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Nueve meses dura la gestación normal de todo ser humano. Sin duda, la mejor inversión de tiempo. De la nada se crea algo tan perfecto, tan acabado, que tarda la sociedad una década y media, como mínimo, para echarlo a perder.
Ese mismo lapso consumido se permitió el gobierno de Laura Chinchilla para sacar a la a luz un insípido plan de seguridad ciudadana que sirve, si acaso, para disimular la falta de atrevimiento o firmeza supuesto en el hecho de que aún habiéndose mercadeado políticamente como experta/consultora en el tema, hoy que tiene el poder para concretar, sea incapaz de hacerlo. Ahora sabe que es diferente verla venir, que bailar con ella.
Y es que desde que la Presidenta se autoincapacitó en la materia que suponíamos de su más absoluta especialidad (seguridad ciudadana), al consultar lo que ya sabía, advertimos la jugarreta: gastar tiempo para evitar decidir.
Esto despierta la memoria que indica que somos producto de 60 años de subadministración pública, de incapacidad decisional, de falta de atrevimiento y creatividad. Aquí no cambia nada mientras no cambie todo, y como los de siempre siguen cómodos, ordeñando ad perpétuam, y los demás mansos y remansos siguen permitiéndolo, hoy no vemos otra cosa que maniobras disimulatorias para hacer tiempo mientras pasan la papa caliente a otros ordeñadores que mantengan vigente el orden de ficto de tan cruel cadena alimenticia.
Volviendo al punto, quede claro que en este país las consultorías están agotadas y sobre seguridad ciudadana ya todo ha sido dicho. Son los mismos consultores añejos los que continuamente coinciden en los lugares comunes, reciclándose desde hace al menos una década para seguir ordeñando elefantes blancos internacionales que financian a esos consultores/vividores, mientras las barriadas siguen siendo morideros de pobres y los condominios una especie de Fort Knox para ser vencidos por esos morientes, hambrientos de verdad, de hambre real e inevitable, sedientos de venganza y repletos de resentimiento social. ¿Y cómo no?
¿Que hace falta más inversión social como preventivo supremo de la delincuencia ordinaria? No hay duda. ¿Que mientras eso se da, hacen falta más y mejores policías? Eso está aún más claro. ¿Que los jueces tampoco alcanzan y el presupuesto no permite retener a los mejores ni reclutar nuevos valores? Eso lo sabe desde hace tiempo hasta el más tiernito de los litigantes. ¿Que también hay que ampliar las cárceles para encerrar y mantener a todos los parias condenados y sobre todo para separarlos de los ciudadanos inocentes que están encerrados preventivamente? Ni hablar. ¿Que las salidas estructurales pasan por la educación, la redistribución de riqueza y la seguridad social? Eso tampoco es nada nuevo.
Aquí lo que hace falta son pantalones, testosterona bien aplicada, atrevimiento inteligente y oportuno, no consultorías ni nombres rimbombantes como Polsepaz, que de nada sirven y a nada llevan.
¿Tanto ruido para tan pocas nueces? ¿Tanta honestidad en el discurso y tan poca en la concreción? Y es que con el perdón de quien se ofenda, ¿qué puede haber de honesto en ofrecer para no cumplir? ¿Qué puede haber de firmeza en quien se supone sabido para escribir articulitos, declamar discursos con énfasis gravoso o ganarse la vida a partir de jugosas consultorías, y no se atreve, a la hora de la hora, a decidir y hacer, en una palabra, a resolver?
*Abogado
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