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Las “chanchadas” de la banda de pillos llamados políticos, me desaniman demasiado; pero más me preocupa la falta de coraje del costarricense, la candidez de una gente poco solidaria, donde nada perturba la paz que permite dormir (pierna suelta), a los pendejos y cobardes… Se seca la voluntad de hacer algo por un pueblo cerrado, indolente, inconciente, sin voluntad, apático, negligente, castrado, sin ningún compromiso social ni patriótico, que babea la bota que lo aplasta y como lora repite: “pura vida”, aunque se lo lleve la “puñeta”.
La pura verdad: frustran los chorizos legislativos y los desafueros de algunos magistrados. Dan ganas de llorar y hasta de renegar de ser costarricense. Pero amo mi patria, la libertad, los principios y los valores éticos, cívicos y morales que aprendí a defender desde niño.
Y aunque a muchos les caiga como puntapié en los ijares, pues odiamos que nos digan la verdad, se perdió la vergüenza, el orgullo y la dignidad. Si hoy hiciéramos un referendo para castrar al tico (físicamente) el 50% se abstendría de votar, el 45% diría SÍ y sólo un 5% se negaría a ser buey…
Atravesamos, en todos los aspectos, una noche negra que no acaba. Algunos tiranos han sometido al pueblo que se dice libre y democrático, pero lame la coyunda y acepta albarda. Venimos gobernados por ineptos e inescrupulosos que mancillan la democracia, la soberanía y al pueblo, pero agachamos las orejas. Las leyes se parcializan: dan 20 años por robar un celular, pero los grandes desfalcos: Comisión de emergencias, fondos para vivienda, caso BCIE, y los casos de Rodrigón Arias, el fiscal y Tijerino asesorías y concesiones sucias, son archivados, evadiendo una justicia que pregona igualdad ante la ley. La mayoría de altos funcionarios gubernamentales sirven al cartel “tiranía en democracia”… Los sindicatos (¿dónde y de qué lado están?) callan ante la corrupción e injusticias sociales: mala atención médica, pésima educación y carreteras, inseguridad y aumentos tributarios. La inoperancia estatal es anonadante; pasan años y no pueden colocar una platina en un puente. La Sala IV legitima burlas constitucionales. El TSE, insensatamente, aplaude votaciones de sólo un 28%. Los “padres de la patria” encubren a sus compinches, mediante comisiones legislativas que nacen muertas. ¿Y mi buen pueblo? Tomando atolillo con el dedo porque ¿qué se puede hacer?
Ortega invade Costa Rica y, negligentemente, le damos quejas a “Papá Mundo”, en vez de actuar como ciudadanos de sangre en las venas (igual al TLC). ¡Ay pueblo, así no se defiende la soberanía!… Duele decirlo, pero tras la pasividad y “neutralidad” ticas, lo que hay es una gran desidia y cobardía. ¿Y la presidente? Ahí va, sonriente, como cuando en campaña electoral apareció en los medios, hecha toda una amazona, cerveza en mano, en las fiestas de Palmares. Pareciera inconsciente de su investidura, incapaz de romper relaciones con el gobierno agresor (desmiente la firmeza y valentía femeninas en la política y compromete el salero y elegancia de la belleza tica inducida al desaliño). Gastamos millones forjando la imagen del pobrecillo, para que otros resuelvan nuestros problemas. Somos maestros (menos en fútbol) del arte de pasar la pelota y zafar el lomo… Atletas natos (y notos) del aquí corrió. Campeones olímpicos del choteo y el chiste mordaz. Poco serios; las manifestaciones de protesta son un puro vacilón y jolgorio; se baila, se come y se cacarea. Nos reventamos con los toros a la tica y nos refocilamos con las telenovelas. Y cuando podemos dar ejemplo de valentía a los niños, los utilizamos como estandarte, uniformados, banderita y al frente; que su inocencia supla nuestra falta de…
Tenemos virtudes, pero la pura verdad, somos un desastre: charlatanes, mentirosos, atenidos, holgazanes, burlescos, cavilosos, angurrientos, cínicos, tomadores, sucios, chismosos, taimados, confiteros, picaflores, aduladores, atorrantes, desaliñados, palomillas, jetones, morbosos, pedigüeños, falsos cristianos, prepotentes, doble moral, metiches, cándidos, engreídos, fanfarrones, delicados con lo propio, nos gusta llevarla suave, vivir de lo prestado, copular y zafar… Nos encanta peinar la mona y matar la culebra, tirar la piedra y esconder la mano, jugar de vivos, hacernos los chanchos y roncar como ellos. Palanganearla y hacer la masa aguada… Pero así todo, tengo fe que esta patria hermosa producirá generaciones (aunque no llegue a verlas) más honestas y viriles, que la saquen del fango y la enaltezcan, para orgullo de los costarricenses y reivindicación de la humanidad.
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