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Hace poco se me brindó la oportunidad de ser aplicador de la prueba de aptitud académica en Pococí; ahí tuve el enfrentamiento de la realidad versus el discurso.
La realidad es que en el aula que me correspondió estar, un porcentaje muy cercano al 50% de los estudiantes, que tres horas antes habían ingresado con sus caras llenas de ilusión, en ese momento se desencajaban, por cuanto, el fatídico anuncio no se hizo esperar: “disculpen en este instante se cumplen las tres horas otorgadas para realizar el examen, por favor ciérrenlo y no trabajen más en él”.
No podré olvidar esas caras de frustración, susto y desesperanza: -“…disculpe usted, ¿no puede darnos más tiempo, profe, ya casi terminamos?”, dijeron unas voces casi sin aliento; -lo siento y de verdad mucho, pero no puedo-, me escuché decir y era una sentencia demasiado drástica por las implicaciones que de ello se derivan para la visión personal y de país.El discurso es que el examen es igual para todos y todas las estudiantes que aspiren ingresar a la universidad pública, aunque las condiciones del sistema educativo no lo sean…Al observar con detenimiento el rescate de los hermanos mineros chilenos, al ser transportados por una cápsula de manera individual y personalizada, se me vino a la mente, los y las estudiantes de Pococí; a ellos y ellas y a los demás estudiantes de zonas deprimidas del país, la Universidad de Costa Rica (UCR), institución benemérita de la Patria en la Cultura y Educación, debería por medio de una acción afirmativa otorgarles una cápsula al menos a los mejores promedios de esos colegios, e igual que a los mineros chilenos otorgarles una oportunidad diferente.No es posible que no ingrese a la UCR ni un estudiante de los colegios de las zonas más “necesitadas” del país; es pertinente tomar decisiones y otorgar por otros medios facilidades de ingreso a estudiantes que están en desventaja con el resto de zonas menos “necesitadas”; verbigracia, la chica que me llama y me dice: -“…disculpe profe, ¿usted me puede decir qué significa consternación?”-; a lo que tuve que responder: -NO, lo siento mucho, el no poder ayudarte-. Aunque lo más profundo de mi ser de manera solidaria en un pensamiento insondable le respondió: consternación: es el estado en que te encuentras en este momento y en el que me estás dejando.
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