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El nuevo humanismo científico no es tan nuevo en realidad. Sobre él nos vienen hablando varios destacados filósofos tanto nacionales como internacionales.
Entre ellos muy especialmente el exrector de nuestra Universidad, Claudio Gutiérrez, quien reúne sus ensayos sobre este tema en su libro Ensayos sobre un nuevo humanismo: Genes y memes en la era planetaria (EUNED, 2006) con varios propósitos; uno de ellos es que pueda servir en los cursos de Estudios Generales.
Sin embargo, muchos de estos ensayos fueron publicados en las décadas de los años ochentas y noventas. Pero, en mi opinión, no han tenido aún un impacto renovador en nuestra área y espero que esta edición de EUNED sirva para que sean más conocidos.
Así como también el hecho de que se pueden conseguir digitalmente en la página web del autor. Uno de los aspectos realmente admirables de don Claudio es su afán de actualización constante y el hecho de haber querido poner siempre sus múltiples conocimientos e investigaciones al servicio de la docencia y de la Universidad. Recordemos que don Claudio es filósofo, abogado e informático y uno de los primeros sino el primero en poner a disposición del público su trabajo intelectual en la Internet.
Considero que la motivación de Claudio Gutiérrez es en el fondo la misma motivación del filósofo Edgar Morin y del sociólogo Immamuel Wallerstein, es decir, el deseo de superar “las llamadas dos culturas” que dividen el mundo académico como si fueran dos realidades aparte: por un lado las humanidades y ciencias sociales y, por otro, las ingenierías y la ciencias naturales.
Esa división del conocimiento es la que trata de superar hoy también la Cátedra UNESCO, fundada este año en nuestra Universidad, con el apoyo de la Vicerrectoría de Docencia y a partir del “Congreso de Transdisciplinariedad” que se realizó a principios de este año con sede en la Universidad de Costa Rica. Esfuerzo que merece un reconocimiento particular, no sólo asistiendo a sus actividades sino con la acción en la docencia universitaria, con la puesta en práctica de una actitud por parte de la comunidad universitaria.
Desde el terreno de las humanidades y de la Escuela de Estudios Generales, debo afirmar que existe una necesidad impostergable de “construir nuestro currículum” partiendo de los avances científico-tecnológicos. Pero cuando digo construir nuestro currículum no me estoy refiriendo a una aparente renovación de contenidos, ni a la filosofía de la ciencia ni a la inclusión de nuevas temáticas –aunque todo esto pueda ayudar-. Me refiero a la necesidad que existe de establecer un diálogo activo y permanente con los expertos de las ciencias y las nuevas tecnologías.
Los nuevos descubrimientos en neurociencias o informática continúan derrumbando los viejos conceptos sobre la condición o la naturaleza humana, sobre el funcionamiento de nuestra mente y sobre la construcción del conocimiento. Han transformado el saber de la psicología, de la filosofía, de los lenguajes y exigen de todos los docentes en nuestra área una actitud flexible, que les permita incluso abandonar sus propias creencias como ya superadas. Este cambio puede ejemplificarse como el paso del que habla Francisco Varela en su libro Conocer (cartografía de las ideas actuales), es decir, el paso que se da de la epistemología o teoría del conocimiento a las ciencias cognitivas.
Al mismo tiempo, la actitud flexible es necesaria también por parte de los expertos de la ciencia y las tecnologías, al reconocer que por esos nuevos descubrimientos se hace más urgente la reflexión sobre lo humano y los fines sociales y éticos que ha perseguido la humanidad.
El nuevo humanismo deberá ser un humanismo científico y a éste debería acompañarlo también un replanteamiento del modelo universitario. Un modelo que, sin embargo, no abandone las metas de educar para la justicia social, el bien común, y los derechos humanos.
Como profesora de Estudios Generales he asistido en ocasiones a congresos de e-ciencia, sociología y otros. He aprendido mucho, pero en un futuro cercano me gustaría asistir a un congreso de Humanidades donde los biotecnólogos, médicos, químicos -por citar algunos- compartan la mesa con literatos, filósofos e historiadores. Hasta ese momento seguiré agradeciendo al exrector Claudio Gutiérrez porque como informático e investigador en neurociencias nunca olvidó que su casa era también la Escuela de Estudios Generales.
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