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Es muy importante el llamado de atención que hace La Nación en su editorial titulado Desamparo presupuestario del PANI (12/01/11), sobre la fuerte restricción financiera que afecta a esa institución, así como sobre la necesidad de hacer más oportuna y eficiente su gestión, que deriva de un mandato constitucional.
Sin embargo, adicionalmente a los argumentos allí expuestos, considero necesario plantear la discusión también sobre los profundos cambios sociales y económicos que afectan a la maternidad y a la familia costarricense tradicional. Si no tenemos en cuenta esto, el PANI seguirá siendo simplemente una entidad “policial” (en el sentido de Foucault), para rescatar a niños y niñas de sus orfandades.
Una investigación académica que actualmente desarrollo en Purral, Goicoechea, contribuye a conocer mejor lo que puede llamarse la crisis de la función social de la maternidad tal y como la conocimos bajo el modelo tradicional del binomio mujer ama de casa/hombre proveedor. Esta crisis tiene repercusiones directas en el deterioro de las relaciones de parentesco, y del cuido y la crianza de infantes y personas adultas mayores, particular –pero no únicamente-, en la población de menores recursos.
Como dijo una señora entrevistada para este estudio, en Purral, “ya no hay supuestos sobre la maternidad”. Nada garantiza el cumplimiento de aquel presunto “instinto maternal” que proveía de protección permanente y segura para las hijas e hijos, incluso en situaciones económicas precarias.
Lo anterior, responde a varios factores, siendo los más importantes, por una parte, la creciente y sostenida participación de las mujeres en el trabajo pagado, sin que esto las exima del trabajo no pagado del cuido y la crianza, lo cual coloca sobre ellas una carga crecientemente indeseable y, por la otra, el deseo de las mujeres – incluso transmitido de madres a hijas-, de aspirar a proyectos de vida que trascienden el rol de “ama de casa”, y que ponen, por delante del matrimonio y la maternidad, su educación para convertirse en profesionales y, en general, adquirir un nivel de vida que les permita ser independientes.
Esta transformación fundamental que tiene lugar en la posición social de las mujeres –y que impacta de manera directa en los hogares costarricenses- no es tomada en cuenta sino de modo intuitivo por los partidos políticos en la elaboración de sus programas y de sus campañas políticas, siendo, como creo que es, uno de los motivos por los cuales hay tan poca comunicación entre estos y la ciudadanía.
Ejemplos de ello fueron la campaña del PAC en los comicios de 2006 y la propuesta de la red de cuido de la entonces candidata del PLN en las elecciones recién pasadas.
Los cambios ocurridos demandan un replanteamiento social de las funciones tradicionales de la maternidad y la paternidad, y no solo una poco consciente promesa de su reforzamiento. Esto, porque, sencillamente, las mujeres ya no son las mismas de antes.
Para decirlo metafóricamente, ya no hay garantía de que habrá, en el hogar, una persona que asumirá la cocinada de los frijoles. Esto es más importante de lo que parece. Una noticia, también de La Nación, titulada Consumo de frijoles disminuye un 35% en últimos 45 años (16/09/10), ilustraba las consecuencias del cambio ocurrido en la dieta costarricense –a su vez causado por este proceso social y económico sobre el que llamo la atención-, que, según especialistas, ha llevado a un incremento de los riesgos de infartos, cáncer de colon, hipertensión y diabetes tipo 2, y al consiguiente incremento de los gastos asociados de la CCSS.
Si el trabajo socialmente necesario de la reproducción y el cuidado –gratuitamente asumido por las “ama de casa”- ya no se puede dar por sentado; si, como proveedoras, las mujeres contemporáneas ponen por delante de los sacrificios “sublimes” de la maternidad, otros intereses legítimos, es evidente que las bases de la organización social se trastocan.
Pero este hecho tan importante no forma parte de la discusión política. Y, sin embargo, cualquier posible acuerdo nacional en cuanto al desarrollo del país no será exitoso si no se reconoce su existencia.
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