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Las imágenes “apocalípticas” del terremoto del pasado 11 de marzo en Japón golpearon la industria de la energía nuclear, al obligarla a revisar tanto la construcción de nuevas plantas como la prolongación de la vida útil de las ya existentes.
Para una Europa que no puede prescindir de la energía nuclear, la catástrofe de Fukushima plantea desafíos que, por ahora, han obligado a adoptar medidas de emergencia y postergar decisiones (como la adoptada por la canciller alemana, Angela Merkel, en septiembre pasado).
Merkel dio marcha atrás la decisión de prolongar la vida de 17 centrales nucleares en el país. Pero se trata solo de una decisión provisional, durante tres meses, para revisar las medidas de seguridad existentes y esperar que pase el efecto más inmediato de la catástrofe japonesa.
Hoy, los 436 reactores en operación producen el 17% de la electricidad mundial.
Pero algunos países europeos no tienen alternativas. En Francia, donde la dependencia de este tipo de energía es mayor, alrededor de 75% de la energía proviene de centrales nucleares.
Las expectativas de la industria eran de un rápido crecimiento. El “renacer nuclear” se basaba en los 65 reactores en construcción que hay en el mundo: unos 50 en China y otros países en vías de desarrollo.
Los países que ya cuentan con una importante industria nuclear analizaban la posibilidad de prolongar la vida de sus centrales.
Estados Unidos ha autorizado unas 40 plantas para operar hasta que cumplan 60 años, mucho más de lo previsto, inicialmente, cuando entraron en funcionamiento.
Las grandes empresas del sector no ocultaban su optimismo.
“La energía nuclear es una fuente energética que garantiza el abastecimiento eléctrico, frena las emisiones contaminantes, reduce la dependencia energética exterior y produce electricidad de forma estable y predecible. Así lo entienden cada vez más gobiernos de distintos signos que apuestan por mantenimiento de las centrales nucleares en sus países y la construcción de nuevas plantas”, afirmaba el consorcio de empresas productoras.
NUEVO ESCENARIO
Pero la crisis de Fukushima cambió el escenario. “La primera consecuencia sociopolítica esperable en Europa, de los siniestros en las centrales nucleares japonesas, es una vigorosa ofensiva de las fuerzas antinucleares en el continente, que llevan años cediendo terreno ante los partidarios de la nuclearización”.
“Los riesgos de la energía, puestos de nuevo en evidencia al cuarto de siglo de Chernóbil, se habían ido difuminando ante el talón de Aquiles de la dependencia energética comunitaria y las continuas llamadas a combatir el cambio climático a costa de reducir la energía de origen fósil”, señalaron analistas europeos.
El debate alemán ya no es si se renuncia o no a la energía a nuclear, sino cuando: en 2020, como acordaron los socialdemócratas del SPD y los verdes, con una ley del año 2000, o en 2036, como decidió la canciller Merkel con su marcha atrás de septiembre.
Mas de 30 años de movimiento civil antinuclear y los accidentes de Harrisburg y Chernobyl lograron desprestigiar por completo esa tecnología, hasta el punto de que ni siquiera los políticos que la defienden, como la propia Canciller, hablan de ella como tecnología de futuro, sino como “tecnología puente” hacia un horizonte dominado por las renovables. «Fukushima supone un punto de inflexión para el mundo», estimó la canciller.
Un desafío similar enfrenta el gobierno español, donde el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, analizaba también ampliar el plazo de funcionamiento de algunas plantas nucleares españolas.
Zapatero había abierto las puertas para alargar la vida de las nucleares más allá de los 40 años para los cuales fueron diseñados.
Enfrentada ahora a la nueva realidad, la ministra española de Medio Ambiente pedía “prudencia” y afirmaba que no sería «responsable ni oportuno» crear alarmas sobre la utilización de la energía nuclear, pese a lo ocurrido en Japón.
Según el presidente del Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), Luis Suárez, todas las centrales nucleares de España están fuera de riesgo sísmico. Esto, en su opinión, no permitía hacer comparaciones con el caso de Japón.
Los opositores, sin embargo, renovaron sus críticas. La Fundación Equo reiteró la necesidad de cerrar las centrales nucleares en España, al afirmar que, frente al discurso de «que las nucleares son seguras», la realidad ha vuelto a demostrar que se trata de un elemento con un «potencial peligroso impresionante y nunca 100% controlable».
En la actualidad hay seis nuevas plantas nucleares en construcción en Europa (dos en Bulgaria, otras dos en Eslovaquia y una en Francia y en Finlandia).
Francia, el segundo productor de energía nuclear más grande del mundo, cuenta con 58 reactores nucleares que cubren más de 75 por ciento de las necesidades de electricidad del país.
El gobierno anunció que iniciará una revisión de las normas de seguridad de sus reactores nucleares, pero que no puede prescindir de ese tipo de energía.
Los 27 miembros de la Unión Europea están divididos con respecto al uso de la energía nuclear. Quince de sus miembros cuentan con centrales atómicas. Después de Francia, el Reino Unido es la segunda potencia nuclear comunitaria. Ambos países tienen ambiciosos planes de expansión.
Italia, quien no produce energía nuclear, pretende sumarse al club. El primer ministro, Silvio Berlusconi, quiere que la cuarta parte de la electricidad que consumen los italianos sea de origen nuclear.
Pero, en Austria, el debate sobre el uso de la energía nuclear fue tan intenso y crítico que el país es constitucionalmente no nuclearizable. “Los austriacos ven con furor e impotencia la política expansivamente nuclear de la vecina Eslovaquia”, afirman los comentaristas.
China, quien también se ha sumado al club nuclear, anunció que va a suspender “provisionalmente la aprobación de proyectos de energía nuclear y también los que se encuentran en una fase inicial de su desarrollo. El desarrollo de la energía nuclear debe tener en la seguridad su máxima prioridad», afirmaron las autoridades chinas ante la catástrofe japonesa.
GRAN NEGOCIO
Construir un reactor nuclear cuesta entre 3.500 y 5.000 millones de euros, según datos de la patronal del sector. A ese costo, deberían sumarse los gastos necesarios para gestionar durante siglos los residuos radiactivos que generan las plantas, problema que aún se carece de solución adecuada.
«En cualquier caso no es viable prescindir de la energía nuclear», señaló el Foro Nuclear Español. Los reactores nucleares proporcionan el 20% del consumo energético de Estados Unidos, porcentaje similar entre los países industrializados como España, Alemania, Reino Unido y Japón. En el caso de Suecia, se dispara al 46%. “Desmantelar los reactores requeriría un replanteamiento global que afectaría el hábito de vida en todo el mundo. A corto plazo, es inviable un mundo sin nucleares o una España sin energía atómica. No hay alternativa», estimó José María García Casasnovas, ingeniero industrial experto en energía nuclear español.
Quedan alternativas a la energía nuclear y al petróleo, aunque la más razonable está descartada, pronostican los expertos. “Sería necesario disminuir el consumo energético mundial un 90%”, calcula Antonio Turiel, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.
“Ello obligaría al mundo a cambiar sustancialmente el actual modo de vida, ocasionaría pérdidas billonarias a eléctricas, compañías del sector y otros tantos gobiernos con intereses en la industria nuclear y energética como Francia y Estados Unidos”, agregó.
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