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He tenido la oportunidad de estar en contacto con muchas personas en la China, y me sorprende que, cuando los invito a ver algún video de YouTube o alguna página en Google, me responden diciendo, muy diplomáticamente: «I am sorry, I cannot open your link». No se atreven a decir que son víctimas de la censura.
Entre ellos y nosotros se encuentra una Gran Muralla digital que filtra toda información que pasa por ella.
China posee muchos rasgos admirables: gente maravillosa, una historia milenaria, gran diversidad de culturas, bellísima arquitectura, antiguas tradiciones, todo esto conjugado con un crecimiento económico, un desarrollo urbano y un avance tecnológico sorprendentes.
Lamentablemente, la promoción de la dignidad humana no es un punto en que la China se destaque.Hay ciertos rasgos de un país que no son comprensibles, sino hasta que algo inusual sucede. El otorgar el premio Nobel a un disidente político encarcelado por el gobierno de la segunda economía del planeta se sale de lo común. Ante este insólito hecho, la respuesta del gobierno de China ha sido vergonzosa: ha reforzado sus controles sobre Internet, evitando cualquier mención al nombre de Liu Xiaobo, ganador del Nobel de la paz este año. Incluso, reporta Pascale Trouillaud de la AFP, que los SMS con el nombre de Liu Xiaobo fueron bloqueados. Y su esposa, Liu Xia, según reporta el diario El Mundo de España, se encuentra bajo arresto domiciliario.Reporteros Sin Fronteras (RSF), organización con sede en París, denunció la censura «vergonzosa» del gobierno chino, que representa «un insulto a la universalidad del Premio Nobel de la Paz». No solo eso: el gobierno Chino ha respondido afirmando que Liu es un «criminal». ¿Su crimen? Haber promovido un manifiesto por la libertad y la democracia. ¡Un manifiesto! En la mejor tradición de las viejas vanguardias, Liu encapsuló su ideal en pocas palabras, y que publicó en el 2008.A finales del 2009, El Mundo publicó una carta de Liu Xiabobo, quien ejerció como profesor universitario de filosofía, y en la cual afirmó: «Simplemente por haber expresado puntos de vista divergentes en política y por haber tomado parte en un movimiento pacífico y democrático, un profesor pierde su cátedra, un escritor pierde el derecho a publicar y un intelectual público pierde la oportunidad de hablar en público, lo que resulta triste, no sólo para mí mismo como persona, sino también para China después de tres décadas de reformas y apertura.» (El Mundo, 23 de diciembre de 2009).Brillan por su ausencia las voces de solidaridad y protesta cuando el afectado es un profesor universitario de un país que derrocha beneficios económicos sobre Costa Rica, incluyendo sus universidades. ¿Hasta qué punto podemos intercambiar conocimientos con China, sin que ello signifique que debamos apagar nuestra voz profética para defender la dignidad de cada ser humano?¿Hasta qué punto se comprometerá la UCR como institución con la defensa y promoción de los derechos humanos en la China, en vista de que dicho país dispone de un amplio presupuesto para financiar viajes, pasantías, becas y programas de intercambio? ¿Conviene seguir los pasos de la Cancillería, con su comunicado grisáceo, en el cual no menciona la privación de libertad del Nobel de la Paz chino?Hablarle claro a la China no es asunto de faltarle respeto a esta enorme nación, sino más bien, es una forma de amarla, pues el amor y la verdad se encuentran profundamente entrelazados. Callar, por temor a perder futuras dádivas o beneficios, no es amor, sino el más pedestre de los servilismos.
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