Según la visión convencional de la docencia, el docente enseña en la clase sus conocimientos de la materia a los alumnos y estos aprenden esos conocimientos.
Sin embargo, más que enseñar (del latín insignare, señalar) la labor del docente debería ser educar (del latín educare, guiar) y promover el desarrollo de las competencias de los alumnos.
Tradicionalmente, la actividad docente ha estado enfocada en la enseñanza, pues se cree que la enseñanza causa aprendizaje y que este se logra transmitiendo información en un proceso prácticamente unidireccional. Pero la enseñanza convencional solo promueve el aprendizaje superficial y/o pasajero de la nueva información.
En contraposición, el aprendizaje pleno involucra comprender, valorar, analizar y relacionar la nueva información con el conocimiento previo.
En el aprendizaje pleno se interioriza la nueva información y se construyen nuevas representaciones mentales (conocimientos), que pueden utilizarse en situaciones diferentes a los contextos donde se aprendieron. Aprender (del latín prehendere, atrapar) de forma plena implica desarrollar nuevos conocimientos, habilidades, destrezas, conductas o valores como resultado no solo de escuchar y observar, sino primordialmente de razonar y experimentar, por lo que para que ocurra aprendizaje pleno debe haber una participación muy activa por parte del alumno. El aprendizaje pleno se facilita cuando el individuo está motivado y en un ambiente social adecuado. Así pues, el aprendizaje pleno ocurre como producto de un proceso multidireccional que involucra en primer lugar al propio alumno y en segundo lugar a sus compañeros.
Las clases magistrales son la actividad principal en la docencia basada en la enseñanza y se ha demostrado que estas tienen un efecto muy limitado en el aprendizaje de los alumnos, en comparación con actividades en las que estos trabajan activamente en grupos resolviendo problemas, respondiendo y formulando preguntas, discutiendo, explicando conceptos y debatiendo entre ellos. Por lo tanto, podemos promover el aprendizaje pleno en nuestros alumnos, sustituyendo al menos parcialmente las clases magistrales con este tipo de actividades. Además, estas actividades contribuyen significativamente al desarrollo de un pensamiento crítico y creativo, así como al desarrollo de habilidades para resolver problemas y trabajar en equipo.
El docente enfocado en el aprendizaje es un guía capaz de motivar a los estudiantes y proveer un ambiente estimulante que facilite su proceso de construcción de conocimiento. Un docente enfocado en el aprendizaje 1) involucra a los estudiantes en la definición de sus propios objetivos de aprendizaje; 2) hace reflexionar a los estudiantes sobre la importancia de la materia, poniéndola en contexto y relacionándola con su realidad y con el conocimiento adquirido previamente; y 3) planea y realiza en clase actividades que promuevan la interacción entre los estudiantes.
Existen varias estrategias pedagógicas aplicables a grupos de estudiantes de todos los tamaños y disciplinas, como el aprendizaje basado en problemas (Problem based learning, PBL), la investigación orientada a procesos de aprendizaje (process-oriented guided inquiry learning, POGIL) y el aprendizaje en equipo dirigido por compañeros (peer-led team learning, PLTL). En estas estrategias mediante el trabajo en grupos pequeños, se promueve en los alumnos el razonamiento y la comprensión conceptual. En la web hay muchos recursos disponibles sobre estas metodologías y ejemplos aplicados a diferentes materias (ver por ejemplo www.pogil.org y www.pltl.org).
La docencia universitaria del siglo XXI debe estar enfocada en el aprendizaje pleno y no en la enseñanza. Pero asumir el reto de cambiar no es fácil, pues se requiere una gran dosis de creatividad y mucho esfuerzo. La recompensa es saber que más allá de promover en los alumnos la memorización de la materia a corto plazo, realmente se les está educando y contribuyendo a su formación.