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El título alude a un dicho de moda entre funcionarios públicos locales, ya sea para eludir responsabilidades políticas de sus actos o de sus amigos para justificarles sus venales acciones.
Llena de indignación y de vergüenza ajena ver cómo funcionarios públicos se aferran a sus puestos, pese a sus evidentes faltas, como si estos fueran bienes propios al estilo de títulos nobiliarios u herencias de otro tipo. Como casos recientes hay que recordar a la exministra de Vivienda Clara Zomer, la cual, después de participar en una comilona de cientos de miles de colones, con marcado descaro solo atinó a decir que ponía su puesto a disposición del presidente. ¡Ja!, al ‘diputado del miedo’ Fernando Sánchez, que lo tienen en este momento de larguito, tal vez, purificándose con agua bendita en el Vaticano, para ponerlo a jugar de nuevo más adelante (no olvidemos que es el ‘tercer Arias’) o a la también exministra del MOPT Karla González, con su danza de concesiones bien logradas para las concesionarias y para los codiciosos bolsillos oligárquicos criollos y pésimamente logradas para nosotros los usuarios y para la salud fiscal del país.
El tema viene a colación debido a la filtración de cables de la embajada estadounidense en Costa Rica, vía WikiLeaks y gracias a la difusión que el periódico “independiente” La Nación S.A. les está dando; ya que, si lo que revelan tales filtraciones es cierto, sería de recibo sentar responsabilidades inmediatas, entre ellas, solicitar la renuncia de varios funcionarios públicos en este país, como el presidente del TSE, Antonio Sobrado, por ver para otro lado mientras se cometían las arbitrariedades durante la campaña del referendo en perjuicio del movimiento del No, de un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, que al parecer habría adelantado criterio sobre asuntos de su conocimiento, así como de algunos funcionarios de la Policía.
Sólo un par de ejemplos recientes nos hacen pensar que otra forma de responsabilidad en la administración pública es posible. Uno es el caso de la ministra de Relaciones Exteriores de Francia, Michele Alliot-Marie, que viajó a Túnez, al inicio de la revuelta en ese país, y en el cual ofreció a la cúpula tunecina en apuros, ayuda policial y accedió a una invitación a viajar en un avión privado perteneciente a un conocido del derrocado presidente tunecino Zine el Abidine Ben Ali. Por qué tendría que renunciar: No ha hecho ‘nada ilegal’ dirían por aquí. Bueno, tanta candidez le costó el puesto a la funcionaria de 64 años. Ella había estado al frente de distintos ministerios de forma ininterrumpida desde 2002 y era titular de Exteriores desde hace poco más de tres meses antes de su remoción.
El otro caso es del ministro alemán de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, que presentó su dimisión como consecuencia del escándalo que se desató al salir a la luz que había copiado de otros autores parte importante de su tesis doctoral de derecho. Nótese que si bien su falta no tuvo nada que ver con sus funciones típicas de su ministerio, el funcionario dimite tomando en cuenta el daño hecho a la administración y a sus subordinados. Y todo a pesar también del apoyo que la misma canciller Angela Merkel le dio, alegando que su labor en el gobierno era de ministro y no de científico. En este caso los políticos costarricenses acostumbrados a la impunidad habrían dicho ‘nada malo ha hecho’, no es asunto que tenga que ver con el gobierno. ¿Y la probidad del funcionario público qué? Simplemente un saludo a la bandera.
Es muy importante resaltar que las renuncias o remociones aludidas no se dieron así porque así, sino que también medió la presión de los medios, de otros políticos y por sobre todo, de la gente de a pie, que con razón y valientemente se atrevió a denunciarlos.
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