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Con estupor recibí la noticia de su misiva a Rectoría y Consejo Universitario, en la que, con motivo de la visita de J. Watson, solicita a la Rectora “la cancelación de la actividad y velar porque la universidad se abstenga en el futuro de realizar actos oficiales con personas cuestionadas por hechos que atentan contra la dignidad humana y los derechos humanos inmensamente (sic) reconocidos“. Dejando de lado el tono amenazante de su comunicado, su actitud como político resulta, como mínimo, reprobable. Como parlamentario le asiste el derecho, y uno además diría la obligación, de pronunciarse sobre todo asunto nacional que desde su perspectiva sea errado o criticable. Lo que resulta indignante es que, en un sistema que se pretende republicano, y que como tal no sólo debe velar por los derechos de las mayorías, si no también de las minorías de toda índole, haya usted intentado obstaculizar el derecho de una mayoría deseosa de asistir al evento en cuestión. Más aún, se supone que una cultura con vocación democrática debería potenciar, antes que la tutela y la censura previa, las capacidades discursivas e intelectuales de los ciudadanos, que les permitan decidir por sí mismos lo que les conviene, y de este modo prevenirlos de la manipulación de políticos y “líderes ilustrados” que aspiren a marcarles el camino e instrumentalizar sus voluntades conforme a intereses particularistas.
Sorprende más aún su actitud, por tratarse de un diputado minoritario (único), lo que no le resta un ápice de legitimidad, pero sí le obliga a defender con garra -si se quiere ser consecuente- el derecho a la libertad de información y a la formación libre de opinión, sin tutelas ni mordazas. Estoy dispuesto a defender con las uñas su derecho a ser escuchado, pero al mismo tiempo a denunciar posturas intolerantes y sectarias como la que su iniciativa encabezó.
Afortunadamente, la posición de la Rectora a este respecto, como en muchos otros, ha sido sensata, valiente y mesurada. Sin embargo, la postura de don Alberto Cortés, defendiendo hasta ahora lo que considero indefendible, me parece tan reprobable como la suya, señor Villalta. Entre los argumentos que ha esgrimido el director del CU, se encuentra el de los límites ético-políticos de la “libertad de cátedra”. Quisiera aquí responderle brevemente: Si James Watson ha hecho anteriormente declaraciones repudiables, como fue el caso, no le compete a usted, ni siquiera a un grupo -pequeño o numeroso, poco importa- prejuzgar sobre la capacidad moral de los individuos. Aquellos que defienden este tipo de censura son casi siempre los mismos que desprecian a las “masas” por “ignorantes” y quisieran sacarlos por decreto de la “enajenación” en que retozan.
Se ha barajado además, para justificar el intento de censura, un argumento que por llamarlo de algún modo, califico de “tercermundista“. Decir que a Watson se le ha impedido hablar en ‘prestigiosas’ universidades e instituciones de Europa y el Primer Mundo, y que por ello el intento de censura en la pequeña Costa Rica, no sólo queda justificado, sino que es tanto más ejemplar por tratarse de un país marginal y “atrasado”, no sólo es una impúdica falacia de autoridad, sino que trasluce un complejo de inferioridad que debería apenarnos a todos. Que se le haya censurado en otras partes del mundo, donde, suponen ellos, “saben” más y mejor que nosotros, no justifica en un milímetro su proceder. Con el malogrado intento de censura, no sólo se quiso cercenar el derecho de una mayoría, universitaria y no universitaria, a asistir a un evento que muchas universidades del mundo hubiesen deseado auspiciar; se irrespetó además un acuerdo previo para transmitir la actividad, cuyo objetivo era precisamente ir más allá de la Universidad y beneficiar a otros sectores que por distintas razones no podían asistir in situ al evento. Eso se llama Acción Social, y figura además entre las misiones de la Universidad de Costa Rica,
Al final de esta mala experiencia, lo que queda al descubierto es la vocación autoritaria y oscurantista de algunos políticos y académicos, quienes pretenden, vía “auto-otorgadas credenciales humanistas y progresistas”, decidir por todos. Se trata además de un peligrosísimo antecedente para la UCR.
Para finalizar, Sr. Villalta: Ignoro si ha reconocido su error públicamente, pero en todo caso una disculpa no sólo mejoraría su imagen, sino también la de su Partido. Además, y parafraseando pasajes de su misiva, quiero respetuosamente solicitarle, en calidad de miembro de la comunidad universitaria, “abstenerse en el futuro, desde su posición como diputado, de interferir en los asuntos universitarios y lesionar la libertad de cátedra y la libre circulación de ideas”. Gracias.
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