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La luna de miel del equipo gubernamental de Laura Chinchilla la frustró en apariencia el fallido intento de sus diputados por regalarse en minutos un salario muy superior al crecimiento que, en años, tendrían las universidades estatales si se atendiera la demanda que, con realidades, planes y metas en la mano, presentan sus autoridades.
Pero es probable que las tensiones provengan de antes de la boda.
Ser heredera de la administración de los hermanos Arias, actuales dueños del que se dice Partido Liberación Nacional, no es cómodo. Porque si al ojo del amo engorda el caballo, a espaldas de la administradora se excitan las gulas de quienes desean coadministrar. Y si el amo dejó una herencia fiscal difícil (que la regente no puede mencionar en voz alta) y, como Maradona, algunas exigencias para amigos y socios, no asiáticos y asiáticos, entonces el asunto se agrava. Si a lo anterior se añade que se designa a una experta en pifias como jefa de la fracción oficial legislativa, se perpetra una alianza con el dueño del Movimiento Libertario (quien obviamente no está en política para hacer felices a la mayoría de los costarricenses) y otros movimientos parecidamente ingratos (presidencia de la Asamblea, un vicepresidente banquero, Cancillería en manos impropias, sondear la cuestión de la seguridad entre las gentes y varios otros atolillos con el dedo) y se aceptan, indebidamente, los guiños del obispo Ulloa, entonces el mandato amenaza colorearse con tono de casta hormiga (con disculpa para las hormigas que encuentran sus diversos colores muy sexis). Pero lo anterior es todavía casi folclore. El gobierno prometió ser firme y honesto de acuerdo al discurso de su lideresa en campaña. En estos meses la firmeza ha consistido básicamente en ponerse del lado en el que soplan los poderosos. Así, hasta el Chapulín Colorado se vería como una roca. Un ejemplo es la cuestión de la mina Crucitas. El frente político no es aquí la muy polémica extracción de oro a cielo abierto, sino el camino que Costa Rica desea para su inserción en el mundo desarrollado (en el siglo XXII). Uno es centrar la producción y productividad de su área en términos amables con la Naturaleza. El otro, añadirse como un espacio más de quienes depredan porque depredar resulta óptimo para los negocios privados. La Sala IV señaló que el Gobierno de Costa Rica podía cancelar el proyecto Crucitas y, por supuesto, los costarricenses tendrían que asumir los costos de la decisión (en realidad deberían pagarlos quienes maquinaron las condiciones para que el proyecto resultara legal). La presidenta Chinchilla decidió dar luz verde a Crucitas. Lo hizo al mismo tiempo que su vicepresidente, Alfio Piva reconocía, con rostro de “yo no fui” que la explotación de oro a cielo abierto tenía un “impacto ambiental grande”, pero que “haríamos muy mal si nosotros hacemos un Código de Minería y, luego, nosotros caprichosamente cambiamos las reglas”. No se trata de caprichos, sino de la ruta política que Costa Rica quiere seguir. Y cuando se pasa por encima de una legislación inconveniente para el país y su gente, como lo reconoce Piva (LN, 28/07/10), pues se afrontan las responsabilidades y ya. Es lo que indicó la Sala IV. El punto anterior es grave. Pero otras decisiones permiten esperar cosas peores. Abrir el territorio nacional para que miles de “marines”, con la excusa del narcotráfico, pisoteen el territorio costarricense y sean “ejemplo” para sus labriegos sencillos e hijos no tiene precio. Y pedir ayuda a Colombia en cuestiones de seguridad limita al sur con los hermanos Marx, al norte con Seinfeld, al este con Porcionzón y al oeste con La Llorona. ¿Nadie está enterado en la administración Chinchilla del record de policías, militares y políticos colombianos en violación de derechos humanos y ligamen con el narcotráfico? Por favor, informarse un poquito no hace daño. De modo que, a lo que suena, parece que noviazgo no hubo nunca. Quienes arrojaron arroz y mandaron regalos deberán esperar algún otro matrimonio al que corresponda una luna de miel. El obispo Ulloa confesó que aguarda un “signo de los tiempos”. Quizás si el ascenso por unos dólares más de Barrio México a la excelsa Primera División del Fútbol costarricense esté indicando el camino.
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