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Repasando algunas estadísticas sobre descentralización municipal para un nuevo programa de televisión que todos lunes y viernes a partir de noviembre, a las 8:30 p.m., transmitirá Canal 15 bajo el nombre “En Costa Rica”, caí en la cuenta de que apenas el 9% de las promesas de campaña son cumplidas por quienes logran elegirse como alcaldes(as).
Confieso que semejante récord me desarmó, a la vez que animó mi curiosidad. ¿Cómo andaría esa misma estadística en el nivel nacional? El dato se me ha hecho escurridizo hasta el momento, por lo que no queda más que el juicio inductivo para aproximar una respuesta. En ese sentido, bastan tres hechos para derivar que a la Presidenta Chinchilla Miranda, sin apellidos gravosos pero con muy “buenos” padrinos eso sí, no le preocupa mucho su promesa principal de campaña: firmeza y honestidad.
Tres hechos, repito: El primero, la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS), el segundo, Crucitas y el tercero, Trillos del Sol.
La Presidenta entiende algo de seguridad, otro tanto de derechos humanos y, suponemos, alguito de derecho constitucional. Se ha ganado la vida escribiendo y politiqueando sobre tan espinosos temas.
Por eso nadie, bajando sus banderas y borrando de su frente, ojalá de más de dos dedos, el candado de la insensatez, podría defender que a estas alturas, ocho meses adentro en su gobierno, la Presidenta no haya levantado un dedo para borrar del mapa a la DIS, impedir el expolio socioambiental en Crucitas e imponer multas y otras sanciones a la concesionaria de la calle Santa Ana (que no San José, porque partiendo desde ahí la calle ya estaba hecha) a Caldera.
Vamos por partes. La DIS es una policía política con un oscuro despropósito que, más allá de los censurables pasajes que algunos periodistas han acusado valientemente, desmerece de la más mínima confianza ciudadana.
La legitimidad del Estado hoy depende de la congruencia, o lo que es igual, de la integridad de sus líderes. Por eso, difícilmente un ciudadano normal, no uno paranoico, que los hay también, entendería para qué necesita la Presidenta de Costa Rica un contingente armado, formado en inteligencia y contrainteligencia en las más desfasadas escuelas militares, tanto del norte como del sur, pero principalmente del norte.
¿Por qué no la ha cerrado? ¿Para qué la estará usando doña Laura? ¿A qué le teme? ¿Acaso falta firmeza o es que solo cuando se llega a la Presidencia de pronto sí resulta útil el equipito de “agentes secretos”? ¿Acaso en este tema también le van a ir a consultar al PNUD, a la agencia de cooperación de quién sabe qué país europeo y hasta a los chinos del Estadio Nacional para que les ilumine sobre la mejor forma de cerrar la DIS? No hay mayor ciencia en el cierre. Que le ponga candado y punto. La llave, que la tiren al mar.
Los otros dos temas son igual de evidentes: ¿Qué falta para que se cancele la concesión minera en Crucitas? ¿Referéndum? Es más que obvio que en este país la explotación intensiva del ambiente por extranjeros, y aún por nacionales, no es bien vista. Nuevamente la legitimidad, esa dura línea de la que dependen los gobernantes y la propia estabilidad democrática, se erige como un quebradero de cabeza que obliga a dos preguntas más: ¿Por qué el gobierno dio la concesión en un principio? ¿Qué lo motivó? Y más importante hoy, por principio de actualidad: ¿Qué está esperando la Presidenta Chinchilla para derogar el tal decretico que promueve la minería a cielo abierto? ¿Será que falta firmeza?
En cuanto a la calle de dos carriles, demarcada eso sí, que conduce a Caldera, la Presidenta Chinchilla no ha hecho sino lo que los periodistas, que han sido los incisivos en todo esto, le han obligado a hacer al poner en evidencia su permisividad.
Pero de sí misma, la Presidenta ha dado poco o casi nada. Ni multas ni mucho menos exigencia de plazos reducidos para correcciones de infraestructura. La suspensión del peaje no llegó sino hasta ahora, meses después, y costó un mundo que el MOPT impusiera la medida.
Nuevamente la presión mediática se impuso, pero no sin que antes la Presidenta compensara a la empresa privada –repito: privada-, instalándole dos puentes Bailey. ¿Y la firmeza?
A veces me pregunto qué pensaría un presidente alemán o inglés al ver cómo nos subadministran aquí. ¿Concluiría acaso que en Costa Rica la firmeza y la honestidad nunca pasan del discurso? Lo supongo, porque a fin de cuentas la falta de firmeza suele redundar en deshonestidad. ¿O no?
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