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Elementary, my abhorrent Watson

El Dr. James Dewey Watson es un hombre agradecido. Da gracias por no haber nacido negro africano, porque entonces sería menos listo de lo que es. También agradece día con día, y tiene muchos, no haber nacido mujer negra, porque eso sí sería una desgracia cósmica.Por supuesto también se congratula de no haber nacido en Costa Rica, por razones obvias. Y no se cansa de alabar el no haber nacido homosexual, porque esa gente está mejor no nata, o sea muerta.

El Dr. James Dewey Watson es un hombre agradecido. Da gracias por no haber nacido negro africano, porque entonces sería menos listo de lo que es. También agradece día con día, y tiene muchos, no haber nacido mujer negra, porque eso sí sería una desgracia cósmica.Por supuesto también se congratula de no haber nacido en Costa Rica, por razones obvias. Y no se cansa de alabar el no haber nacido homosexual, porque esa gente está mejor no nata, o sea muerta.
El Dr. Watson, además de individuo agradecido por haber nacido de padres blancos, varón y en Chicago, es un científico distinguido. Zoólogo, trabajó con biofísico y logró esclarecer la estructura del ADN, una macromolécula que contiene  la información genética ligada al desarrollo y funcionamiento de los seres vivos y es también factor de su transmisión hereditaria. En 1962 recibió, con otros, el Premio Nobel. En entrevista a La Nación S.A. (Watson también vende sus libros), el cientista enseñó su saber político: “El comunismo quería que todo lo malvado proviniera de la sociedad” (LN: 6/02/11). Aún no lo postulan al Nobel por esta información.
En cualquier caso, a la Universidad de Costa Rica el Dr. Watson no acudió a dar una conferencia como sabio en genética e idearios políticos, sino como personalidad-estrella. O sea para hablar a una audiencia general que entiende poco o nada de ácido desoxirribonucleico, pero que quiere estar cerca de un sabio famoso, tocarlo si es posible y llevarse foto y autógrafo. En este contexto pop/provinciano, del cual Watson no es responsable pero que parece disfrutar, cayó un rayo. El Consejo Universitario de la UCR, sesionando a la carrera tras las vacaciones de sus integrantes, decidió suspender/prohibir el show. No tenía competencia para hacerlo, pero así lo dispuso. La orden, a horas del evento, generó el lío práctico inevitable (no demasiado, tampoco, “a la tica”) y posteriores ironías, sarcasmos, denuestos y otras yerbas acerca de una Universidad que quiere impedir que expositores racistas, homofóbicos y misóginos expongan en la academia. Tras la confusión, Watson hizo su número. Fue aplaudido.
El CU, en cambio, recibió todo lo que le enviaron, que fue bastante y ningún aplauso. Se disculpó. No ha sido suficiente. Se habla de que deberían irse todos o algunos de sus miembros. En realidad, si se fueran todos vendría otros iguales de confundidos. El problema es el CU, no los individuos que lo integran. Esto quiere decir que la orgánica institucional es la que falla. Ni el CU ni la Asamblea Colegiada Representativa, por citar otro referente, son funcionales (tampoco lo son los procedimientos mediante los que se eligen sus integrantes). Hace mucho que la UCR debía, por tamaño, carácter y complejidad, funcionar con mesas de trabajo permanentes y poderes descentralizados, por ejemplo, en las Facultades. Además,  el espíritu universitario se ha ido enrareciendo o esfumando. Revertir esto no es cuestión de solo buenos deseos.
El resultado es que las autoridades del CU, y otras instancias, pierden de vista desde sus elevados cargos, por ejemplo, que Costa Rica y la UCR son mayoritariamente conservadores y que sin duda las opiniones pop del Dr. Watson son aceptables/elogiables/verdaderas para muchos costarricenses y académicos, funcionarios y estudiantes universitarios. Costa Rica es mayoritariamente racista, homofóbica y patriarcal. La UCR no es culturalmente sólida ni eficaz combatiendo estas ignorantes perversiones. No se da las armas para ello. Se autocomplace predicando lo que no es. Como el país. No es casual que obispos y presidencia del Tribunal Supremo de Elecciones hayan soñado con barrer para siempre a los homosexuales mediante un referéndum ciudadano aplastante.
De modo que sin querer queriendo, el Dr. Frankenstein le prestó a la Universidad un servicio. Por supuesto se puede desaprovecharlo utilizando los errores institucionales y de personas, que fueron serios y hasta dolorosos en esta zarzuela genética, en beneficio de los intereses de candidatos en la muy próxima elección universitaria. O para atraer energía a la guerrera pero no siempre atinada organización sindical. De los estudiantes, ni hablar. Estaban idos, de vacaciones. Como el Consejo.

  • Helio Gallardo (Profesor)
  • Opinión
Communism
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