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En realidad, los cercos del significado no pueden dejar de ser ni emotivos ni tampoco cognitivos.
Por ende, todo colapso de un sistema de valoración ha de implicar un nuevo surgimiento de otro sistema como programa de compra y venta, donde también estará ausente la cotidianidad cívica o como indica Bauman en Modernidad Líquida, queda rezagada la presencia de un yo interactivo para dar lugar a una cosa.
Inteligencia no tiene que ver con los cambios que las masas sufren ante un colapso del significado de su simbología aprendida o la valoración de sus parámetros avatáricos (igualmente aprendida).
Lo que se debe tener en cuenta es que la economía y su psicosociología neoliberal autorregulada están en proceso de caer, pero no sin ser reemplazada por otro tipo de capitalismo. La ausencia de un socialismo como programa coexistente con dicho capitalismo, lograría una repetición de lo mismo que ocurrió con la variedad autorregulada. Consecuentemente se lograría un aumento en la producción de la riqueza y simultáneamente una disminución en su distribución para con las masas.
De hecho la economía neoliberal autorregulada sí aumentó el número de personas con altos ingresos y similarmente el número con bajos ingresos. Pero esto ocurre a partir de la disminución en la clase media. Especialmente la clase media de bajos ingresos. Todo nuevo programa de gobierno, de empresa y de mundo, tiene que ser elaborado, para que no se note excesivamente el cambio estimulativo o propagandístico. Si es muy abrupto el cambio de uno al otro, se puede incurrir el efecto McRioch de alto estrés, que imposibilitará el cambio exitoso del paradigma conductual manipulativo. Dicho efecto se refiere al estrés que se sufre debido al cambio mismo o a la adaptación que se le pide al organismo.
La posibilidad de incurrir en enfermedades existenciales a partir de la soledad, como indica Rollo May en su trabajo, puede ser otra consecuencia. Ya de hecho la identificación con lo cosificado como valorativo único humano y mundial, ha producido una epidemia de neurosis de tipo noogénico en muchas poblaciones.
El apartheid del ermitaño urbano moderno obedece a ese pánico de valorar su existencia en otra forma que no sea la conducta cosificada de compra y venta. O sea, el pánico que resulta de no seguir el programa estructurado para las masas. El mundo empresarial autorregulado es un mundo violento y como indica Vallejo en su exquisita obra “la Virgen de los Sicarios”, termina como tantas pandillas asesinas en las calles de Medellín.
Lo del otro se mira como un miembro de una tribu o manada rival. Entonces el prójimo es nada más que la posibilidad de denegar el ego propio, ya de por si averiado y manipulado. Es demasiado un “yo no” que compite con ese mundo de significados altamente narcisistas, que los programas de valoración por venta y consumo han buscado inculcarle.
Yo primero, yo a la mitad del camino y yo finalmente, son los pilares de una autoestima falsificada. El lamento existencial de filósofos apenas logra abrir un oído ocasional a los lectores que lo escuchan. Esto es muy desafortunado, pues la filosofía como herramienta de un análisis psicológico y social es muy valiosa.
Existen desde luego otros sistemas, como ciertos grupos de yoga que mantienen que todo lo progresista es contrario al estado de lo trascendente. Por ende cometen el error de establecer un estado de conciencia como motor de un cambio social. No se dan cuenta que el estado de conciencia es de hecho, el medio para llevar a cabo mejores conductas en la vida y no la solución de la vida.
Tantos errores en la interpretación del Bhagavad Gita y otros textos sagrados de la India. Un estado de conciencia mejora al hombre, por ende su conducta cotidiana y extraordinaria mejora.
Mas el estado de conciencia es mejorado por dicha conducta exitosa. El estado de conciencia no puede ser visto como una salvación única, sin tomar en cuenta los frutos de esa vida a nivel conductual. Por ende la necesidad de imponernos horarios conductuales de virtud y moralidad.
Así pues, lo valorativo debe ser visto dentro de un paradigma que no sea solamente conciencia filosófica de existencia, sino conducta consecuente con un entorno y un contorno estimulativo. De otra manera estaríamos hablando de un mundo de pensadores que sienten y cognifican a niveles de gran altura, pero sorprendentemente no logran impedir una condición de barbarie, con tal noble nivel de pensamiento.
El estado de ser debe expresarse como acción y praxis conductual. Sino encontramos que estaríamos conversando sobre el grado en que algo no es a la vez que mantenemos que sí existe. Mucho de eso es consecuencia de utilizar la filosofía y aun la antropología, en ausencia del análisis proveniente de la psicología social y conductual.
El sujeto hoy en día es el grado en que es exitoso en dicho sujeto, un programa de propaganda de una sociedad empresarial. El sujeto metafísico, quizás exista. Yo no lo niego, mas considero que dicho ser interno debe de estar bombardeado por enorme cantidad de propaganda y presiones subsecuentes a claudicar su libertad y su albedrío, en la dirección de los programas predominantes en su civilización y cultura.
Como consecuencia de esta discusión, es necesario a juicio del escritor, examinar cuáles son los principios conductuales y comunicativos de la propaganda reinante y lograr desglosar sus premisas manipulativas.
De otra manera terminaremos en una biblioteca académica, en la cual se escriben páginas de profundidad que están ausentes de una historicidad de cambio y lucha social. Páginas que están ausentes también de un sujeto real y que a cambio tendremos que inventar, sin que necesariamente eso exista.
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