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El discurso de la antieducación

El destacado científico nacional Dr. Rodrigo Zeledón, entrevistado recientemente por el arquitecto Roberto Villalobos en el Canal 15,  planteó con gran propiedad cuál es el principal desafío que enfrentamos para impulsar un verdadero proceso de desarrollo nacional.  Su propuesta: un proyecto-país cimentado en la producción de conocimiento científico y tecnologías propias. Sugiere, entre otras valiosas  ideas, la repatriación de talentos costarricenses que hoy están en institutos y universidades del primer mundo; eso sí, ofreciéndoles condiciones de trabajo similares a las que disfrutan en esos países.

El destacado científico nacional Dr. Rodrigo Zeledón, entrevistado recientemente por el arquitecto Roberto Villalobos en el Canal 15,  planteó con gran propiedad cuál es el principal desafío que enfrentamos para impulsar un verdadero proceso de desarrollo nacional.  Su propuesta: un proyecto-país cimentado en la producción de conocimiento científico y tecnologías propias. Sugiere, entre otras valiosas  ideas, la repatriación de talentos costarricenses que hoy están en institutos y universidades del primer mundo; eso sí, ofreciéndoles condiciones de trabajo similares a las que disfrutan en esos países.
 Le he tomado la palabra al arquitecto Villalobos, quien sugirió seguir reflexionando sobre los atinados planteamientos del Dr. Zeledón, para  hacer referencia al discurso de la antieducación, que hace rato  viene promoviendo un sector de la clase política de este país.  El expresidente Oscar Arias, en un discurso pronunciado en una universidad de Moscú, arremete contra los educadores calificándolos de sector privilegiado de la sociedad y de autócratas: pretenden decidir por sí mismos “cuánto quieren trabajar y qué quieren enseñar en las aulas” (La Nación, 17, 06-10, 38A). Para los ministros del gobierno actual, las universidades públicas están exigiendo un aumento desproporcionado e impagable (La Nación, 15-06-10, 17A). Por su parte, el economista Thelmo Vagas considera el financiamiento de las universidades como responsable de la profundización de las desigualdades en el país (La Nación, 18-06-10, 42-43A).       El desgastado discurso de la antieducación superior pública, particularmente sustentado por don Thelmo, cobra fuerza con las réplicas de don Oscar y de los ministros, quienes parecen estar apostando aún por un proyecto de país “maquilero” -quizá ahora con un poquitín de ingenieros mejor pagados en los islotes transnacionales de “prosperidad” (zonas francas)-,  siguiendo el viejo modelo de las “banana republic”, ahora maquilladas con estadios de primer mundo y bulevares presidenciales.  Contrasta este discurso con el de don Rodrigo Zeledón, quien está convencido que apostar por la educación al más alto nivel es una  prioridad, para impulsar una  nueva estrategia de desarrollo nacional. Las universidades públicas constituirían el eje axial de esta estrategia, al propiciar condiciones que permitan ampliar y fortalecer el quehacer investigativo: generador por excelencia de nuevos conocimientos y avances científico-tecnológicos, artísticos, humanísticos y socioculturales.  ¿Cuáles son los móviles del discurso de la anti-educación? Ante todo, se trata de contener el avance del pensamiento crítico, que alimenta la propuesta alternativa. Por ello,  se descalifica como ideólogos nostálgicos, que resisten el “cambio cultural” para el desarrollo, a quienes plantean que hay que volver a la Costa Rica del Estado social de derecho, donde la educación y la salud de calidad, entre otros servicios públicos, constituían una prioridad.   Esta no es la actitud que pueda conducirnos a reconstruir los cimientos de la patria sobre nuevos pilares, sin desestimar los aportes del pasado que nos dieron un perfil de país con vocación de solidaridad y la justicia social. Tampoco abona en la dirección del necesario diálogo nacional, con el fin de  enfrentar los grandes desafíos de la seguridad y el bienestar social.  Vale la pena hacer una tregua, y  bajar las armas de la descalificación, para sentarse a la mesa del diálogo, con espíritu patriótico.

  • Álvaro Vega Sánchez (Sociólogo)
  • Opinión
France
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