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La pregunta del título de este comentario no se debe necesariamente a que mi interlocutor pueda presentar un problema auditivo. Podría ser simplemente que el término acuñado –desde hace apenas seis décadas– “Audiología” (de “audīre”, “oír” en latín, y “-λογία”, “-logia” en griego antiguo) –donde convergen los conocimientos de las ciencias clínicas y sociales– haya quedado solamente circunscrito al ámbito académico-profesional.
Por eso, en el espacio brindado por este distinguido medio de comunicación, me interesa compartir algunos aspectos sobre lo que es la Audiología, especialmente hoy en día, por ejemplo, en que de manera concomitante con los avances científicos y tecnológicos, nuestros oídos se encuentran expuestos a distintos tipos de sonidos que, sin darnos cuenta –hasta que ya podría ser muy tarde–, provocan alteraciones en el sistema auditivo. Por ahora no podré referirme, por mencionar un caso, a las alteraciones de origen genético.
Como escribe el Dr. José Francisco Casamitjana Claramunt, en su capítulo “Anatomía y fisiología del oído”, en el “Tratado de Audiología” (Saresa, Perelló, Bonavida, 2005): “El sentido de la audición es quizás el más importante de los que disfrutamos. Se trata de un eficaz sistema de alarma, nos ofrece detectar el mundo y además conocerlo. Los más profundos pensamientos se interpretan en nuestra mente mediante el lenguaje, ya sean filosóficos o matemáticos, por eso es especial su profundo conocimiento”. (sic).
Y es precisamente eso lo que hace la Audiología –mediante un “profundo conocimiento”: diagnostica y previene los problemas de audición en los seres humanos, y coadyuva con el conocimiento aportado por otras disciplinas científicas en la rehabilitación de discapacidades auditivas, ya sea, verbigracia, por medio de terapias especializadas o procedimientos más complejos como los implantes cocleares.
Sobre estos últimos, nótese, por ejemplo, que hace unas semanas, el 25 de febrero, se celebró el Día Internacional del Implante Coclear. La historia de este tipo de implantes señala las primeras experimentaciones desde finales del siglo XVIII, para culminar con la realización del primer implante por André Djurno y Charles Eyriès, en Francia, en 1957.
En Costa Rica, el I Encuentro del Implante Coclear se realizó bajo la sobresaliente coordinación de Esteban Montenegro, y la distinguida participación de Elsie Solano, M.Sc., Andrea Vargas, M.Sc., la Licda. Mónica Giraldo y del Dr. José Raúl Sánchez.
Lo anterior es sólo una muestra de que la Audiología es una ciencia que se fundamenta en el “profundo conocimiento” científico.
En esa misma dirección, al respecto, el Dr. Pedro Berruecos-Villalobos, en el documento de la Conferencia Inaugural del VI Congreso Panamericano de Audiología (2009), indica que “Estamos reunidos aquí, con la idea de integrar y no de dispersar; de aprender cosas nuevas y de cambiar paradigmas. Será un grave error auto limitarnos y mantenernos estáticos en la contemplación de huesecillos, decibeles, células ciliadas, neuronas o picos neurales, pruebas, prótesis o implantes: el audiólogo [en sí la Audiología] debe ver y debe sentir que su campo se extiende al ámbito de la fonética y la lingüística, la psicología, la neurología, la cibernética, la semiótica, la música y la sociología pero también al gesto y la emoción, a la familia y al gene, al perfil psicológico, al pensamiento y a la inteligencia”. (sic).
Agregaría, además, con toda humildad y respeto, al encontrarnos en la presente era del conocimiento global, lo publicado por el Dr. Kenneth E. Wolf, profesor de Otolaringología en Drew University of Medicine and Science, en el sitio Web de The American Speech-Language-Hearing Association (ASHA).
Al inicio de su artículo, “Cultural Competence in Audiology”, el Dr. Wolf nos dice (mi traducción): “La competencia [cross] cultural es tan importante para el encuentro audiológico como la competencia clínica. Contribuyen de manera significativa al éxito del diagnóstico y la rehabilitación. Nuestro éxito… depende de nuestra capacidad para asegurarnos de que las diferencias culturales que puedan existir no nos llenen de prejuicios o afecten nuestros resultados”.
Todo lo anterior, y más, hace que el sublime propósito de la Audiología sea diagnosticar, prevenir y rehabilitar –parafraseando al Dr. José Francisco Casamitjana Claramunt– el sentido quizás más importante de los que los seres humanos disfrutamos: el sentido de la audición.
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