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Las manos de Ólger Villegas Cruz no han dejado de modelar, esculpir, pintar y hasta escribir poesía desde que su mente recuerda. Su primera escultura fue un busto de Lisímaco Chavarría, el que esculpió en 1945, con solo 11 años de edad, y que finalmente quedó en su escuela primaria George Washington, en San Ramón. Hoy, a sus 77 años acumula centenares de experiencias de vida artística que le fueron reconocidas con el Premio Nacional de Cultura Magón 2010.
Las palabras de Ólger Villegas descubren el profundo agradecimiento del artista hacia su pueblo, el cual ha representado en sus obras y hoy le rinde este homenaje.
Era un día sábado, cansado de atender múltiples llamadas y visitas de amigos y familiares, aun así recibió a UNIVERSIDAD para conversar sobre las emociones que lo embargan desde primeras horas de la mañana del viernes 21 de enero, día que recibió la llamada del Ministro de Cultura, Manuel Obregón para comunicarle la decisión del jurado.
“Como todos los viernes iba para San Ramón, pero me devolví a contestar el teléfono y era el Ministro de Cultura. Cuando me dijo que me habían dado el Magón casi me caigo y mis ojos se llenaron de lágrimas” contó Villegas, quien en cada frase revela la infinita humanidad que lo caracteriza: sinceridad, amabilidad, respeto a otros criterios filosóficos y estéticos y un profundo amor a la gente de pueblo, cualidades plasmadas en su obra escultórica. El encuentro duró más de una hora, sin duda insuficiente para plasmar en un breve reportaje la personalidad de Villegas.
El escultor es un artista como pocos. Abierto, franco de palabra, sin falsas posturas ideológicas para satisfacer a su interlocutor y fiel creyente en que es mejor representar lo bello que lo grotesco. “La vida está tan llena de violencia, que hacer cosas feas resulta muy fácil. El arte verdadero debe recuperar la poca ternura que aún nos queda. Toda escultura debe tener mensaje. Lo que no dice nada no trasciende. Se queda en el tecnicismo, en el virtuosismo y nada más”, escribió hace unos años. Simples palabras que develan la grandeza de un artista, que el próximo 9 mayo recibirá los honores en el Teatro Nacional.
Un duro comienzo
Ólger Villegas nació en 1934, en el seno de una en una familia humilde ramonense. De padre artesano, amante de la música y descendiente de imagineros del siglo XIX y principios del XX, Villegas vivió en un ambiente estimulante que definió su ruta. Lo suyo, dijo el artista a este Semanario, es genético, al referirse al sino inevitable que la vida le tenía deparado.
“En mi vida he pasado momentos muy difíciles, hasta de mucha pobreza. Cuando ingresé a la Facultad de Bellas Artes, en la Universidad de Costa Rica (UCR), caminaba desde mi casa en Alajuelita, donde vivía en ese tiempo. La facultad quedaba en las inmediaciones del Poder Judicial en San José, y a la vuelta me regresaba caminando otra vez”, recordó el Magón 2010.
A solo un año de haber iniciado sus estudios superiores ganó el primer premio en dibujo, pintura y escultura, otorgado por dicha Facultad. Los premios y reconocimientos siguieron llegando y tras una larga producción acumula tres Premios Aquileos J. Echeverría y centenares de horas de vuelo entre un país y otro para exponer sus obras en Japón, Estados Unidos, Venezuela y México, nación donde tiene gran cantidad de amigos.
Tras obtener su licenciatura en la UCR, inició su viaje artístico hacia nuevas escuelas, dentro y fuera del país, con maestros de los que aprendió la técnica. Sin embargo, de estos mismos se desprendió para construir su propio discurso estético.
Aunque ha trabajado la madera y el mármol, el bronce ha sido el material que más satisfacciones le ha dado. Más allá de las exploraciones materiales y espirituales, se define a sí mismo como un artista auténtico que crea cada pieza con un impulso renovado y fresco, franco. Cada escultura suya es una bien lograda conjunción de lo afroamericano, lo femenino, lo familiar y la ternura humana.
Ólger Villegas comparte su vida con María de los Ángeles Cordero Víquez desde hace 47 años, aunque se conocen hace más de medio siglo, “pero viera que a mí se me hace como si hubiese sido ayer”, interrumpió con cálidas palabras la mujer que ha visto nacer cada una de las obras de Villegas, y con quien procreó 5 hijos. “Todavía recuerdo cuando andaba mis hijas en coche por las calles de Heredia”, agregó con añoranza el hombre escultor, que también es hijo predilecto del cantón de San Ramón.
Consagrado
El jurado del Magón 2010 lo integraron Flor María Pérez Zamora por la Editorial Costa Rica; Rocío Fernández Salazar por el Ministerio de Cultura y Juventud; Mario Oliva Medina, del Consejo Nacional de Rectores; Rafael Ángel Herra Rodríguez, de la Academia Costarricense de la Lengua, y Walter Antillón Montealegre por la Asociación de Autores de Costa Rica.
Villegas es “uno de los mejores escultores de la historia costarricense, por su originalidad, su sensibilidad refinada, su estilo, la expresión formal de su ideal estético, su experimentación con diversos materiales y por el dominio excepcional de las técnicas del dibujo y la escultura…Su legado enaltece los valores de la convivencia, la ternura y el trabajo”, destacaron los jueces.
Desde su juventud, prominentes artistas y críticos veían en su trabajo una renovación. Uno de ellos, el gran Juan Manuel Sánchez, dijo que Villegas era un “llano y natural trabajador que no pretende otra palabra que la muy suya: honda y sincera voz de artísticas inquietudes».
Por su parte, el reconocido estudioso de la escultura costarricense, Luis Ferrero, escribió que en la obra de Villegas “se encuentra una representación derivada de una academia modernizada: manejo fluido del modelado, composición cerrada y profundo conocimiento de anatomía artística que es deformada y robustecida para darles a las figuras carácter monumental. Predominan rasgos negroides en los rostros”.
Así, varias décadas después, lo dicho y escrito sobre la obra de Ólger Villegas fue confirmado por el jurado del Magón 2010. Este premio lo coloca de nuevo como el gran escultor del monumentalismo costarricense, en momentos en que él mismo reconoce que se sentía olvidado. “Ese es el problema cuando uno envejece” comentó el artista, para luego asegurar que el premio le da un nuevo aire para superar los problemas de salud y la difícil tarea de ser escultor en un país donde el arte se ha convertido en algo accesorio, que solo se adquiere para hacer juego con los muebles de las casas de la clase adinerada, agregó con recelo.
El llamado del Magón
Desde hace mucho tiempo, Ólger Villegas – quien durante más de dos décadas se dedicó a la enseñanza – insiste en que “el arte debe ser preponderante en la educación, sobre todo en la secundaria porque desde esa época se definen las vocaciones”.
En su criterio, no existen políticas de Estado para estimular la creatividad en las comunidades; tampoco criterios para definir el tipo de arte monumental de los sitios públicos y estos en muchos casos pasa por la decisión política del partido político que detenta el poder.
Para el escultor – que ha modelado gran parte de esculturas pública, como las hechas en homenaje a los expresidentes Daniel Oduber, Rafael Ángel Calderón Guardia y el conjunto en conmemoración de las garantías sociales, para mencionar algunas –, nuestro país necesita gente con criterios para ejecutar un plan que reúna a artistas nuevos y mayores. El arte propicia el respeto al criterio ajeno y al pensamiento estético, pero creo que en un proyecto así es mejor con obras figurativas, porque es para nuestro pueblo, añadió.
Otra idea de Villegas “es la apertura de talleres de artes y oficios en las cabeceras de cada provincia, con el apoyo de municipalidades y empresas que patrocinen, lo cual antes eran muy común. En mi época como profesor del Liceo de Heredia me dieron un aula para escultura, pero no importa lo que se enseñe, sea música o pintura. Si hacemos esto cuando los jóvenes llegan a la universidad no andan divagando qué carrera escoger”.
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