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La placa nueva del expresidente

Hace no muchos años, existía un ególatra presidente que tenía tanta afición por las placas propias que se gastaba plata del estado inaugurando obras inconclusas (y edificios sin tierra); en cada entrevista en la prensa, se adulaba insistentemente.

Hace no muchos años, existía un ególatra presidente que tenía tanta afición por las placas propias que se gastaba plata del estado inaugurando obras inconclusas (y edificios sin tierra); en cada entrevista en la prensa, se adulaba insistentemente.
Ya sea que fuera una autopista mal supervisada, un decreto minero inmoral o una inexistente Casa Presidencial, la verdadera razón por la que lo hacía era porque era “batracio que cuando brinca cree que está volando”.
La capital del país no era ya tan alegre, ni los turistas que la visitaban tampoco, porque a pesar del “apoyo de los militares” (otro cuento que no cabe en esta historia), los narcos violentos seguían haciendo fiesta.Un día llegaron dos ladrones, quienes sabiendo del enfermizo narcisismo y avaricia que tenía el presidente, difundieron la trama de que ellos traían desarrollo y que sabían cómo engañar a toda la gente no solo en el país, si no en el mundo. No solo sus campañas eran millonarias y cansonas, si no que ofrecían soluciones mágicas. Esto era irreal, invisible para toda persona que leía y se informaba como correspondía o para aquellos que no eran estúpidos. “Semejantes chanchullos pagan mi precio” pensó el presidente. “Si logro enredar con esta hablada a la gente, no faltarán hombres y mujeres en mi gobierno y en las empresas que me apadrinen. Definitivamente haré la chanchada.” Les dio a los ladrones UNA GRAN SUMA DE DINERO y les pidió que comenzaran de inmediato. Unos botaron bosque hasta de noche; los otros tenían que correr, porque había que dejarle “la flor en el ojal” a Laurita antes de las elecciones; no importa cuántos muertos pudieran quedar en esa vía después. Los ladrones pusieron publicidad en diarios, televisión y hasta en los buses. Constantemente pedían el oro, mientras en el otro caso alababan qué “bonito sería llegar rapidito al Puerto o a Palmares”. Unos días más tarde el presidente se dijo a sí mismo: “me gustaría saber si ya puedo jugar de vivo otra vez poniendo placas… ¡¿Cuándo?!, ¡¿cuándo?!”, se preguntaba desesperado. Pero temía apurarse mucho, porque empezó a notar que no eran estúpidos o desinformados todos los que habitaban “aquel no tan lejano país”. Decidió que era mejor enviar a los magistrados de la Sala IV, para que hicieran la pantomima de inspeccionar la labor de una de las dos “infinitamente” lacras, buscando así legitimarse. “Enviaré a mis fieles [email protected] [email protected] y a mis magistrados donde los de Infinitas  Vergüenzas Inc. y donde los de Autopistas del Verano; no tienen criterios técnicos… Pero ¡JA! que si conocen bien su trabajo…”. Así, los enviados se dirigieron hacia donde los bribones, tanto en la ruta de las caídas de “meteoritos” como en Tierra de Almendros. “¡Oh válgame Dios!” Pensaron mientras abrían los ojos con terror. “Esto es PEOR de lo que me imaginaba”. Pero no dijeron nada; es más, crearon una versión propia y adornada…; buena plata habrán sacado. Los dos ladrones les preguntaban si habría mucha bronca, se hablaron más de cerquita y les dijeron “no se preocupen, la gente se va a tragar el cuento y el presidente va a quedar feliz y con tijeras en las manos, para seguir de corta-cintas”. “¡Oh Dios mío!”, pensaron. “Somos unos corruptos. Esto nunca se debe saber. No me atrevo a debatir porque me la pelo”. Los estafadores metieron a la campaña más dinero. Invadieron colegios y escuelas…Necesitaban bastante para semejante trama. Y M.M. (El Ministro Melenudo)… NO DIJO NADA. Sucedieron muchas cosas en aquel “no tan lejano país”. La gente se despertó y vio que en Tierra de Almendros, lo que nos quieren dejar es un hueco venenoso, la montaña devastada, las aguas y la gente enfermas y al presidente le jugó una mala pasada el asunto ese de que la gente todavía tiene la práctica de PENSAR. En Caldera murió una joven en la “LAUReadísima autopista”, porque una piedra enorme acabó con su andar. Otro día se abrió una zanja tal, que era la más evidente prueba de aquel legítimo infierno. Hoy se caen a pedazos sus laderas (como alguna escena de aquella película “La Historia sin Fin”. ¿Será que se viene abajo el Palacio de Marfil?). ¿Recuerdan ustedes la historia de “La Ropa Nueva del Emperador”, en donde el egocéntrico Emperador sale desnudo pensando que lleva puesto el mejor de los trajes? En esta historia no se trata de trajes; pero, sin lugar a dudas, somos testigos de una legítima PELADA DE RABO.

  • Ana Beatriz Hernández Barquero (Estudiante de biología, UCR)
  • Opinión
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