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Rebelión en el mundo árabe: “Libia, a diferencia de Egipto y Túnez, es una potencia petrolera”

Que no hablen de democracia, la diferencia entre Libia, Egipto y Túnez es el petróleo,  afirma Pepe Escobar, autor de varios libros sobre la globalización y de frecuentes artículos sobre la ola de rebelión en el mundo árabe.

Que no hablen de democracia, la diferencia entre Libia, Egipto y Túnez es el petróleo,  afirma Pepe Escobar, autor de varios libros sobre la globalización y de frecuentes artículos sobre la ola de rebelión en el mundo árabe.
Mientras se informa del recrudecimiento de los combates, de tiroteos en Trípoli, la capital libia, y de movimientos diplomáticos y militares en torno a la crisis, la situación en el país sigue siendo particularmente confusa.
El viernes 4 las últimas informaciones señalaban nuevos enfrentamientos entre los rebeldes y las tropas leales al coronel Muamar al Kadafi en la ciudad de Ras Lanuf, al este de la capital, y en Al Zauiya, 92 kilómetros al sureste, donde habría perdido la vida el comandante de la milicia rebelde, coronel Hassan Uarbuq, según la cadena árabe Al Jazeera. Se hablaba también de la virulencia de los combates, que habrían causado un elevado número de muertos y heridos, aunque las cifras eran imposibles de confirmar.
 
Se trata, en todo caso, de un escenario completamente distinto al de las rebeliones en Túnez y Egipto, donde el alzamiento popular puso fin a los gobierno de Ben Ali y Hosni Mubarack sin grandes enfrentamiento armados.
No hay duda de que el coronal Kadafi es un dictador, como lo eran Ali y Mubarack, afirma Mahdi Darius Nazemroaya, del Centre for Research on Globalization. Pero, nos advierte, en otro aspecto, Kadafi es muy distinto a los otros dos, “descaradamente serviles” de Estados Unidos y de la Unión Europea.
En Libia, la situación es diferente y el objetivo de ambos es restablecer su influencia perdida e instalar en el poder un régimen más predecible y confiable, tomando en cuenta, sobre todo, que está asentado sobre 40 mil millones de barriles de petróleo, las mayores reservas de África.
Estados Unidos ha venido persiguiendo este objetivo desde siempre y las cosas cambiaron mucho desde que el presidente Ronald Reagan bombardeó Trípoli en abril de 1986, apoyado por Inglaterra, una acción en la que murió una de las hijas de Kadafi, de tres años. Los cambios en las políticas del líder libio lo acercaron a sus viejos enemigos, en Washington y Londres, después de llegar a un acuerdo para resolver el impasse creado por los atentados contra los aviones de Pan Am, en 1988 y de UTA, el año siguiente, del que los dos países acusaron al dirigente libio. De “estado paria”, Libia se transformó en aliado de la “guerra contra el terrorismo”.
Que el carácter dictatorial del régimen no importaba mucho quedó en evidencia más recientemente, durante una vista de Mutassim Kadafi, hijo y asesor en seguridad del coronel Kadafi,  a Washington, en abril del 2009. Alí fue recibido por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton con estas palabras: –Es un gusto tenerlo aquí en el Departamento de Estado. Valoramos profundamente las relaciones entre los Estados Unidos y Libia. Tenemos muchas oportunidades para profundizar y ampliar nuestra cooperación y aspiro a avanzar en esa relación. Por lo tanto, señor ministro, sea muy bienvenido aquí.
No solo Estados Unidos revisó su política hacia Libia. En marzo de 2007, el ideólogo del gobierno de Tony Blair, Anthony Giddens, escribía en el periódico inglés The Guardian que Libia no era especialmente represiva, que Kadafi parecía ser genuinamente popular, y apostaba que Libia sería, “en dos o tres décadas, una Noruega del norte de África: próspera, igualitaria y progresista”.
Del mismo modo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) elogiaba el ambicioso programa de reformas del país y el realce del sector privado en sus proyectos de desarrollo.
INTERVENIR O NO INTERVENIR
En medio de una situación muy volátil, y de la intensificación de los combates en el interior del país, en el escenario internacional los grandes actores mueven sus piezas, listos para aprovechar cualquier oportunidad que les permita consolidar sus posiciones.
A las movidas diplomáticas se suman los movimientos militares, mientras se busca aclarar hasta qué punto llega el consenso para una intervención armada en el país.
Según la Secretaria de Estado Clinton, todas las opciones están sobre la mesa, y aunque una intervención militar debería contar con el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tampoco se descarta que pueda ocurrir sin ese aval, como pasó en Irak.
También en este terreno las informaciones son extraordinariamente confusas. La Liga Árabe, que manifestó su «rechazo absoluto a todo tipo de intervención extranjera en Libia», están de acuerdo con el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Libia, lo que implicaría un importante operativo militar, que incluye el bombardeo y destrucción de las defensas antiaéreas libias.
El exministro de Justicia de Kadafi, Mustafa Abdelyalil, que desertó y asumió la presidencia de un recién creado Consejo Nacional y aspira a desempeñarse como gobierno provisional del país, también se ha manifestado a favor de un ataque aéreo estratégico contra las fuerzas de Kadafi, lo que estima distinto a una “intervención extranjera, que rechazamos”.
Una propuesta del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, para mediar entre el gobierno y las fuerzas opositoras, despertó interés y respuestas contradictorias de la comunidad internacional. Mientras Francia lo rechazaba, argumentando que ninguna propuesta que considerara la permanencia de Kadafi en el poder era aceptable, Inglaterra reaccionó con mayor prudencia, dejando la puerta abierta a esa iniciativa, que no cuenta tampoco con el respaldo de Washington ni de la oposición libia y, por lo tanto, difícilmente podrá ser implementada.
Washington ha desplegado buques de guerra en el Mediterráneo. Las fuerzas armadas de Estados Unidos están trabajando en varios planes de contingencia, afirmó el portavoz del Pentágono, coronel Dave Lapan, aprovechando la presencia de esos barcos, incluyendo dos portaviones, el en golfo Pérsico. Como parte del escenario militar, el gobierno italiano suspendió un tratado de amistad con Libia firmado en el 2008, en el que Italia se comprometía a no permitir que desde su territorio se lanzaran actos hostiles contra el gobierno de Libia.
El corresponsal en Bruselas del diario conservador español ABC dijo que los socios europeos de la Alianza Atlántica (OTAN) “están de acuerdo en que Gadafi debe ser desalojado del poder —por primera vez el presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso se pronunció ayer en este sentido— pero algunos como Francia no son partidarios de lanzar una operación militar por temor a las repercusiones en el resto del mundo árabe”.
Pero también la cancillería china sigue de cerca los acontecimientos, enana región donde tiene fuerte presencia (se estima que unos 30 mil trabajadores chinos fueron evacuados desde que empezaron los enfrentamientos en Libia) y grandes intereses.
Por ahora, parece impensable que China apoye cualquier acción armada contra Libia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde tiene poder de veto.
«En cuanto a la situación en Libia, creemos que las discusiones entre las instituciones de la ONU deben llevar a recuperar la estabilidad» en el país, dijo una portavoz de turno de la cancillería, Jiang Yu, en conferencia de prensa la semana pasada.
Para algunos analistas, dados los enromes intereses en juego, Libia es también un escenario de la confrontación entre Estados Unidos y China, y ninguno quiere dar un paso en falso, que debilite su posición en el futuro.
AMÉRICA LATINA
En América Latina, el conflicto ha tenido también importante repercusiones, dadas las relaciones que el líder libo mantiene con los gobiernos de Caracas y Managua.
Chávez ha optado por presentar su propuesta de mediación que parece haber sido ya descartada, mientras Daniel Ortega expreso su apoyo a Kadafi, en medio de rumores de que podría darle asilo en Nicaragua.
Pero el que ha realizado públicamente un análisis más detallado de la situación es el líder cubano Fidel Castro quien, en dos entregas de sus “Reflexiones”, estimó que “el imperialismo y la OTAN —seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos— no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar”.
Castro ha sido particularmente crítico del “diluvio de mentiras y la confusión creada” en torno a la situación en Libia y da por un hecho de que habrá intervención armada de la OTAN en Libia.
“La Revolución en el mundo árabe, que tanto temen Estados Unidos y la OTAN, es la de los que carecen de todos los derechos frente a los que ostentan todos los privilegios, llamada, por tanto, a ser más profunda que la que en 1789 se desató en Europa con la toma de la Bastilla”, aseguró.

  • Gilberto Lopes 
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