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La crisis integral del sistema mundo capitalista nos ha llevado al colapso de las relaciones de significado dentro de las diversas interacciones que constituyen nuestra cotidianidad.
Esto ha implicado un divorcio entre existencia y la vida operado a través de desarticulaciones de significaciones e identidades dentro de los límites conductuales específicos de la sociabilidad capitalista.
Por ello, hacia finales de 2009, el aumento del índice de suicidios en Estados Unidos se precipitó en un 7.0%, asumiendo una forma particularmente novedosa e inclusiva que hoy se mantiene, el suicida primero acaba con otro, antes que consigo, como parte de su desastre y frustración.
El otro ha perdido significado como sujeto, las relaciones cotidianas de proximidad se enrarecen y finalmente se hacen incomprensibles, el otro ha dejado de ser humano, reduciéndose a objeto anónimo, las relaciones con él solo pueden ser de desprecio y horror.
Ante esto, el problema es fundamentar la esperanza en una emergencia de resignificación, que como un modo de pensar–actuar otro, a través de la sinergia de nuevos sujetos y saberes, resuelva los nudos estructurales de exclusión del sistema mundo capitalista enconado, en este momento, por el colapso del proyecto-mundo neoliberal.
Esto exige estructurar una nueva hermenéutica de la posición del ser humano en relación al mundo, que consolide la resignificación ontológica y epistemológica de la realidad, a través de la confirmación antropológica de su condición de constructor de mundos o significador de realidades.
Estamos por ahora lejos de una utopía posibilitadora, de hecho no creo que pueda hablarse de utopía en la media en que los sujetos posibilitadores de algún nuevo proyecto de resignificación integral, no están consolidados como alternativos, siendo, por ahora, tan solo emergentes, o sea recientemente visibilizados.
Así, es tan solo de esperar que se exploren posibilidades de dignificación, con la esperanza de que se materialicen como alternativas en la medida en que nuevos sujetos confirmen, en actos particulares, la autoridad del ser humano a redefinir su realidad histórica, a constituirse actor insilenciables… en Costa Rica, por fortuna, se esta avanzando rápido en esa dirección.
No hay más sublime acto de imaginación de la época que el afirmar que un mundo mejor es posible.No hay otra manera de devolver la esperanza a un alma conmovida por las distorsiones vivenciales que ha generado el sistema mundo capitalista, que ratificando el derecho y la posibilidad de superar el fatalismo escatológico-tanático del momento y su efectos pervertidores.
Y si bien se podrían identificar condiciones e incidencias concretas, le es propio al filósofo más que preguntarse por el cómo, cuándo, o el quién, por su fundamento, es decir, proponer una ontología autorizadora y diferente, que evidencie las posibilidades y alcances de lo que un quién realiza cuándo define cómo.
La razón es simple: el mundo no es más que la construcción articulada de segmentaciones ontológicas y totalitarismos epistemológicos, un sistema de relaciones artificiales e intencionales donde la posición de las cosas y el sentido que estas tienen surge del artificio humano, manifestando una racionalidad tan compleja y diversa que su comprensión sólo sería posible de manera transcognitiva y transdisciplinaria.
Todos los animales impactan la realidad que habitan con mayor o menor invasividad, sólo el ser humano la segmenta radicalmente y la reconfigura en relaciones confirmables; sólo el ser humano invade la realidad que habita con un régimen de significación y afirmación tan integral como totalitario. Dentro de ese, sólo es parte del mundo aquello que tiene un significado asignado, una delimitación de sentido que corresponde a un régimen de interpretación, cuyo efecto conductual es crear la coherencia y compresibilidad, necesaria siempre, para sobrellevar la vivencia cotidiana de múltiples experiencias… la realidad del mundo es su realidad histórica.
Toda forma de realidad histórica ha tenido superestructuralmente un régimen de interpretación y valoración que asigna el estatus de real a aquellas entidades que son abarcadas dentro de sus fronteras de sentido, por ello, solamente aquello que es significativo para el ser humano existe. Los significados de los segmentos de realidad que constituyen las cosas del mundo, se configuran desde lugares específicos de enunciación de sentido: clase, privilegios de poder, sexo, raza, cientificidad de un saber, por ello es que su “verdad” no es otra cosa que la superposición de conceptos a cosas y experiencias, una relación entre segmentos y significados que se evidencia en la práctica y se confirma tan sólo por medio de la fuerza los argumentos que se utilizan, con vehemencia, para defender su “certeza”.
Como creación humana, las relaciones constitutivas del mundo sólo son sólidas en la medida en que se genere un compromiso con su permanencia, pues de lo contrario se deterioran por abandono, como nuestra casa, cuando no reparamos los defectos causados por el paso de los años. Las artificialidades que constituyen el mundo surgen de la inteligencia y los diversos intereses humanos, son por ello constructos visibilizados en diversidad de cosas significadas.
El ser humano está en el centro de sentido del mundo, y en esa posición se fundamenta una resignificación de la realidad histórica, como un nuevo proyecto de mundo, que hoy ya se puede imaginar desde sujetos y saberes emergentes e insilenciables, aun y cuando no pueda afirmarse como alternativa en sentido estricto.
He de conservar la esperanza, pues sin ella, ningún hombre puede sobrevivir por mucho tiempo…
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