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Pablo Gentili, director de FLACSO en Brasil: “No creo que se desintegre la ola antineoliberal latinoamericana”

A pocos días de cumplir los primeros cien días de su mandato, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, recibió a Barack Obama en Brasilia, en medio de las tremendas turbulencias que recorren el mundo, incluyendo una profunda crisis económica internacional.

A pocos días de cumplir los primeros cien días de su mandato, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, recibió a Barack Obama en Brasilia, en medio de las tremendas turbulencias que recorren el mundo, incluyendo una profunda crisis económica internacional.
¿A qué vino Obama? ¿Cuál fue el resultado de su visita? ¿Cuáles son las perspectivas políticas de América Latina en medio de esas convulsiones?
UNIVERSIDAD conversó con Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo Adjunto del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y nuevo director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Brasil, sobre la visita del presidente norteamericano y el escenario regional.
Desde afuera se percibe a un Obama debilitado por la reciente derrota electoral de medio período, la cual llevó a una mayoría, aún más conservadora, a la Cámara de Representantes. Como dijo la economista brasileña María da Conceição Tavares, “la respuesta norteamericana a la crisis no fue una respuesta progresista. En verdad, está siendo de un conservadurismo aterrador”. Tampoco se ve una perspectiva de solución a la crisis económica por la que atraviesa el mundo desarrollado.
A esto se agregan los conflictos en el norte de África y el bombardeo de Libia, los cuales aumentan la inestabilidad de la política internacional, sumados a otros factores como la catástrofe del terremoto en Japón (con consecuencias todavía difíciles de prever).
En ese escenario, América Latina pasa por profundos cambios políticos, mientras sorprende al mundo por su buen desempeño económico en medio de la crisis internacional. Cambios políticos que, según Gentili, se van a seguir desarrollando, como lo señaló en esta entrevista.
¿Qué lecciones le deja a América Latina la visita de Obama a Brasil?
– La visita tuvo un papel más simbólico, en el sentido de facilitar la aproximación de los dos países. Parece haber solo una aproximación, una actitud menos hostil o menos indiferente, porque desde el fracaso del ALCA, América Latina fue quedando relegada en el interés de la Casa Blanca, salvo algunas disputas exacerbadas con Chávez o con Evo Morales. Había una especie de desprecio o indiferencia con lo que ocurría en América Latina.
Pero no tuvo efectos inmediatos o muy concretos, porque Obama no tiene condiciones de dar una respuesta a los temas de interés de Brasil, sobre todo en materia comercial, por los límites impuestos por el congreso norteamericano.
Simbólica también –aunque no es un dato menor– es la mención de Obama a la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y a la posibilidad de que Brasil se integre como miembro permanente a ese organismo.
Es simbólico porque no depende solo de una decisión de Obama, pero no es menor porque, en otros momentos, Brasil había recibido un “no” rotundo a esa aspiración. El más rotundo lo recibió el presidente Fernando Henrique Cardoso (95-02), a pesar de su política de acercamiento a Estados Unidos.
En lo más sustantivo, en la negociación comercial, en la demanda de los empresarios brasileños de un mayor acceso al mercado de Estados Unidos, no se avanzó.
Se firmaron más acuerdos en el área de cooperación científica o cultural que en la comercial. Pero, en lo cultural, el interés de Estados Unidos es el control de la piratería, un tema que fue tratado por el Secretario de Comercio durante la visita.
¿Qué significado le atribuye al anuncio del ataque a Libia hecho durante la visita de Obama a Brasil, un país que no había apoyado la medida en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas?
– La visita de Obama mostró que lejos de todos los anuncios, el poder imperial no decae. Estados Unidos sigue siendo la potencia hegemónica del mundo, su actitud imperial no ha cambiado.
Obama, 15 minutos antes de un cóctel en Brasilia, anunció el bombardeo de un país y recibió muchas críticas por esto, aún en los mismos Estados Unidos.
No es que haya venido acá expresamente a hacerlo, pero le tocó hacerlo acá y lo hizo. Para el gobierno brasileño fue un acto inamistoso, al ser Brasil un país que se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad cuando se votó este tema.
Lo hace con un enorme grado de impunidad y lo hubiese hecho en cualquier lugar.
En el exterior fue la noticia y Brasil no pudo evitar que opacara la visita.
¿En América Latina, desde su punto de vista, seguirán los cambios políticos ya iniciados o se puede prever una variación en ese rumbo?
– En América Latina, creo que los cambios de años recientes van a seguir desarrollándose. Brasil va a seguir cumpliendo un papel importante de aglutinador regional. El papel de Brasil en la integración es muy importante, sobre todo en países como Paraguay o Bolivia. Estamos en los comienzos del Gobierno y habrá continuidad en la política de integración con Argentina, donde el kirchnerismo se va a mantener, pues creo que Cristina ganará las próximas elecciones.
En México, lo del excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador no parece ser una cosa menor, y representa una alternativa al PAN y al PRI.
En Venezuela, Chávez invitó a Lula a conocer la experiencia de la revolución bolivariana y a llevarle ideas y propuestas de proyectos que se desarrollaron aquí.
Evidentemente, Venezuela tiene un peso específico muy grande. Pero aún imaginándonos un escenario latinoamericano sin Chávez, no creo que se de una desintegración de esa ola antineoliberal, moderada o no, que se ha ido creando en la región.
En cuanto al gobierno de Dilma Rousseff, la prensa brasileña, sobre todo la gran prensa conservadora, ha tratado de mostrar un alejamiento de la actual mandataria de su antecesor, Lula. ¿Hay un alejamiento entre los dos, hay un cambio de políticas?
– Hay un cambio de estilo. Lula era un líder carismático, Dilma es más reservada.
Este es un gobierno más complejo, es una alianza de partidos más amplia que la que llevó a Lula al poder, con el partido PMDB en un papel mucho más significativo. Hay una complejidad mayor y una gran incógnita en lo que pueda acontecer en algunas áreas.
Los cambios, en todo caso, no afectan las grandes líneas de la política, ni en materia económica ni de política exterior.
Lo que sí hay es una gran presión mediática para tratar de mostrar que eso está cambiando, de destacar las virtudes de Dilma, contra de las debilidades de Lula.
La prensa, aquí, es un poder extraordinario. Después de decir barbaridades contra Dilma durante la campaña, de presentarla como una bandolera que iría asumir los destinos de una gran nación, de repente transformó este odio visceral en una especie de amor y devoción, para tratar de mostrar que Dilma es diferente a Lula. Esto tiene que ver con la dimensión progresista del gobierno de Lula.
Hay un matiz, pero la política externa de Dilma, en principio, debería tener la misma orientación. No hay datos que digan lo contrario, salvo cosas que la prensa trata de exacerbar, un supuesto distanciamiento de Dilma de América Latina, etc.
En política económica tampoco se ve una ruptura. Lula hizo una política conservadora en materia económica y eso parecería seguir.
No hay cambio en política social. El gobierno Lula dejó a los pobres en una posición mucho mejor, pero también dejó a los ricos en una situación mucho mejor. Se mantienen los programas redistributivos, pero hay un corte de 50 mil millones de reales, unos $30 mil millones, en los gastos. Es un golpe muy fuerte para un gobierno, pero no es un cambio de estructura. Se ha recortado un poco a cada uno.

  • Gilberto Lopes 
  • Mundo
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