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“Nosotros dijimos siempre que la candidatura de Dilma no era del PT (Partido de los Trabajadores), sino que era la candidatura de una alianza amplia que, por primera vez, logró establecer desde la alianza electoral la base de apoyo que tendrá en el Congreso. Pero el PT no será protagonista de este gobierno.
La protagonista será la presidente”, afirmó el líder nacional del partido, José Eduardo Dutra, en una entrevista concedida al diario brasileño “El Estado de São Paulo”, después de las elecciones del domingo pasado.
Dilma Rousseff, candidata del PT, confirmó el triunfo que ya había logrado en el primer turno y derrotó a la coalición conservadora que encabezaba el gobernador del estado de São Paulo, José Serra.
El casi 47% de los votos del primer turno se transformaron en 56% en el segundo. Serra, del Partido de la Sociademocracia Brasileña (PSDB), subió de 32% a 44%, pero no pudo cerrar la brecha de más de 30 millones de votos que lo separaba de Dilma.
NUEVO ESCENARIO
La candidata de la coalición encabezada por el PT, apoyada por el presidente Luis Inácio “Lula” da Silva, asumirá el cargo el 1 de enero próximo y enfrentará un nuevo escenario político que, para algunos, es más favorable que el actual, pues contará con una mayoría parlamentaria más cómoda que la del presidente saliente.
La oposición, sin dejar de desconocer esa situación, destaca otros aspectos, como la presencia del opositor PSDB en el gobierno de dos de los estados económicamente y políticamente más importantes del país: São Paulo y Minas Gerais, al tiempo que especula con la capacidad misma de la futura presidenta, que no cuenta con el carisma ni con la experiencia política de Lula.
El nuevo mapa político de Brasil “quedó mayoritariamente pintado de rojo” (color del PT y de sus aliados), señalan los comentaristas. La coalición gubernamental estará al frente de 16 estados y, la oposición, de diez, de los cuales ocho estarán en manos del PSDB, partido que, individualmente, gobernará el mayor número de estados.
La elección de gobernadores dejó un saldo inesperado. La gran sorpresa fue el éxito del pequeño Partido Socialista Brasileño (PSB), aliado de Lula, que ganó la gobernación de seis estados, mientras que el propio PT gobernará solo en cinco.
Por otro lado, la derecha más conservadora, agrupada en el Partido Demócrata (DEM), triunfó en dos estados, pero ha visto reducirse drásticamente su representación parlamentaria.
EN EL CONGRESO
La oposición llegará reducida y más debilitada al Congreso y tendrá que redefinir su forma de actuar en la Cámara y en el Senado, comentó la periodista brasileña Cristiane Jungblut.
En la Cámara de Diputados, conformada por 513 miembros, el PT será ahora el principal partido, con 88 escaños, cinco más que en la actualidad, seguido por su principal aliado, el PMDB, una compleja coalición de tendencias e intereses al que pertenece el vicepresidente electo, Michel Temer. El PMDB contará con una fracción parlamentaria menor, pues pasa de los 89 diputados actuales a 79.
En la oposición, el PSDB vio disminuir también su representación, pasando de los 66 actuales a 53 diputados, pero sus aliados del DEM vieron caer aun más la suya, de 65 a 43. El otro partido de la oposición, el PPS, tendrá 12 diputados, diez menos que actualmente.
Algo similar ocurre en el Senado, donde el gobierno controlará 49 de los 81 asientos, pero con mayoría del PMDB, con 21 escaños, frente a 14 del PT.
En la oposición, el PSDB contará con diez escaños (pierden tres) y el DEM, con apenas seis, tendrán menos de las mitad de los 13 con que cuentan actualmente.
Lula había afirmado, durante la campaña, que era necesario “extirpar el DEM”, una agrupación que reúne a los sectores más conservadores del espectro parlamentario, declaración que provocó polémica en el período electoral.
Los resultados parecen haberle dado parte de razón, pues, si bien el partido no ha desaparecido, todos coinciden en que son los grandes perdedores de estos comicios, a pesar de haber elegido a los gobernadores de dos estados menores: Rio Grande do Norte y Santa Catarina.
OPOSICIÓN DIVIDIDA
El nuevo escenario político muestra una oposición reducida, pero más aguerrida. «Apenas estamos comenzando una lucha de verdad. Vamos a dar nuestra contribución al país, en defensa de la democracia, de la libertad, del derecho de todos a ser oídos y de la justicia social», dijo José Serra, al reconocer su derrota el domingo pasado.
Pero esa derrota ha traído, como primera reacción, un fuerte enfrentamiento dentro del mismo PSDB, donde ya asoma la cabeza el aspirante a sustituir a Serra como próximo candidato presidencial del partido.
Se trata del exgobernador de Minas Gerais, Aécio Neves, elegido senador en estos comicios. Tradicionales rivales políticos, los dos estados –São Paulo y Minas Gerais– se turnaron en el gobierno de Brasil en los años 30.
Su vieja rivalidad política pareció resurgir ahora, cuando el coordinador del programa de gobierno de Serra, Xico Graziano, señaló, en su página de Twitter: “Perdimos por mucho en Minas Gerais. ¿Por qué habrá sido?”.
La pregunta sugiere que Aécio Neves no se comprometió del todo con la campaña de Serra, siendo él un reconocido aspirante a la presidencia que, en esta oportunidad, prefirió dar un paso al lado y postularse para el senado federal.
El presidente del partido en Minas, Nárcio Rodrigues, contestó a Graziano señalando que la gran lección de estas elecciones es que “nadie pierde por casualidad”. Y recordó que el PSDB ya perdió tres elecciones presidenciales seguidas, dos con Serra como candidato y otra con el gobernador electo de São Paulo, Geraldo Alckmin.
“Tenemos que revisar nuestras banderas y ampliar nuestras alianzas”, propuso Rodrigues, aunque señaló también que no pretende abandonar lo que hicieron en estos comicios con el DEM.
PRIMERO PASOS
Mientras la oposición digiere una nueva derrota, la presidente electa da los primeros pasos para organizar su gobierno.El mensaje lanzado al día siguiente de los comicios es que no habrá cambios en la política económica.
Se especula, inclusive, que mantendrá en sus cargos al ministro de Hacienda, Guido Mantega, y al presidente del Banco Central, Henrique Meirelles.
Rousseff si bien no descartó cambios radicales en la política económica, no reveló si habrá cambios en el equipo. “Ella está contenta con los actuales ministros del área económica, pero solo ella sabe si los mantendrá en el cargo”, afirmó el asesor de asuntos internacionales de la presidencia, Marco Aurélio Garcia, luego de entrevistarse con la presidente electa.
Rousseff se estrenará en el escenario internacional luego de los comicios, acompañando a Lula en una gira a Mozambique y a la reunión del G-20, que agrupa a las principales economías del mundo, en Seúl.
La integración de su equipo encargado de la transición revelará las intenciones de la próxima mandataria brasileña. Desde ahora surgen las especulaciones sobre la naturaleza de su futuro gobierno, que los observadores se resisten a calificar como un tercer mandato de Lula.
“Si Dilma hace un buen gobierno, naturalmente deberá ser candidata a la reelección”, afirmó el presidente del PT, José Eduardo Dutra.
De ese modo, también surgen las especulaciones sobre las perspectivas políticas de la actual coalición de gobierno de Brasil y sobre el destino del presidente Lula, que deja el cargo con un 80% de aprobación y con su figura consolidada no solo en Brasil, sino en el escenario internacional, con su nombre sonando, inclusive, como posible candidato para el cargo de Secretario General de Naciones Unidas.
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