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Sócrates y los tres cochinitos

Escrito por Tuyosi Mori e ilustrado por Mitsumasa Anno, este alucinante libro japonés fue vertido primero a la lengua inglesa (1985, Anno’s Three Little Pigs) y hace cinco años al español (FCE).

Escrito por Tuyosi Mori e ilustrado por Mitsumasa Anno, este alucinante libro japonés fue vertido primero a la lengua inglesa (1985, Anno’s Three Little Pigs) y hace cinco años al español (FCE).
Su ponderación en la cubierta es horaciana, pues adelanta que la lectura del libro deleita y enseña. En efecto, Mitsumasa Anno ha sido reconocido diversamente por su arte y Tuyosi Mori aprendió matemáticas mientras pulsaba el shamisen y recitaba la poesía de sus ancestros. Lo que todavía nos falta es una valoración filosófica del libro, que aquí emprenderemos para incitar al lector también por ese camino.
 
Se preguntarán, para comenzar, qué relación puede haber entre un solo cochinito (no tres) y Sócrates, precursor del humanismo. Recuérdese la sustitución del hombre en la sentencia “el cerdo es la medida de todas las cosas” y el hecho de que Sócrates, suplantando a Protágoras, vuelva ese cerdo en su contra para darse la razón: “no sólo tú mismo te comportas como un cerdo, sino que persuades a los que te oyen para que procedan de la misma manera respecto a mis escritos y eso no es jugar limpio” (Platón, Teeteto). No vamos a discutir ahora si hay o no diferencia entre cerdos y cochinitos.
Por otra parte, asociar a Sócrates con la enseñanza no es algo que antiguamente pudiera pasar sin recelo, pues en textos como la Apología (otra vez Platón) o la Subasta de vidas (Luciano) leemos que se le acusa de propasarse con los jóvenes. Por eso resulta sugerente que en Sócrates y los tres cochinitos el filósofo sea el lobo. Cabe añadir que este animal muerto por Apolo (como Sócrates por la sabiduría délfica) ha servido para designar el Liceo, lugar donde Aristóteles paseaba un saber que hace gala de la muerte de Sócrates con silogismo.
En otro diálogo de Platón, el Fedón, vemos a Sócrates dando a conocer en su lecho de muerte un proyecto que no consumará: poner en verso heroico los relatos de Esopo. Si bien Occidente no ha retomado el proyecto y éste no se agota mostrando a Sócrates convertido en un lobo que habla, entendemos que Tuyosi Mori y Mitsumasa Anno dieron ya un paso considerable.En la obra japonesa, el lobo conversa con una rana y una loba.
La rana, animal que por definición lleva doble vida, es naturalmente Pitágoras (recordemos que el inventor de las tablas de multiplicar, cada vez que vive, es él mismo y alguien más); pero la loba es la esposa de Sócrates, una hambrienta Jantipa que se la pasa con las tetas al aire palatinamente, con una cuerda teniendo a su esposo de la cola o con un palo amenazando su retaguardia mientras razona con Pitágoras.
El primer pensamiento socrático versa sobre la felicidad de los tres cochinitos. Pero este pensamiento inicial, preñado de epicureísmo, no debe engañarnos con su tono bucólico, como tampoco debe hacerlo el segundo, sobre la cena de Jantipa, o el tercero, sobre la posible captura de un cochinito (la línea del libro, podremos verlo, es pitagórica). Debido al tercer pensamiento se produce toda una discusión sobre el método; el problema radica en que los cochinitos, siendo tres, viven en cinco casas y no se sabe a ciencia cierta cómo se distribuyen.
Con su impaciencia, Jantipa no consigue que Sócrates y Pitágoras apresuren la discusión. Por Platón conocemos aquella regla esencial de ir más despacio cuando nos apresuran (República). Y entonces, como si se tratara de un diálogo cuya discusión no lleva a nada, el propio Sócrates (se espera que también el lector) pinta cochinitos por todas partes. En la única nota leemos esta indicación perfectamente platónica: “A decir verdad, en este libro se percibe que Sócrates y Pitágoras hicieron un extenso análisis sobre el tema ¡sólo para no atrapar a los encantadores cochinitos que la glotona Jantipa se comería!”Sin saber lo que la filosofía estaba tramando, los tres cochinitos se salvan.
La rana, desde luego, está muy contenta con la suerte de los cochinitos: “¡Esa es la mejor solución de todas!” En efecto, Pitágoras y su doctrina siguen siendo vegetarianos (también ellos salen ilesos).
Así termina una obra que podemos definir como aporética y pitagórica, a pesar de que no se recurre a la aporía (dificultad de paso ante un problema) sino de manera general, con el fin de no comerse un solo cochinito.
Sobre aporías particulares como la siguiente: “¿Qué tal si un cochinito permaneciera siempre en la misma casa?”, la nota nos informa que fueron desechadas para que la obra no resultara infinita.

  • Jorge Brenes (profesor UCR)
  • Opinión
Notas

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