, transformando las cosas para un mejor rendimiento. En este sentido valores como obediencia, eficiencia (máximo logro de los objetivos organizacionales) y mejor uso de los “recursos humanos” guían la innovación.
Finalmente, una visión de mundo sociocultural, bajo la metáfora de que “el mundo es una red de relaciones”, inspira innovaciones que pretendan mejorar los procesos de interacción humana priorizando en la transformación de las personas que transforman las cosas, guiadas por valores como la solidaridad y compromiso de los “talentos humanos” en su contexto de interacción.
En este momento histórico, debido al cambio de época histórica, todas las organizaciones están vulnerables. De ahí que el desafío de la sostenibilidad motiva muchas innovaciones organizacionales, como ruta para garantizarse su permanencia. Sin embargo, solo la innovación que transforma las personas crea el compromiso y el sentido de pertenencia necesario para que el cambio sea sostenible. Cuando solo se transforman las cosas, en el momento que cambian las personas podría cambiar la innovación haciendo una ruptura que, en muchas ocasiones, genera el fracaso de la iniciativa.
Entonces, el primer paso antes de crear alguna innovación es responder, con la participación de todos los talentos humanos de la organización, algunas preguntas como: ¿es necesario cambiar?, ¿cuál es el contexto relevante que exige a la organización el cambio?, ¿por qué es necesario cambiar?, ¿Quiénes deben participar en la construcción del cambio?, ¿cuál es el compromiso organizacional ante ese cambio?, ¿para beneficio de quién se hace la innovación?, ¿qué innovar o qué cambiar en la organización, para responder a las razones relevantes para el cambio y para beneficiar a la población pensada? y la última pregunta: ¿cómo innovar?.
Respondiendo estas preguntas se construye el camino para recorrer, una ruta alternativa a la repetición rutinaria de recetas. Ahora, al iniciar esta segunda parte del año, es un buen momento para hacernos estas preguntas, a nivel laboral, así como personal, familiar y social también.
Y no nos olvidemos de que cuando tengamos todas las respuestas, las preguntas habrán cambiado……!!