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El término moralista tiene un abanico que pareciera interminable de significados. En algunos casos el sentido o significado es positivo, saludable. Precisaremos ahora en qué sentido vamos a utilizar el vocablo moralista. Entendemos por moralista, en este caso, al hombre de presencia autoritaria y matona; desconfiado en grado sumo en la mayoría de los casos (la desconfianza es hermana de la mala fe); respetuoso de las leyes y reglas a las que considera santa palabra y que, por lo tanto, nunca cuestiona o rechaza: juzga a diestro y siniestro, en la mayoría de los casos sin tener ningún fundamento. El problema se agudiza cuando algunos de estos hombres llegan a puestos de poder.
Definido el término, vamos a dar ahora el ejemplo de un hombre de éstos, repleto de poder, que se ensaña con un ladrón famoso. El ejemplo lo extraemos de una película memorable que en español lleva el título de “El tren del escape”, dirigida por un magnifico director, del cual lamentamos no recordar el nombre. El guion de este filme está revestido de profundas enseñanzas morales, filosóficas y psicológicas.
Es la historia de un ladrón famoso que huye un poco paranoico de un centinela de la ley: un tipo autoritario, matón, cruel, despiadado, violento, ensañoso. Es el mal que se viste de justicia, un fenómeno extrañísimo al que hay que ponerle mucha atención y que fue muy bien observado por el controversial pensador Federico Nietzsche. Lo mismo ocurre en la famosa novela de Víctor Hugo titulada “Los miserables”, donde un centinela o representante de la ley, el inspector Javert, persigue obsesivamente a un ladrón (Juan Valjean), que robó unos candelabros de oro, si mal no recordamos. En el caso de la película citada, el ladrón famoso, interpretado impecablemente por el actor gringo John Voight, es escrupuloso: tiene límites morales. No es un asesino ni roba o quita los aretes a ancianas y señoras. El origen o etiología de su adicción al robo está señalada por la anécdota de un patrón injusto que lo trataba muy mal. La película trata de ser un poco justiciera con el ladrón en líneas generales. En una entrevista que le hacen en televisión, el moralista o guardián de la ley señala que este hombre (el ladrón) es un animal, no un ser humano. El ladrón es el delincuente que goza de más mala reputación en la sociedad humana; es el corrupto, el deshonesto, el sinvergüenza, no así el abusador de niños, tan común también en la sociedad, que hace sus fechorías despistadamente, ocultamente, hipócritamente y casi nunca es capturado. ¿Cuál delincuente debe considerarse el enemigo público #1, el ladrón o el abusador de niños? Una sociedad que responda que el abusador de niños es un mundo realmente evolucionado. Lo anterior es una anotación al margen. Lo cierto es que el famoso ladrón logra escaparse de prisión y montarse en un enorme tren, cuyo destino es chocar, es decir, un tren que viaja hacia la muerte. Un helicóptero permite al guardián de la ley bajar al tren para tratar de agarrar al ladrón. Pero es el ladrón quien lo atrapa y amarra, no lo mata. El tren no puede detenerse. Viaja a su fin. ¡Es el destino imparable e incambiable! ¡Dios escribió así las cosas! El tema del destino es uno de los atractivos de la película. El ladrón enfrenta el destino que, en este caso es la muerte, con coraje y valentía. La película termina con una cita de Shakespeare. Tipos moralistas como estos alguaciles de la ley hay muchos. Citamos por ejemplo, al columnista de “La nación” Julio Rodríguez, quien tiene una presencia matona y autoritaria.
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