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Retrospectiva rescata la vida del centenario de Acosta.
Una extraordinaria exposición fotográfica recoge, proyecta y analiza las luces y sombras del cantón de Acosta a lo largo de un siglo. Esta sirve para reconstruir momentos cumbres de sus pobladores y recordar edificios de una riqueza arquitectónica envidiable, que dieron paso a una modernidad marcada por la simpleza de las construcciones.
La exhibición se mantendrá abierta al público hasta la primera semana de noviembre en el salón de actividades de la Cruz Roja, ubicada al costado sur del parque de San Ignacio. Con ella se festejan los 100 años de fundación del cantón, los cuales se cumplieron el 27 de octubre.La exposición recoge un espíritu de luchas contra las inclemencias como los malos caminos, el aislamiento, y retrata a una galería de personajes dignos de incluir en una ficción, como es el caso de Herminia Mora, quien vivió hasta los 105 años y la mitad de su vida lo hizo de la caridad, y se distinguía por un sentido del olfato capaz de rastrear una carne asada a más de 500 metros de distancia.
Ella y otros, como Jorge Castillo, un zapatero emblemático que los lunes jamás abría porque era el día de la “posparranda”, han hecho que los acosteños, así como decenas de visitantes de diferentes partes del país, viajen en el tiempo.
La recopilación de imágenes, con motivo del centenario, estuvo a cargo de los profesores Luis Heberto Monge y Manuel Ramírez, y de Evelio Badilla y Rónald Fallas, y contó con el pleno apoyo de la Comisión del Centenario.
La exposición comenzó con 150 fotografías, la mayoría de ellas en blanco y negro, y en la actualidad ya hay más de 200. Esto se debe a que los acosteños, motivados por los aires de nostalgias y del pasado que despertaban esas imágenes, comenzaron a llevar otras.
La entrada a la exhibición es gratuita y está abierta, de lunes a viernes, de 1 p.m. a 8 p.m., y los sábados y domingos de 9 a.m. en adelante. ARQUITECTURA
Uno de los rasgos que más llama la atención es que mediante las distintas fotos se puede reconstruir, como lo haría con paleontólogo con un fósil de miles de años, el espíritu de este cantón número 12 que se independizó de Aserrí un 27 de octubre en el primer gobierno de Ricardo Jiménez Oreamuno.
Uno de los hallazgos más importantes es que se descubrió, mediante una fotografía de un valor incalculable, que Acosta tuvo a finales de los años sesenta un templo de arquitectura gótica, cuyo ensamblaje fue importado directamente de Bélgica. Pero, para asombro de todos, una decisión eclesiástica optó por derrumbarlo y construir uno más moderno.
En la exposición hay una de las latas que en su momento formaron parte del ensamblaje general de dicho templo, y como decía una de las acosteñas que la vio: “Yo recuerdo que detrás de la casa de mi tío botaron el montón de piezas que arrancaron de la iglesia”.
Las generaciones más jóvenes ni sospechaban de la existencia de ese templo, como tampoco tenían idea de que la escuela Cristóbal Colón, en el centro de San Ignacio, fue en su momento de una bellísima arquitectura victoriana.
A comienzos de los ochentas fue derribada y en su lugar se edificó una escuela de cemento con una arquitectura excesivamente convencional. El salón de actos de dicha escuela, rescatado en otra magnífica foto, ha hecho suspirar a cientos de lugareños.
Pero la reconstrucción arquitectónica no acaba ahí, porque una fotografía del quiosco revela un estilo cuidado en dicha estructura, la cual fue cambiada por una mole de cemento que, para dicha del parque Monseñor Sanabria, será derribada en los próximos meses para dar paso a una edificación mejor.
SOMBREROS Y PERSONAJES
La multitud está apretujada alrededor del hombre que extiende sus dos manos para saludarlos. Los sombreros revelan y fijan una época. El hombre que viste un “jeans” y una chaqueta, al cabo de algunos meses sería presidente de la República. Se trataba del profesor y matemático José Joaquín Trejos Fernández, conocido como Manitas.
Su campaña, de hecho, se basó en su honradez y uno de los gestos característicos era mostrar sus manos limpias. En Acosta está frente a la casa de Juan Mora, una casa de corte semivictoriano que con el cabo de los años iba a desaparecer para darle, de nuevo, cabida a la arquitectura moderna.
La cercanía de la gente con el candidato y sus sombreros, que evocan a un Gardel eterno, recogen una instantánea inolvidable no solo para los acosteños, sino para el país en general, porque ese hombre que en ese momento saludaba, luego marcaría, entre 1966 y 1970, el rumbo de Costa Rica.
Con una población actual de 25.000 habitantes, Acosta ya no es el cantón alejado del centro de San José como era antaño, cuyos pobladores debían desplazarse durante tres y cuatro días al ritmo de las carretas por caminos enlodados o llenos de polvo para poder sacar sus productos.
Precisamente uno de los personajes que se encargaba del comercio de entonces era León Vindas, quien fue el fundador de un pueblito llamado San Luis, donde almacenaba los granos procedentes de lugares como Sabanillas, Cangrejal y Bijagual y para luego emprender el largo viaje a la capital.
Otro de los personajes que se rescata en la retrospectiva está frente a un edificio de madera. En él sobresalen unas letras muy significativas que, de por sí, evocan toda una época: el botiquín del pueblo. El hombre que aparece en la foto, lleva un pequeño delantal de “Army”, lo acompañan su hija Ligia y su esposa Carmelita.
Se trata de don José Pepe Haug, boticario, pintor y animador cultural. De descendencia de una familia alemana, llegó a Acosta al final de los años treinta, y se convirtió en un personaje central del cantón, porque a él acudían los acosteños en busca de una cura de sus enfermedades y muchas veces tenía que fabricar las medicinas, porque para entonces allá no llegaban y si llegaban eran muy caras y lo hacían tardíamente.
“El botiquín del pueblo” constituyó una referencia obligada para los pobladores, pero don Pepe no se limitaba a dar medicina solo para el cuerpo, puesto que gracias a él Acosta tuvo, en aquellos desolados años, el único cine que registra su historia. Películas de vaqueros de corta duración y películas mexicanas deleitaban a esos hombres y mujeres, que veían con asombro cómo aquellas imágenes en movimiento cobraban vida.
Esa faceta de boticario y homeópata, don Pepe la complementaba con sus pinturas, pocas de las cuales todavía se conservan, dado que sus familiares reconocen que se perdieron muchas. -¡Mirá el botiquín de don Pepe!, se escucha exclamar con frecuencia en la exposición.
CRECIÓ CON EL SIGLO
La exhibición constata cómo este distrito –Candelaria- del cantón de Aserrí, se transformó en un cantón en el que los agricultores, los poetas y los soñadores se abrieron paso incluso en la vida nacional. Tal es el caso del escritor conocido como Miguel Salguero, quien nació en las montañas de Guaitil.
Y de fotografía en fotografía se evoca a “Mano Juan Calderón”, uno de los mejores boyeros; a Vicente Fallas, uno de los fundadores del cantón; a Juan Zeledón y Félix Dolores Mesén, integrantes del primer concejo municipal de 1927; a América “Meca” Solís, la primera mujer que en Acosta anduvo en moto, en una vespa, y fotógrafa de muchas generaciones; al padre Alfonso Artavia, el primer cura que se olvidó de las comodidades urbanas y visitó poblados a los que ni siquiera en caballo se podía ingresar; a monseñor Carlos Humberto Rodríguez en una visita a Teruel, cuando el acceso solo era posible en un carro de doble tracción; a Santiago Calderón, descalzo y con un pañuelo al cuello en medio de una boda.
Las imágenes pasan como si el cinematógrafo de la vida no se detuviera, y proyectan el espíritu de un pueblo, que el pasado 27 de octubre alcanzó su primer siglo de vida oficial, con el reto de rescatar un inmenso patrimonio cultural y humano que dejaron por su camino de curvas, los abuelos que soñaban con abrirle un mejor porvenir a sus nietos.
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