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Sé de buena fuente que tremendo revuelo se suscitó en la reciente Asamblea Nacional de Chinches y Alipatos. ¿El culpable? Un connotado médico, de nombre Jaime Gutiérrez Góngora, quien el pasado 3 de agosto engalanó las páginas de La Nación con una solemne cantaleta hepática en contra del medio ambiente.
Cuentan las malas lenguas que, tan pronto como fue leído el artículo citado, un alipato de fogoso verbo tomó la palabra: “¡Manda huevo!” gritó, sorprendiendo así a la sobria audiencia. “Es asombroso que en pleno siglo XXI se siga con esa majadería de prostituir los recursos naturales”, continuó su embestida. “¡Ni cuita! Que ese doctor dé consejo a quienes se lo pidan… a sus pacientes, por ejemplo”, intervino ahora cierto chinche enardecido. En resumidas cuentas, el clamor general le suplicó, al unísono, que se espabile antes de volver a escribir.
Como colofón se resolvió comprar alguna obra sobre crecimiento económico con el fin de obsequiársela, amablemente, al distinguido caballero que tantas pasiones despertó. Lamentablemente los trabajos de Joseph Stiglitz han subido mucho de valor desde que ganó, para desgracia de los detractores del neo-keynesianismo, el Premio Nobel de Economía en 2001. Hubo consenso, al menos, en adquirir un ejemplar de la Constitución Política. La idea, según entiendo, es que el señor Gutiérrez lea sus numerales 46 y 50, de suerte tal que comprenda el sustento jurídico de esa necedad de proteger al medio ambiente.
Por otra parte, las afirmaciones del Sindicato de Pajarracos de Pérez Zeledón, cuyos agremiados no paran de berrear desde que Gutiérrez les aconsejó utilizar sus alas para irse al carajo, he de reservármelas parcialmente, pues por su virulencia dudo que este medio tenga a bien publicarlas. Sus reacciones las ilustro con una solitaria palabra: ¡Mírela! Ante esta trifulca mi pronóstico es el siguiente: al leer estas declaraciones, el Dr. Gutiérrez, ufano (¡!), pronunciará un ensordecedor “¡Porta’mí!” y, acto seguido, seguirá su marcha macabra (¡!), destruyéndolo todo sin tomar en cuenta el parecer de las faunas que les conté. ¡Mala cosa! Malísima…
Disparates, triquiñuelas y demás. Al margen de las malas palabras que en aquellos círculos se entonan, bien vale hacer el esfuerzo intelectual por evidenciar las múltiples flaquezas en las que el Dr. Gutiérrez incurre felizmente. En primera instancia, el autor asegura que “[…] el hombre no es el siervo de la tierra”. Posterior a un disciplinado reflexionar asumo que tal frase se justifica en una vetusta interpretación del Génesis bíblico. Hombres, ¡manos arriba! Es virtuoso aplicar el Génesis: sometamos sin clemencia a la naturaleza y, por supuesto, acabemos con ese hábito de la masturbación. Recordemos que Onán, en el mismo texto, fue duramente castigado por no invertir su semen de manera correcta. Entonces, ¿nos subordinamos al Génesis? Conozco a un par de congéneres que cambiarían de país.
Finaliza Gutiérrez Góngora arguyendo que el enriquecimiento es férreamente combatido por los “cavernícolas de izquierda”. Visualizo tres puntos flacos en el mencionado alegato: a. subrepticiamente parte de una generalización infundada, exceso que le permite aglutinar bajo el mismo vocablo a defensores de la naturaleza de diverso pelaje ideológico; b. supone que la lucha por la cuestión medioambiental es un anacronismo, aunque no revela el porqué; c. de modo malintencionado endilga una tendencia izquierdista a quienes luchan por un desarrollo sostenible, aprovechándose así de la connotación intrínsecamente negativa que esos sectores ostentan en la conservadora sociedad costarricense. ¡Bien jugado!
Muy a mi pesar no conozco personalmente al distinguido médico que acá aludo, lo que no me inhibe de lamentar la carencia de sentido propositivo que padece. Don Jaime Gutiérrez, quien en 2008 recibió el Premio de la Libertad otorgado por ANFE, posee un agudo pensamiento (dicen que es cuestión de agarrarle el gusto… ¡nada más!); no hay duda que gran aporte podría realizar en el debate sobre crecimiento económico. Pero si continúa con su consuetudinario repertorio, donde destaca el recetar “mataput” para los criminales pinochetistas [La Nación, 26/01/07] o la recomendación de utilizar la fuerza en pos del desarrollo económico [La Nación, 26/02/10], es claro que las carajadas no se compondrán.
¡Vamos, don Jaime! Hay quienes tenemos el atrevimiento de pensar que juntos todo sería más fácil…
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