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Una semana después de las elecciones parlamentarias de Venezuela, el próximo domingo será en Brasil donde estará en juego una nueva alternativa de desarrollo, de las diversas surgidas en la última década en América Latina.
Con una población que se acerca a los 200 millones, casi 136 millones podrán votar el próximo domingo, para elegir al sucesor de Lula en la presidencia de la República, renovar la cámara de diputados y el senado y elegir autoridades en los estados.Dos grandes fuerzas –la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, aliada con el centrista PMDB, el mayor partido de Brasil; y José Serra, candidato de la Alianza Conservadora conformada por los partidos Socialdemócrata (PSDB) y Demócratas (PD) – expresan las principales alternativas políticas en estos comicios, en el que los candidatos presidenciales son nueve.
En abril pasado, Dilma estaba todavía 10 puntos detrás de Serra, según la encuestadora Datafolha, la menos favorable a la candidata del PT, que le atribuía 38% de las preferencias contra solo 28% de su rival. Pero, a partir de entonces, la candidata del PT no paró de crecer y ya en agosto la misma encuesta le daba 41% de las preferencias, contra 33% de Serra. El mes pasado, la distancia se había ampliado y la posibilidad de un triunfo en el primer turno parecía real. Dilma alcanzaba el 50% necesario para evitar la segunda ronda, frente a 24% de Serra. En tercer lugar Marina Silva, una exministra del Ambiente en el gobierno de Lula, candidata de los verdes, aparecía con 11%.
CRECIMIENTO ECONÓMICO
En medio de la crisis, el Banco Central estimó que la economía brasileña crecerá este año un 7,3%, revisando así la estimación inicial de 5,8%. Lula destacó la creación de 1,4 millones de empleos formales en el primer semestre de este año, cifra que podría llegar a 2,5 millones en diciembre. Entre 2004 y 2008, la pobreza cayó de 36% a 24%.Constanza Morera escribió en el diario uruguayo “La República”: “Buena parte de los fondos públicos que se están ejecutando en este período se concentra en el Plan de Aceleración del Crecimiento Económico, también llamado PAC. Este plan fue el «buque insignia» del segundo gobierno del PT y el que llevó a Dilma Rousseff al estrellato público. La idea era que, así como el Plan Hambre Cero había sido la marca del primer gobierno de Lula, el segundo gobierno también debía tener su marca propia”.El PAC I destinó $285 mil millones para la realización de 2.471 proyectos de infraestructura, y el PAC II tiene previsto destinar otros $886 mil millones con el mismo objetivo.Considerado uno de los países con mayor desigualdad en América Latina, el Índice de Gini, que mide la desigualdad social de un país, fue, en Brasil, el año pasado, 0,493. Mientras más cerca de uno, este índice refleja mayor desigualdad. Por el contrario, mientras más se acerca a cero, mayor igualdad. En Costa Rica ese índice fue de 0,439 el año pasado, según datos del MIDEPLAN, pero ha venido subiendo de forma constante, mientras el de Brasil se reduce como resultado, entre otras cosas, de los planes sociales del gobierno de Lula.“’Hambre Cero’, después ‘Bolsa Familia’, ‘Crédito consignado’, ‘Luz para todos’, ‘Mi Casa, mi Vida’, ‘Agricultura familiar, ‘Prouni’, ‘Escuelas profesionales’, entre otras iniciativas sociales, permitieron que la sociedad de los despojados conociese lo que las élites económico-financieras nunca les permitieron: un salto de cualidad. Millones pasaron de la miseria sufrida a la pobreza digna y laboriosa, y de la pobreza a la clase media. Toda la sociedad se movilizó para mejor”, destacó el teólogo brasileño, Leonardo Boff, refiriéndose a las iniciativas del gobierno.“Son 20 mil familias las que controlan más o menos el 46% de toda la riqueza nacional, y el 1% de ellas posee el 44% de todas las tierras. No es extraño que estemos entre los países más desiguales del mundo, lo que equivale a decir, uno de los más injustos y perversos del planeta”, añadió Boff.La oposición, por su parte, no ahorra calificativos contra Lula. El expresidente Fernando Henrique Cardoso que, en su gobierno (95-02) promovió las mayores privatizaciones de empresas públicas en Brasil, lo comparó recientemente con Mussolini.“Faltó quien frenara a Mussolini. Alguien tiene que parar a Lula”, dijo Cardoso, quien agregó que “Lula se convirtió en un militante y en jefe de una banda y extrapola los límites del estado de derecho democrático”. Desde la izquierda también critican a Lula.Raúl Zibechi, en La Jornada, de México, escribe, refiriéndose al éxito económico del gobierno de Lula: “Los frutos de este crecimiento no se repartieron de forma pareja. Las ganancias de la gran banca explotaron 420% bajo Lula. Sólo tres bancos (Banco do Brasil, Itaú-Unibanco y Bradesco), que controlan 80% del mercado, ganaron en ocho años $95 mil millones, frente a $18 mil millones que habían ganado bajo el mandato de Cardoso. El capitalismo brasileño vive una profunda reorganización mediante un proceso de centralización y concentración lubricado por el Estado por conducto del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), el mayor banco de fomento del mundo”.
POLÍTICA INTERNACIONAL
También en el escenario internacional ha sido polémico el gobierno de Lula, apoyado y criticado tanto dentro de Brasil como en el exterior.Los ocho años de gobierno de Lula lo han llevado al primer plano de la política mundial. La revista Time lo designó “la persona más influyente del mundo”. El gobierno de Lula despertó grandes apoyos en Brasil que se reflejan en el índice de popularidad con que el presidente abandonará el gobierno, superior al 70%.Probablemente la atención que el presidente de Brasil despierta se deba, entre otras cosas, a un cierto desconcierto, a la irrupción inesperada en el escenario de un personaje que no estaba invitado, parte de cambios cuyas consecuencias son todavía difíciles de predecir, como lo señalan los analistas.Una rápida mirada a la prensa internacional pone en evidencia ese interés por el renovado papel de Brasil. “Brasil, el despertar del gigante latinoamericano”, “Brasil, la China latinoamericana”, afirman los titulares, mientras algunos de los principales medios del mundo dedican suplementos especiales a lo que está ocurriendo en el país. No todo son elogios. En la página de BBC Mundo se puede leer: “Brasil, ¿Líder o bombero?”, donde se pone en duda el papel de Brasil en la región, especialmente en América del Sur.Quizás ninguna medida despertó más interés que la iniciativa de Brasil y Turquía para resolver la crisis provocada por el desarrollo de la energía atómica en Irán.Interesado desde hace años en asumir un cargo permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, si se llegara a dar la reforma de esa institución, la actuación de Brasil en el escenario internacional es seguida con cuidado por las grandes potencias.Miembro del BRIC, un grupo integrado, además, por Rusia, India y China, y también del influyente G-20, la política exterior de Brasil no podía escapar a la crítica de sus opositores que señalan, entre otras cosas, las dificultades del país para manejar las crisis en su entorno más inmediato, América del Sur. El objeto de esta crítica es, con frecuencia, UNASUR que, para algunos, ha desplazado la Organización de Estados Americanos (OEA) en la solución de conflictos regionales, pero que, para otros ha fracasado en esos intentos.El probable triunfo de la candidata del PT significaría la continuidad de esas políticas, pero no elimina la curiosidad de saber si Dilma Rousseff, que no había sido, antes, candidata a un puesto de elección popular, podrá ocupar el espacio que dejará vacante Lula.
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