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La Reforma Fiscal

Cuando un Gobierno quiere aumentar impuestos por la razón que fuere, la ciudadanía tiene derecho a tener dos cosas claras: cuál va a ser el exceso de carga (excess burden) y cuál va a ser su incidencia.

Cuando un Gobierno quiere aumentar impuestos por la razón que fuere, la ciudadanía tiene derecho a tener dos cosas claras: cuál va a ser el exceso de carga (excess burden) y cuál va a ser su incidencia.
El primero considera razones de eficiencia; me indica cuánta recaudación estoy perdiendo al distorsionar las decisiones de los contribuyentes. Por ejemplo, si yo empiezo a consumir yogur porque Hacienda gravó el helado, hay un exceso de carga en los impuestos que dejó de cobrar por el helado que yo consumía antes. El mundo estilizado en que no hay exceso de carga, se da cuando el contribuyente no puede escapar de pagar el impuesto; por ejemplo, si le cobro a cada persona un monto fijo por el mero hecho de existir (conocido también como poll tax). El impuesto más eficiente de todos es el más fácil de gestionar: ¡una forma es dividir lo que quiero recaudar entre el número total de personas! Sin embargo, esto nos llevaría a la incómoda realidad en el caso de Costa Rica, de tener un pago más alto que el salario mínimo o perjudicar excesivamente a familias numerosas (a cada persona -incluidos ancianos, minusválidos, cuidacarros y niños- le tocaría pagar más de quinientos mil colones al año). El impuesto más eficiente de todos es también el más impopular y los testimonios de los gobiernos que lo han intentado llevar a la práctica son aleccionadores (como Margaret Tatcher en el Reino Unido). Es por ello que los gobiernos se alejan de estos impuestos directos, hacia otros que se le introducen de forma más camuflada a la gente: los impuestos indirectos.
Cuando hablamos de impuestos indirectos, perdemos de vista quién es el que está pagando: Hacienda le está cobrando impuestos al servicio de blanquear los dientes,  independientemente que el impuesto lo pague el dentista o el paciente. Por razones éticas, nos interesa entonces saber cuál va a ser la incidencia de los impuestos. Existen numerosos casos en la teoría como en la práctica, en que los grupos a los que yo quiero gravar por lo general están mejor informados y tienen a su haber más herramientas (como abogados y contadores) para eludir el impuesto,  mientras que grupos más vulnerables terminan siendo gravados en una proporción más alta de sus ingresos. Debido a que los impuestos indirectos gravan el consumo que yo haga con mis ingresos, y no directamente la fuente de mis recursos, estos impuestos son regresivos (ya que los pobres son los que consumen una mayor proporción de su renta). Los impuestos indirectos a pesar de ser ineficientes y regresivos, son usados típicamente por tener mayor arrastre político, ya que la vaca que va a ordeñar Hacienda no está previamente identificada y podemos ser todos y ninguno al mismo tiempo.
Lo grave de la situación es que cuando hacemos las cosas a ciegas, es perfectamente posible alcanzar el peor de los mundos: poner impuestos que crean una distorsión tan grande que el Gobierno termine con una recaudación menor, o con una misma recaudación,  pero con una incidencia hacia grupos más desfavorecidos con relación a la situación original.
Lo mínimo que podría hacer Hacienda a la luz de la nueva reforma fiscal hoy en día en el Congreso, es que nos muestre la estimación del exceso de carga y la incidencia en que está fundamentándose.

  • Mauricio A. Soto Rodríguez (Economista)
  • Opinión
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